La Bruja de Witchwood

Capítulo 3 - Entrenamiento

El sol estaba en el punto más alto del cielo, tiñendo de color dorado los edificios y los techos de las casas de la ciudad de Linkfill. El ambiente era cálido, no demasiado caliente y gracias a los rayos de sol, tampoco frío, estaba a una temperatura perfecta.

Derek, acostado en su cama a pesar de que ya era medio día, había tenido una noche agotadora, así que pensó que dormir un poco más de lo habitual no le sentaría mal.

El sonido de un ¡bum! causado por la rueda metálica de una carroza al golpear una piedra hizo que Derek despertara de golpe. Se levantó de su cama y miró el exterior desde la ventana que se encontraba en su dormitorio, se percató de que la posición del sol apuntaba a poco más de medio día. Se sobresaltó al darse cuenta de que ya se le había hecho tarde para acudir al entrenamiento. Se vistió lo más rápido que pudo con el traje negro que guardaba en su armario, se dirigió corriendo a la cocina para preparar y tomarse la bebida Evorgy y se retiró corriendo de su casa.

«Espero que Kyro no se enfade conmigo»

De camino, pasó por un pequeño pueblo llamado Nam, en el cuál vivía su mejor amigo. La mayoría de las casas eran de madera y de dos plantas, con un pequeño patio frontal de pasto verde; a la mitad de este último, había un estrecho camino de tierra que terminaba al pie de unas gradas de madera frente a la puerta principal. Derek se detuvo en una de las casas y se acercó para tocar la puerta.

—¡James!

Llamó a su amigo, pero no recibió respuesta. Se asomó por una ventana y no divisó nada, así que tocó una vez más. Una voz sonó en el interior.

—¡Ya voy!

La puerta se abrió un poco, una persona de tez blanca y de baja estatura asomó la cabeza. A Derek siempre le había dado gracia ver que su amigo tenía el pelo escaso, llegando al punto de quedarse calvo. Nunca supo si fue hereditario, pero su pelo nunca crecía. En cambio, él poseía una cabellera larga de color negro que siempre peinaba en una pequeña cola en la parte de atrás. Sentía que tener el pelo así de largo le combinaba bien con la tez morena y con esos ojos negros brillantes que solían caracterizarlo. Otra cosa que también le causaba gracia, era el hecho de que su amigo tenía un poco más de metro y medio de estatura, mientras que él medía casi dos metros. Consideraba que eran muy diferentes en todos los sentidos, aunque esto no evitaba que la amistad que había entre los dos creciera, hacía que se llevaran mejor. A veces los polos opuestos se complementan muy bien.

—Me asustaste. Creí que era alguien más —abrió por completo la puerta.

—Ya es tarde —le advirtió—. ¿Estás preparado?

—Sí. Solo déjame ir por mis cosas —agarró el abrigo y un pequeño bulto de cuero que se encontraba sobre la mesa de la sala—. Vámonos —salió y cerró la puerta.

—Espero que Kyro no se enoje conmigo por ir tarde —comentó mientras caminaban.

—¿Cuánto te falta para estar listo? —preguntó James—. Llevas bastantes años entrenando con él. ¿En algún momento te dará el visto bueno y te dirá que ya no necesitas entrenar más?

—Tengo bastante conocimiento, pero no el suficiente —hizo un ademán de impotencia con las manos—. Hay muchas técnicas que necesito aprender.

—Llevas años entrenando, Derek. Estás con él desde que eras un joven —le dio un suave puñetazo en el hombro—. Además, nunca has fallado en los trabajos que Kyro te ha puesto. Es probable que en algún momento cercano llegue a considerar que no necesitas más práctica.

—¿Has visto esa espada rosa que guarda en su habitación? —sonrió—. Me dijo que algún día me pertenecería. Es una reliquia que ha sido utilizada por cazadores desde hace muchos años y que ha venido pasando de dueño en dueño a lo largo del tiempo —cerró su mano con fuerza y la levantó—. Quiero ser digno de tenerla.

Después de un rato de caminar, llegaron al espacio abierto que utilizaba Kyro para impartir sus lecciones. El lugar era plano y estaba rodeado de árboles. No tenía ninguna construcción, ni personas viviendo cerca; por eso Kyro consideraba que era un buen lugar para entrenar sin preocupaciones.

Derek miró que su Maestro se encontraba de pie en el centro del claro. Era un anciano de unos setenta años, su pelo y su larga barba eran de color blanco. Una de las características que lo definían era que siempre, estuviera donde estuviese, usaba prendas de color negro. Decía que ese color representaba a los cazadores.

—Llegas tarde —mencionó Kyro—. A pesar de ser un hombre de veintisiete años, por dentro sigues siendo un niño inmaduro despreocupado de su deber.

—Lo siento, Maestro —agachó su cabeza con arrepentimiento—. No era mi intención llegar a esta hora.

—¿Anoche estuviste en una taberna contando tus relatos y tomando esa bebida que te pone tonto, no? —su rostro se tornó serio—. Además, ¿no te he dicho que no debes mencionar nada acerca de esos sucesos? Nuestro deber es combatir a esas personas de la manera más discreta posible. No queremos fama, ni distracciones.

—Lo sé, Maestro —levantó la cabeza y lo miró a los ojos—. Por eso no cuento cómo pasaron en realidad. Lo narro de una forma distinta para que los oyentes entiendan que son relatos inventados cuyo único propósito es entretener.

—Olvidémonos de eso —hizo un ademán con las manos como si estuviera ahuyentando el tema—. No quiero perder más tiempo hablando sobre cosas sin sentido —metió la mano en su bolsillo derecho y sacó un pequeño saquito de tela que contenía un polvo de color celeste brillante—. Hoy quiero enseñarte a preparar el Bris. Nunca se sabe en qué momento lo necesitarás y no lo tendrías disponible.




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