Estaba en un pasillo oscuro y un joven apuesto la esperaba al final. Un hombre que ella conocía y temía más que a nada. Ella apenas lo vio, buscó el escape.
Su mirada volaba por todas partes. El lugar se iba estrechando. Ella comenzó a llamar entre susurros a su hermano. Intentó dar unos pasos, pero todo el castillo se sacudió. Intentó sostenerse de la pared, pero comenzó a caerse a pedazos. El polvo y diminutas piedras cayeron sobre su rostro.
Intentó con sus manos apartarlas de su piel, pero fue inútil. Caían más y más. Intentó gritar y correr, pero solo se encontró con un gran golpe.
Maude tardó unos minutos en comprender que había caído de la cama. La luz apenas entraba por su ventana y medio cuerpo estaba enredado entre las sábanas. Intentó calmarse y olvidarse de la pesadilla. Sin embargo, el tiempo no le dio tregua. Un sacudón real azotó su habitación. Más escombros se desprendieron del techo.
Medio a gatas se acercó a la ventana y apartó con furiosas patadas las sábanas que atrapaban sus piernas. Un rayo de luz iluminó pronto al ejército de afuera. Estaban formados en perfecto orden, marchando en sincronía, acercándose poco a poco al castillo. ¡Habían llegado! No había tiempo que perder.
Asustada se arrojó al suelo y gateando recogió como pudo sus vestimentas. “Soy una estúpida” se decía. Hace tiempo que debió preparar todo. Lo peor era que los sacudones y estruendos no ayudaban para nada. A cada rato tenía que cubrirse la cabeza y apenas si escuchaba el palpitar de su propio corazón.
Estaba por alcanzar un zapato cuando la ventana estalló. Maude apenas si pudo gritar. Los cristales saltaron contra su piel y el ardor de las heridas la inmovilizó. “Oh, por Dios, no” pensó. Mantuvo cerrado los ojos escuchando el entrechocar del acero. La lucha había comenzado. Tenía que apurarse. Si tan solo pudiera moverse.
“Eres una bruja” se dijo medio sollozante. Podía hacerlo. Solo tenía que recordarse las palabras. Movió tímidamente sus dedos e intentó hablar. Un grito atroz interrumpió su concentración. Estaba bajo su ventana, incluso podía estar a su lado. Maude gimió asustada e intentó hacerse una pequeña bolita con su cuerpo.
—Maudy —el grito provenía de algún lugar a su derecha. La voz era imposible de ignorar.
Armándose de mucho valor se aferró a un escritorio y se puso de pie. Justo a tiempo para ver llegar a su hermano, Godfrey. El joven era mayor que ella y desde que tenía memoria la había cuidado. Habían quedado huérfanos muy pronto. Dejándolos solos y juntos.
Su hermano no dudó y corrió hacia ella. La estrechó entre sus brazos y la apartó del inminente peligro.
—Tenemos que irnos. ¡Ahora! —gritó para hacerse escuchar sobre el ruido.
Maude apenas alcanzó a asentir. Godfrey agarró una pequeña maleta y la jaló del brazo. La joven no se hubiera resistido, pero un brillo dorado la hizo devolverse. Un aro resplandeciente brillaba en una esquina de la habitación. Era su anillo de compromiso y Regina se lo había regalado. Debía tener mucho poder.
—¿Qué haces? —le regañó su hermano cuando ella intentó recogerlo.
—Es mágico —tartamudeó sintiéndose culpable.
—Es de Cassian. ¡Suéltalo!
Su hermano estaba muy asustado, incluso asqueado. Odiaba tanto a Cassian como ella. Cassian era su prometido y era un joven aterrador.
—¿Quién sabe que clase de trampas ocultaría ahí?
—Pero… Godfrey
Godfrey la zarandeó del brazo obligándole a soltarlo. Después la empujó hacia el pasillo murmurando cosas sobre lo terca que era. Maude siguió a trompicones sus pasos, pero discretamente, realizó un hechizo que hizo volar al anillo a su bolsillo.
Juntos sortearon un pasillo medio derruido y a varios cuerpos inertes. Godfrey le rogaba que no los mirara, pero Maude no podía ignorarlos. Ojos abiertos, sangre en el piso, objetos atravesados en la carne. Ella los conocía. A todos. Algunos incluso eran buenos. Solían darle dulces.
El castillo volvió a temblar y fue necesario que se arrojaran al suelo. Gatearon hasta unas escaleras y bajaron entre caídas y resbalones. Afuera el mundo era un Caos. Maude podía ver grietas en los muros y soldados muriendo abajo. Los brujos del Caos se defendían con magia, pero los mismos elementos estaban contra ellos. El viento, el agua y la mismísima piedra los atacaban.
Su hermano avanzaba firme, haciendo caso omiso de los gritos y los moribundos. Tenía una meta fija, pero ella tenía miedo y sus piernas temblaban tanto como su corazón.
Les costó algunos minutos llegar a las mazmorras. Un lugar lúgubre bajo tierra que resistía. Los gritos de auxilio de los prisioneros los recibieron. Maude intentó pararse, pero se tropezó con su vestido y terminó mirando directamente a uno de ellos. Su rostro cadavérico y dientes podridos la asustaron más de lo que creía posible.
—Maude —le llamó la atención su hermano —¡Quiero salvarte! No lo hagas más difícil.
Sin más se dirigió al fondo del pasillo abrió una de las celdas y mató al desafortunado ocupante. Maude tragó su saliva y su asco. Evitó por todos los medios mirarlo. Hace semanas que planeaban el escape. Desde que se había anunciado su compromiso con Cassian para ser exactos.
Godfrey había encontrado esa salida por una “casualidad”, el soborno le había salido caro, pero útil. Su hermano estaba arrodillado en medio de la celda, palpando entre lodo y suciedad algo desconocido. Ella quiso ayudarle, pero los gritos se reavivaron y ella decidió pegarse a la pared. Si no salían pronto, moriría de miedo.
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Editado: 12.10.2025