Literatura barroca era una de mis menos preferidas, una literatura de sobrecargo social, abusivo en el uso de la metáfora o la antítesis, pero sobre todo abarcaba temáticas sobre la miseria y problemas sociales. Estaba John Lyly el mayor y principal exponente de las tierras anglosajonas, usando de manera exagerada de términos rimbombantes, apreciando un exagerado esteticismo, sumamente cargado, pero bien elaborado con una tendencia grotesca a lo artificial.
El aroma al chocolate entro de golpe a mis fosas nasales haciendo que mis ojos se abrirán a la par que mi estómago rugía.
- Ya has despertado-dijo la anciana cerrando la puerta a sus espaldas con ropas nuevas en su otro brazo, al igual que el día de ayer sin mucho detalle mi cuerpo limpié para posteriormente ser vestido por las limpias prendas de color coral, no muy hermosas a mi gusto, pero muy juveniles que harían un papel importante en la sociedad o eso creí al ver la mirada de la mujer mientras me vestía.
- Interesante color- sugerí.
- Hoy saldremos a saludar a los vecinos como había dicho ayer.
- ¿No es muy pronto?
- Para nada mi niña, entre más pronto la genta sepa de tu “regreso”- dijo haciendo énfasis- Más rápido pensarán que eres nuestra hija.
- Comprendo, pero por favor, aún no me comprometas, no quiero eso.
- Entiendo mi niña, pero recuerda que eso está muy mal visto.
- Lo tengo presente, madre.
Esta sonrió ampliamente tomándome del brazo, debía de admitir los tiernos gestos que esta hacía debido a la emoción que llevada dentro endulzando mi conciencia al realizar una especie de sueño frustrado que tenía realidad.
- Se han levantado temprano- dijo el señor Brenz sin apartar la mirada de su libro.
- Hay muchas cosas que debemos hacer, ¿Señor Brenz ya has alistado tu abrigo? -habló la mujer.
- Por supuesto- tomó un sorbo de su taza de porcelana.
- ¿Te irás? -dije en casi un susurro.
- Así es Lorain- cerró el libro incorporándose- Te la encargo cuídala, estaré fuera por lo menos un mes.
- Si señor.
Estuve acompañando a la anciana despedir al Señor Brenz en la entrada quien partió en un carruaje cuyo caballo Rufus le acompañaba.
Lentamente la figura del hombre se perdió en el horizonte donde apreciaba la escena de la vieja mujer con sus manos juntas pegadas en su pecho anhelando el pronto regreso de su marido.
- Cielos, no hay tiempo que perder- dijo con un tono algo alterado limpiando sus manos en su vestido- Espérame un momento, debemos salir ya
Rápidamente ingreso a la vivienda dejándome afuera sin entender la situación, al rato volvió a mi encuentro con sus cabellos bien recogidos portando un maxi cárdigan de tono claro floreado traslucido.
- Ahora si- me tomó del brazo.
- Es sábado querida, primero hay que asistir a la misa y luego te presentaré a los vecinos.
- ¿sábado? -respondí incrédula.
Y así lo hizo, me impresionaba ver como de vieja era su experiencia, pero de físico mantenía su juventud en alma presente; la caminata era larga la mujer amaba apreciar la naturaleza los sábados en la mañana –En especial ese día- donde el sol era más brillante y los pájaros mostraban con orgullo sus poderosos cantos.
Lentamente nos adentramos al pueblo de camino rocoso como lo describían aquellas películas basados en libros del Jane Austen aunque los años de su nacimiento se encontraban aún muy lejos para mi suerte.
Los pequeños estantes de comidas secas, pescado y carnes se hacían presentes con sus aromas un tanto fétidos, molestos para mis fosas nasales –Una época apestosa- sin evitar hacer uno que otro mal gesto. Por otra parte, se encontraba los estantes de joyerías no muy lujosas, pero aún con ello llamaban la atención de las doncellas cuyo sudor era del mismo oro. Sus rostros se iluminaban y rodeaban al pobre vendedor quien con su máximo esfuerzo hacia un intento nulo de atender todas a la vez –Le compadezco- sonreí.
- Señora Brenz- hablo una voz femenina atrayendo mi atención pues los ojos de la vieja quien finguía ser mi madre ya se encontraban puestos en ella- Veo que se ha levantado más temprano de lo habitual- su sarcástica voz provoco el reflejo involuntario de mi ceja levantada- ¿Quién es esta adorable jovencita?
- Señora Salmone -saludo sonrientemente la anciana a la mujer de sarcasmo quien iba acompañada de dos jóvenes mujeres cuya estatura al igual que su madre y la anciana está muy por debajo de la mía, un tema un poco preocupante-Le presento a mi Hija Lorain, estuvo viviendo con su tía todo este tiempo en Triverton, pero por fin ha vuelto.
- Es un placer -hice una pequeña reverencia como mostraban las películas, no tan formal puesto que con quien hablaba solo era una mujer de pueblo probablemente de mismo rango que la anciana, algo no tanto relevante.