Cassian contemplaba el fuego de la chimenea. Sus manos estaban todavía sobre el frío cristal que hace rato no desprendía calor. Las explosiones habían terminado y las cosas deberían estar tranquilizándose. No sabía cuánto tiempo más tomaría, pero se estaba aburriendo.
Apartó la mirada de las llamas y se enfocó en el libro a su lado. Estaba escrito por su madre. Lo distinguía por las letras redondeadas y apretadas. Ni una sola mancha, dibujos perfectos, instrucciones claras. Cada vez que pasaba un dedo por la tinta la sentía cerca. El paso uno estaba completado. Todos los objetos de la antigua magia se habían destruido.
El ritual casi requirió toda su fuerza vital. Sin embargo, valía la pena. Todavía escuchaba las explosiones, saboreaba cada quemadura y, sobre todo, disfrutaba del desconcierto y del terror. De entre todas las maravillas había una en especial que no podía olvidar. Esa mirada asustada, la desesperación al intentar quitarse el anillo, incluso la expresión de su cara cuando se dio cuenta de lo que pasaba. No tenía precio.
—¿Crees que tarde demasiado? —preguntó a Edme.
La joven estaba frente a él. Tenía la mirada perdida en la bola de cristal. Al inicio se había sorprendido por las explosiones, pero después solo mostraba indiferencia. Cassian sabía que no lo disfrutaba, pero tampoco lo odiaba. Parecía estar soportando aquello por una causa mayor.
—No lo sé.
—Claro, nunca sabes nada.
Edme torció la boca y golpeteó con sus dedos la mesa.
—No es mi culpa no saberlo.
—Tampoco la mía.
Esa chica no estaba acostumbrada a los malos tratos a pesar de haber trabajado con su madre. Eso solo podía significar que era muy buena. Para Cassian era un enigma, tenía un conocimiento diferente al suyo, aunque habían tenido al mismo maestro.
—Prepararé té — anunció Edme y se levantó. Cassian de inmediato agarró su cuchillo. Los dos se quedaron quietos, evaluándose.
—Todavía no confías en mí.
—Sería un tonto si lo hiciera.
Edme soltó un bufido.
—Tienes razón. Yo tampoco lo hago.
Así sin más, continuó con su camino. Cassian gruñó por lo bajo. Esa chica sería un problema, deshacerse de ella sería lo más listo, sin embargo, por ahora la necesitaba. Solo le había revelado la primera parte del plan.
Cassian se quedó solo de nuevo. Volvió a ver la bola de cristal y nada. Solo esa bruma blanca que negaba la vista. Hizo una mueca y se volteó a buscar a Edme. En la cocina se escuchaba el sonido de las tazas y la tetera. Al parecer sí estaba preparando té. Eso significaba que tenía tiempo.
Con solo pensarlo se le subió el ánimo. En sus venas todavía corría el éxtasis de la magia. Se frotó las manos y buscó otra bola de cristal. Un buen brujo siempre tenía algunas por si se le rompían. Sacó una vieja y sucia, la limpió con su túnica y se concentró.
Hace semanas que tenía la conexión. Al principio fue algo incómodo, una especie de molestia dentro de su pecho. Le generaba una picazón que no podía alcanzar. Sin embargo, cuando hizo el hechizo y la vio a ella, se le ocurrió una forma útil para esa conexión.
Evocó en su mente la imagen de su prometida. Estaba en la cama intentando sacarse su anillo de compromiso. Gritaba y jalaba. Su piel humeaba y tardó demasiado en liberarse. Era tan excitante verla asustada e incapaz. Repitió el momento y lo detuvo justo cuando ella lo entendió todo.
En su palacio mental, él era el rey, podía detener estos recuerdos y concentrarse en los pequeños detalles. Ahí estaba ella, con esos enormes ojos cafés. Su boca apenas abierta lista para gritar. La huella roja en su dedo anular. Cassian se acercó a su forma y la tomó de la mano. Se concentró lo más que pudo para ver más allá de lo posible.
Al principio fue un solo destello, una luz que se escapaba de su control. Necesitó acercarse con calma y el vínculo invisible se retorció en su dedo. Así la sintió. Completamente vulnerable. Atada de pies y manos en un lugar muy oscuro.
—Hola preciosa —le dijo y ella abrió sus ojos. Su rostro adquirió un terror indescriptible. Movió su cabeza de un lado a otro buscándole ¿No le veía?
Cassian se acercó más. Hasta estar a centímetros de ella, sacudió su mano. Nada. Ella solo cerró los ojos y murmuró algo.
—Si me recuerdas, ¿verdad?
—¡Déjame en paz! —gritó ella como pudo tras la mordaza.
Esto estaba siendo todavía más delicioso. Se mantuvo molestándole un par de minutos, jugando con las sombras, reconociendo su ambiente, tocándola hasta que gritara. Las ataduras no la dejaban hacer magia. Estaba completamente a su merced.
—Pensaste que escaparías de mí. Pobre criatura.
La sostuvo de su delicada mandíbula. Ella respiraba apresuradamente. Intentó soltarse, pero su cabeza se pegó contra una pared invisible. Cassian estaba invadiendo su mente, pero de alguna forma podía hacerla actuar físicamente.
—Debiste quedarte conmigo. Mírate. Atrapada y tan… débil.
Ella gritó y luchó contra sus cadenas. Cassian la sujetó de la muñeca, sentía su fría piel contra la suya. Recorrió pulgada a pulgada su piel hasta llegar a la cadena. Su mano simplemente la atravesó como algo invisible. Podía verla, pero no sentirla y menos manipularla. Era… interesante. Con la suficiente práctica podría convertirla en una habilidad nueva.
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Editado: 24.11.2025