La Bruja de Witchwood

Capítulo 2 - Un sueño extraño

El sol se levantó por encima de las montañas y sus rayos iluminaron la tierra. El canto de las aves comenzó a llegar al oído de las personas como una melodía de bienvenida al nuevo día.

Melissa se encontraba descansando en su cama y al escuchar los sonidos que provenían del exterior de la casa, abrió los ojos y despejó su vista, se acomodó de medio lado y contempló a la persona acostada frente a ella. Era un hombre joven de piel morena. Sonrió al ver que sus pies sobresalían de la sábana. Él medía casi dos metros, así que no era posible taparlo por completo. Este hombre había tenido problemas desde que era un niño, pasó toda su infancia en un orfanato y nunca conoció a sus verdaderos padres, ahora era todo un caballero que luchaba día a día para sacarla adelante a ella y a sí mismo.

«¿Qué está pasando?»

Miró a su alrededor y notó que estaba de pie en un camino de tierra en medio de un bosque con árboles de distintos tamaños y colores, en el que predominaba el amarillo, el verde y el rosado, y alguno que otro de un naranja gracias a sus hojas secas.

No sabía qué era ese lugar, pero esto ya estaba comenzando a ser algo normal para él. Últimamente lo soñaba muchas veces y siempre se trataba del mismo bosque, lo extraño era que siempre lograba avanzar un poco más antes de despertar.

Caminó por cinco minutos en dirección a una montaña que sobresalía por encima de la copa de los árboles. No sabía dónde estaba, tal vez subir a un lugar alto lo ayudaría a ubicarse.

Llegó a un sendero que se hallaba en medio de una hilera de árboles. Estaba cerca de llegar a la montaña, pero el movimiento de una silueta captada con el rabillo de su ojo derecho hizo que se detuviera en seco. Cerró un poco los ojos para enfocar mejor unas luces rosadas que destellaban detrás de los troncos de los árboles. Sintió curiosidad por saber de qué se trataba y al ver que no estaba a una distancia tan lejana, decidió adentrarse en el bosque en dirección a esa extraña iluminación.

Se acercó dando pequeños pasos, cuidando que sus pisadas no emitieran ningún ruido; fuera lo que fuese eso que emanaba del bosque, no quería llamar su atención. Cuando estaba cerca de llegar, escuchó risas que provenían desde unos cuantos metros delante de él. Su corazón se aceleró y daba fuertes latidos, un escalofrío recorrió todo su cuerpo. ¿Por qué habría alguien en medio del bosque riendo de esa manera? Tal vez una risa casual no sería tan extraña, pero esta no parecía venir de una persona cuerda.

El ambiente del bosque comenzó a tornarse oscuro. Supo que no se encontraba solo y al parecer la persona que había escuchado estaba loca, o al menos eso hacía notar. De pronto, los ecos dejaron de ser risas y pasaron a ser carcajadas. Sentía que alguien lo estaba observando y pensó que se estaban burlando de él.

Intentó localizar a la persona que las producía, sin embargo, la neblina que se apoderó del lugar segundos atrás no lo dejaba ver bien, lo único que podía hacer era escuchar el sonido de las hojas secas quebrándose al ser pisoteadas. Se adentró aún más en el bosque, escondiéndose entre los árboles y siguiendo el sonido de los pasos. De repente escuchó que las risas venían desde su derecha, se volvió al instante y se topó de frente con una persona. Era una mujer de unos cuarenta años, vestía un traje de cuero con guantes de color negro, tenía la tez tan blanca que su palidez daba la impresión de estar muy enferma. Sus ojos eran de un verde oscuro y su pelo de color negro, aunque gran parte también era de color blanco. Una característica llamativa al verla, fueron las pequeñas heridas de cortadas en su rostro. Era como si su piel fuera de vidrio y se hubiera quebrado en ciertas zonas.

«¿Las risas eran de ella?». Fue lo primero que pensó al observarla a pesar de no ser una pregunta con una respuesta fácil. Aunque mostrara un aspecto escalofriante, parecía que estaba bastante bien de la cabeza, es decir, no daba señales de estar loca. No podía saber con certeza si fue la persona que llamó su atención con las extrañas carcajadas minutos atrás. Sacudió la cabeza para alejar los pensamientos. Fuese o no la causante de esas escalofriantes risas, no tenía otra opción más que hablarle y descubrir dónde se encontraba, tragó con dificultad y con valentía le dirigió la palabra.

—¿Podrías decirme dónde estoy?

La mujer clavó en él una mirada tan profunda y áspera que sentía que le estaba penetrando el alma.

—¿Qué es este lugar? —siguió preguntado mientras se acercaba, aunque no lograba recibir respuesta.

Ella no dejaba de verlo con esos ojos verdes penetrantes que poseía. Cuando ya estaba a punto de llegar a donde se ubicaba, la mujer comenzó a correr por el bosque dando largas zancadas; sin pensarlo mucho se puso en marcha detrás de ella, intentando alcanzarla. Para su sorpresa corría a una velocidad que él apenas podía seguir. La escuchó reírse de nuevo mientras se escabullía por la arboleda. Su risa, cada vez era más horrorosa; no era algo normal escuchar a una mujer reírse de esa manera. La siguió durante dos minutos sin perderla de vista, pero al pasar por un rótulo que tenía escrita únicamente una palabra, ella desapareció sin dejar rastro. Él al no verla más y al no saber su paradero, se detuvo delante del letrero y leyó.

«¿Witchwood?» .

—¡Despierta, Warren! —movió el cuerpo de su esposo de un lado a otro intentando despertarlo—. ¿Qué es Witchwood? Comenzaste a gritar esa palabra.




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