La Bruja de Witchwood

Capítulo 1 - Encuentro con una bruja

Transcurrieron muchos años desde el incidente en el pueblo de Witchwood. Los woodeanos no volvieron a mencionar nada acerca de Meredith Lawrence debido a que se les prohibió hablar sobre el tema. Además, ¿quién querría hablar sobre algo tan desagradable? Lo único que querían era olvidar lo sucedido.

Los pueblerinos excluidos de tal historia no dejaban de pensar en la inexistencia de las brujas, siempre creyeron que eran solo historias y alguno que otro pensaba que dejaron este mundo hace mucho tiempo.

—Una noche hace varios días, estaba junto a mis colegas en una taberna del pueblo —Derek había comenzado a contar una espeluznante historia sobre su encuentro con una bruja. Todos los presentes lo escuchaban en silencio y con mucha atención, nadie quería perderse ni una palabra de lo que estaba narrando—. Habíamos tomado tanto alcohol que no éramos conscientes de nuestros actos —agarró la jarra de madera que el tabernero puso sobre su mesa y tomó un sorbo—. Mi querido colega —observó su lado derecho y señaló con un gesto a James, el amigo más apreciado de toda su vida—, esa noche me invitaron a mí y a unos cuantos hombres más para apostar a las cartas en la taberna de don Franklin. Ya era casi media noche, por lo que para despedirnos del juego y luego irnos hacia nuestros hogares, quisimos hacer una última apuesta —detuvo la narración por unos segundos y suspiró—. Ojalá nunca la hubiera aceptado.

Los que escuchaban la historia de Derek hicieron aún más silencio y se acercaron para oír con claridad lo que estaba por contar.

—Para no alargar la historia —prosiguió Derek—.  Perdí la apuesta.

—Aún no has dicho de que trataba —interrumpió una mujer mayor sentada frente a él.

Derek asintió dándole la razón a la anciana. Distraído, se le había olvidado contar esa parte.

—El que tenía la peor baraja en el juego tendría que subirse a la montaña y retar al diablo —sonrió—. Sé que es una apuesta bastante tonta pero estábamos borrachos, tal vez demasiado para ser sincero —movió su mano hacia atrás y hacia adelante—. Esa noche todos me acompañaron hasta el pie de la montaña, insistían en que tenía que cumplir con lo acordado y claro, yo como todo hombre rudo que soy —se echó una risa sarcástica, imitada por sus oyentes—, comencé a subir la cuesta sin pensarlo dos veces porque quería demostrarles que no tenía miedo de retar al demonio. Cuando llegué a la cumbre comencé a tener dudas, pero si no lo hacía, quedaría como un cobarde.

James se echó una carcajada.

—Yo hubiera preferido eso que retar al diablo.

Derek volteó a mirarlo y sonrió.

—Lo sé muy bien pero la valentía se me subió a la cabeza.

—Vaya que se te subió bastante —dijo James.

—Cuando por fin me animé a gritar maldiciones al aire tratando de enfurecer al demonio...

—Lo cual fue una muy mala idea —siguió interrumpiendo su amigo.

Derek asintió con una sonrisa.

—Cuando menos lo esperaba —los demás comenzaron a fruncir el ceño—, unas pisadas sobre hojas secas empezaron a oírse entre los árboles, seguidas por espantosas carcajadas.

Los presentes en la cantina abrieron los ojos en señal de asombro.

—Logré ver a una mujer que caminaba directo hacia mí —tragó nervioso al recordar ese momento—. “Hasta aquí llegué” fue lo único que pude pensar.

—No cabe duda —dijo un hombre que alzaba su voz para hacerse escuchar—, yo también habría pensado lo mismo.

—Es normal después de semejante suceso —añadió un anciano que también alzaba su voz.

—Entre más cerca de mi estaba esa mujer, más se congelaba mi cuerpo —continuó Derek—. Era una sensación bastante aterradora, claro está. Aun así, tuve la fuerza suficiente para salir corriendo de ese lugar.

—¿Lograste ver su rostro? —preguntó la anciana.

—No mucho. Pude ver las arrugas en su cara —puso su mano derecha sobre su mentón—. Ahora que lo pienso su cara tenía fracturas muy graves y el rostro bastante pálido.

Derek se percató de que ya era media noche, había sido un día cansado. Lo que más deseaba era volver a su hogar y sumergirse en un profundo sueño, así que se despidió de todas las personas de la taberna amontonadas para escuchar su historia y se encaminó a su casa.

 

 

Al llegar, abrió la puerta e ingresó. Se dirigió hacia la cocina, necesitaba una bebida para recuperar un poco de su energía. Secretamente, se dedicaba a entrenar para cazar brujas, pero no se lo decía a nadie porque no quería distracciones con los fanáticos a esta profesión. No tenía poderes, ni magia, pero era bastante hábil y rápido para combatir contra estos seres. Todas las mañanas recibía lecciones con Kyro, su Maestro. Las clases consistían en rutinas y procedimientos agotadores para su cuerpo, por lo que gastaba gran cantidad de energía.

«Hace mucho que no sé acerca de las brujas. ¿Qué habrá sucedido con ellas?» pensó mientras se preparaba el Evorgy, una antigua bebida relajante para los músculos, así podría descansar sin problema. Agarró el vaso y caminó hacia la sala de su casa, lo colocó en una mesita de madera y agarró una caja de cerillos, se puso en cuclillas y encendió la chimenea, se levantó, devolvió los cerillos a su lugar para luego sentarse en el sillón acolchonado frente al fuego.




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