Era una gran coincidencia que Cyprian estuviera pensando en Emil y justo se apareciera. El joven se encontraba a punto de subir las escaleras cuando lo vio. El muchacho era hermano de uno de los héroes más grandes de Mosika y aunque siempre había estado en su radar, jamás le había prestado atención hasta unas horas antes.
Había terminado de informar sobre los ataques y la intervención de la Magic a los miembros del concejo cuando asomó Francisco. Era su mano derecha e informante personal, su mejor amigo, de hecho. Se había negado a tener un puesto alto en la guardia y prefirió quedarse en los rangos más bajos. “Seré tus ojos, hermano” le había dicho cuando Cyprian insistió en tenerlo a su lado. “Es entre los débiles donde comienza y termina la corrupción”. Francisco jamás le había fallado.
Esa tarde caminaron juntos de vuelta a su oficina, mientras su amigo le daba un informe conciso de los visitantes de la bruja. La mayoría eran soldados jóvenes y libidinosos que se acercaban a burlarse. Otros bajan con cuidado, silenciosos, temerosos incluso de su mirada. Desde que ella estaba encarcelada, Cyprian había ordenado a Francisco anotarlo todo. Tenía contabilizados incluso los gritos de dolor y los gemidos de súplica. Con los Magics nunca se podía estar seguro.
—Bien. ¿Algo más? —preguntó Cyprian. Francisco tenía algo que decirle, pero al parecer no se decidía.
—Una sospecha, más bien.
—Adelante.
—Hace unas dos horas dejé la guardia. Eran las primeras horas de la mañana y durante ese tiempo hubo un visitante.
—¿Quién?
—Emil, el hermano del héroe. Mi sustituto resulto ser… distraído. No se fijó mucho en la visita, pero me aseguró que susurraban.
—¿Susurrar? ¿A qué te refieres?
—No lo sé. Quizá el joven solo tenía miedo y la bruja se aprovechaba. Sin embargo, revisé las cadenas y están en orden.
—¿Pero? —Cyprian escuchaba la duda en la voz de su amigo.
—Sugiero mantenerlo vigilado.
—Bien. Vigílalo hoy en la fábrica.
No era difícil cambiar los turnos para que Francisco permaneciera con él en la noche. Así podría interrogarlo y desechar cualquier duda. Sin embargo, los planes tuvieron que cambiar. Un poco más tarde llegó un mensaje que no se podía ignorar.
Desde el momento que la vio, supo que era diferente. Su papel era diez veces de mejor calidad que la del rey. Estaba enrollada y atada con una fina cinta dorada y al tocarla brilló entre sus manos. Mágicamente se desenrolló y la tinta poco a poco fue revelándose.
La letra era perfecta y muy clara. Era la respuesta de los Inquebrantables. Agradecían la captura de la bruja y notificaban que un batallón se dirigiría a Mosika. Cualquier problema que tuvieran, se comprometían a ayudar, incluido la reconstrucción de la ciudad. A más tardar llegarían al amanecer.
Con eso en mente, Cyprian no tenía tiempo para preocuparse por un soldado susurrador. Llamó a su amigo para que estuviera a su lado. Por eso, era curioso que ahora se encontrara Emil.
Apenas le llamó, el joven se volteó mostrando un rostro muy pálido. Destacaba por sobre la venda ensangrentada de su cabeza. Tenía un aspecto tan preocupante que Cyprian pensó que se desmayaría en cualquier momento. Acortó la distancia y le sostuvo por el brazo.
—¿Se encuentra bien soldado?
Emil intentó apartarse, pero al final se dejó caer sobre su pecho.
—Es solo mi cabeza. A veces me mareó.
—Debería estar en el hospital. ¿Qué hace aquí?
—Exacto. ¿Qué haces aquí y no en el almacén? —intervino Francisco cruzándose de brazos.
—Se… Señor —tartamudeó el joven.
—Responde, muchacho—dijo Cyprian amablemente.
Antes de que Emil pudiera contestar, el piso se sacudió y un ruido abominable les dejó sin aliento. Cyprian soltó al joven y tardó varios segundos en reaccionar. El sonido se repitió, un silbido agudo que después explotaba. Tanto Francisco como él salieron del edificio, la ciudad estaba bajo ataque otra vez.
Entre la desesperación y el humo, Cyprian vio como el cielo se iluminaba de colores. Eran azules, verdes y rojos. Llamas chispeantes que se extendían por todas partes y desaparecían en algún momento. Los fuegos artificiales estallaban sin control y varios recorrían el suelo. Había transeúntes que gritaban intentando escapar de los cohetes.
Era la segunda vez en menos de una semana que su ciudad estaba en llamas y lo peor era que los Inquebrantables pronto llegarían. No era la imagen más competente. Ordenó a un grupo de guardias que lo siguieran y corrió a detener el desastre. Ya a medio camino se acordó de Emil y se preguntó si tendría algo que ver.
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Editado: 20.12.2025