El pasadizo era estrecho y bajito. Maude que no era muy alta, apenas podía caminar erguida. Su hermano, en cambio, se arrastraba. Bajando los diminutos escalones y raspando con su cabeza el techo de piedra.
Las explosiones generaban unas vibraciones más notables ahí dentro. Maude se mordía los labios para no gritar. Sentía que en cualquier momento quedarían enterrados. Cada paso que daba requería de mucha fuerza de voluntad. Tenía que recordarse de respirar y no sucumbir al miedo. No serviría caer en la histeria.
El transcurso se hacía infinito. Cada vez más oscuro y profundo. Según ella, ya deberían estar bajo tierra. Esa idea le llenaba de terror. Los Inquebrantables podrían fácilmente sacarlos como gusanos. Ellos controlaban la tierra. Gimió por lo bajo. Ya no podía. Era demasiado.
Demasiado oscuro, estrecho y extraño. Sus manos palpaban las paredes encontrándose de vez en cuando con algo invisible que corría por sus dedos o se escabullía entre sus piernas. Ella solo cerraba lo ojos y apretaba los dientes. Sin embargo, cada vez se detenía más. Los gemidos de miedo solo salían y las manos de su hermano le empujaban. Ya se había rendido con las palabras de aliento y simplemente intentaba moverla.
Maude dio unos pasos más y se detuvo de golpe. Ya no podía continuar. No quería.
—Ya no puedo —susurró. Su cuerpo temblaba y su voz sonaba débil. Su hermano intentó ignorarla y volvió a empujarla, pero ya era imposible. —¡No! No, por favor. Moriremos aquí.
Estaba demasiado cerca de la histeria. Godfrey dejó de empujarla y de alguna forma la abrazó. Ella ya estaba llorando.
—¡No! ¡Ya basta, Maudy! Eres una maldita bruja y escaparemos de aquí.
Su hermano repitió varias veces esas palabras. Cada vez más alto, sacudiéndola, intentando que volviera a la realidad. Ella no dejaba de ver a los muertos, de escuchar la batalla, de pensar en Cassian. Las lágrimas caían a raudales. Ella jamás pidió esto y así lo dijo.
—Yo tampoco, pero no teníamos opción. Ahora levántate o te dejaré.
Esas palabras no eran vanas. Había algo diferente en su tono. Una sentencia. Maude se secó las lágrimas y parpadeó varias veces. Godfrey le miraba con una mezcla de ira y decepción.
—¿Qué?
—Lo que oíste. No moriré aquí, hermanita. ¿Entiendes?
Una nueva vibración hizo que ambos se callaran. El tiempo corría y ellos lo perdían gracias a ella.
— Voy a usar magia para sacarnos de aquí—dijo Maude tragando saliva. No sabía muchos hechizos, pero necesitaba algo de esperanza.
—No —dijo Godfrey serio. —Los Inquebrantables nos detectarían más rápido. Solo aceleraríamos nuestra muerte.
Maude sintió que el mundo se le caía. No podía avanzar. Sus piernas temblaban demasiado y su cuerpo no era tan fuerte.
—Por favor —suplicó. —No puedo hacerlo sola.
—No lo estás.
Godfrey la tomó de la mano y de alguna forma se le adelantó. Él le jalaba, mientras ella volvía a avanzar a trompicones. Ahora ni se atrevía a abrir los ojos. Solo rezaba no morir allí.
Paso a paso continuaron. Ella seguía llorando en silencio hasta que su hermano se detuvo. Por un momento, pensó que algo había pasado. Quizá ya no había camino y morirían. Atrapados. Sin comida. Sin esperanza.
—Llegamos —dijo Godfrey y Maude abrió cautelosamente los ojos.
Todavía estaba oscuro, pero una silueta de luz brillaba cerca. Pronto reconoció una puerta de metal. Estaban ya afuera. ¡Estaban vivos! Maude se arrojó hacia adelante y acarició la estructura.
Afuera el aire era puro y libre. Le prometía una nueva vida. Lejos de los maltratos y miedo. Quizá después de todo no morirían bajo tierra. Las lágrimas se reemplazaron con risas que rayaban en la locura. Su hermano también sonreía.
—Seremos libres —festejó Maude
—Cuando abramos la puerta. Ahora, hermanita. Déjaselo al maestro.
Maude sabría algo de magia, pero Godfrey era un maestro cerrajero. El mejor negociador y ladrón del castillo. Si alguien podía violar un cerrojo era él.
Metió la mano en su bolsillo y se puso a hurgar. Sacó un pequeño alambre de metal. Se acercó a la cerradura y comenzó a manipularlo. Los minutos pasaron y pasaron y la cerradura no brincaba. Maude volvía a ponerse nerviosa.
—¿Está todo bien?
—Necesito luz.
Su hermano volvió a rebuscar entre sus bolsillos hasta sacar un trapo. Dentro estaba envuelto un pequeño cristal que apenas descubierto lo iluminó todo. Maude se cegó por completo y retrocedió unos pasos hasta tropezarse. Su hermano en cambio lo manejaba con talento.
El fragmento de vidrio era robado. Un Magic descuidado lo había dejado abandonado en la mesa y Godfrey lo rescató. Se trataba de un objeto mágico que destilaba un tipo de magia diferente que la de ella. Así que no llamaría la atención de los Inquebrantables y tampoco a los Magics.
Pensando en eso a Maude se le metió una duda
—¿Crees que el candado este reforzado con algún hechizo?
Godfrey regresó a mirarla y torció su boca, pensativo. Era una gran pregunta.
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Editado: 12.10.2025