Al igual que días anteriores, la puerta de la entrada principal interrumpió la tranquilidad de nuestro desayuno, cual persona sin decencia y falta de miedo a causar alboroto, ingreso a la sala la hija mayor de los Salmone.
- Los vestidos están listos- hablo señalando a un hombre quien portaba varias cajas a lo que supuse eran los vestidos, bien había dicho la mujer a que falta de cuestionar había pensado.
- Perfectamente a tiempo- alabó la anciana levantándose del cómodo sofá indicando al cansado sujeto al lugar donde debía dejar las cajas.
Sin dudarlo las cajas destapó observando los coloridos atuendos donde extrajo sin vacilar aquel vestido oscuro entre los demás, su sonrisa se amplió observándome con aquellos ojos brillantes de alegría a lo que no pude evitar dedicarle una sonrisa sincera.
Como de un cuento de hadas se tratase -Noten mi insistencia de negar los hechos más fantasioso- el día del baile finalmente llego, igual que cenicienta y su hada madrina, en carruaje de la familia Salmone nos fue llevadas a la enorme casa del señor y la señora Esther, cuya entrada sumamente obstruida por cada ser viviente de la ciudad quienes habían sido invitados se apreciaba -O eso suponía, a lo mejor gran parte de los invitados habían de haber sido familia por parte de la Señora Esther cuya proveniencia claramente no era de Devon, Inglaterra.
Nuevamente citando el fortunio de la Cenicienta quien al bajar del carruaje un simpático hombre le ayudo, tomando la falda del vestido para cierta forma levantarlo permitiendo que mis incomodos pies se desplazaran dentro de la obra arquitectónica.
- Esto es maravilloso- dijo Agnes encantada con la cantidad de hombres apuestos del lugar a lo que admitía que sus trajes ajustados del torso los hacia lucir magníficamente bien.
La música de los violines acompañadas de los cellos y contrabajos, llenaban el ambiente de su armoniosa melodía donde los invitados disfrutaban a gusto bebiendo vino fino en copas a su vez que intercambiaban palabras con otros invitados que en su probabilidad no conocían, así estableciendo una nueva amistad.
Las hermanas Salmone se apartaron sin pensarlo siquiera dos veces, puesto sus ansias o hambre del buscar algún hombre superaban todas las expectativas que traía.
Para no quedar en ridícula -No conocía nadie presente- me dediqué a recorrer la estancia y sus alrededores admirando el amplio hogar en el que vivían la pareja de ancianos -Cuales no había visto en toda la noche-. A la distancia en una de los amplios salones pude detallar la presencia de unos de los hombres que se encontraba junto al cazador alabado aquel día en que la pobre señora Cornety fue asesinada -Las cosas como son-.
Era un hombre bajo con barba desteñida se encontraba hablando con un rostro demasiado familiar.
Rápidamente el enorme libro de historia que guardaba en mi mente -Mas grande que un Atlas ya se podrán imaginar- se abrió dando vuelo a las ciento de páginas escritas de todo mi estudio. Mi corazón bailo de gozo al estar a tan solo unos pasos del famoso escritor del poema “Hudibras” una obra burlesca sobre el puritanismo, quien hablaba de forma tan calurosa -O eso pensaba- con alguien tan leal hacia el parlamento.
- Es una pintura muy interesante ¿no cree? - la voz masculina a mi lado me hizo sobre saltar de asombro apartando la mirada del importante escritor al enano cuyos ojos permanecían en la pintura cual no había notado.
- Señor August-dije llevando la mirada a la pintura- Esta usted en lo correcto, es una obra muy interesante.
- Perfecto en una dama el saber distinguir buenas obras de artes-agrego cual comentario innecesario.
- Así es-musite pasando por su lado a paso rápido haciendo entender a cualquiera mis faltas de ánimo al estar cerca de este.
- Señorita Brenz- hablo de forma claramente audible provocando de detener de mis pasos, más que simple audible daba una extraña sensación de autoridad- ¿Me concedes la siguiente pieza?
Preguntó sonriente inclinando su torso ligeramente a su vez extendía su mano derecha a mi dirección con sus ojos esperanzados en espera de una respuesta afirmativa -Cual jamás llego- optando simplemente en callar y negar ligeramente con la cabeza, este sujeto ponía mis pelos en punta por la incomodidad que me generaba.
- Veo que trae el broche que le he obsequiado- agrego haciéndome sentir de cierta forma en deuda con este, mi cabeza ladeé dándole vista a mi espalda en un esfuerzo de predecir su cual planeada jugada -Luce muy bien en usted claro está, una joven tan alta de rostro sumamente bello como el marfil y que decir de esos ojos azules tan brillantes y distinguibles.
Sus palabras eran suficientes para llamar mi atención, -No de buena forma cierta está- observándole con sutileza sus lentos pasos a mi dirección.
- No hubiese podido escoger adorno más bello que resaltara todas sus características-mi mano tomo con nuevo descaro como aquella vez, y de igual manera lo aleje de este.
- Disculpé usted señor August-dije con sumo enfado -Siento que al darme tan “Hermoso” broche me ha dejado en deuda con usted, si hubiese sabido que las cosas serían de esa forma, no lo habría aceptado en un principio.