Eveline perdió la cordura desde la noche en que encontró el cadáver de sus padres. No aceptaba el hecho de que su amada madre ya no estuviera ahí con ella.
Pasaba los días y las noches encerrada en su habitación. Los caminantes de la región afirman escuchar los gritos de la niña después de que se ponía el sol.
Al no tolerarla más, decidieron hacer algo al respecto. A pesar de ser solo una infante, se infiltraron en su casa, la sujetaron y la internaron en un manicomio alejado del pueblo. Ya nadie quería tenerla cerca, ya nadie quería escucharla más.
El manicomio era un edificio grande de piedra rodeado de árboles perennes. En el interior, el lugar estaba conformado por cientos de habitaciones en las que encerraban a las personas que consideraban locas, peligrosas, mortíferas, dañinas.
A Eveline la tenían prisionera en un dormitorio pequeño que solo contaba con un inodoro y una cama. Todo bastante incómodo, no era un sitio en el que se preocuparan por el bienestar físico o emocional de las personas ahí cautivas.
Al inicio, no le importaba residir en el pequeño cuarto, porque cada día que pasaba, era un día más en el que planeaba su venganza contra la mujer que había asesinado a sus padres. No pensaba en otra cosa. Juró que los vengaría e iba a conseguirlo a cualquier precio.
No sabía cómo activó aquella vez su poder, al hacer que su casa temblara. No tenía conocimiento, ni control sobre este, no comprendía cómo usarlo. En toda su vida, ni una sola vez pasó por su pensamiento el manejar habilidades especiales; la muerte de sus padres y la furia que sintió ese día, hicieron que la puerta que encerraba los poderes en su interior se abriera.
El tiempo transcurría y Eveline llevaba casi una década recluida en ese lugar. Ahora era toda una mujer de dieciocho años. Lo que al inicio no la alteraba, después de tantos años, ya la estaba volviendo loca. No soportaba seguir ahí, aunque todavía no dominaba por completo su poder como para conseguir escapar del manicomio.
De vez en cuando trataba de concentrase, lo único que lograba era crear una pequeña bola de luz morada o mover unas piedras pequeñas en su habitación. Nada útil para escapar.
Una noche, sin esperarlo, la puerta de su habitación se abrió de golpe. Ingresaron tres hombres que trabajan en el manicomio, hombres fornidos y brutales, e intentaron violarla.
—Agárrenla fuerte —dijo uno de ellos abriéndose el pantalón—. Ella será nuestra esta noche.
Aquello fue una horrorosa experiencia para Eveline. Hizo que se enfermara aún más, pero a ningún funcionario le importaba: para ellos la joven no era más que una loca, y si moría, era algo menos de qué preocuparse.
Unos meses después de esa horrible noche, Eveline descubrió que estaba embarazada. Cuando se percató de esto, no pudo hacer más que llorar. Desde que esa mujer apareció en el mercado, su vida no había hecho otra cosa que empeorar.
Estaba muy enferma como para utilizar sus poderes y hacer algo al respecto. No le quedaban más opciones que esperar encerrada hasta el nacimiento del bebé.
Cuando cumplió los ocho meses de embarazo, empezó a escuchar una voz que la llamaba. Sentía ansiedad al tratar de seguir la voz, inútilmente intentaba llegar a ella. Su encierro en el manicomio era el factor determinante, además, su estado de embarazo estaba muy avanzando y casi no podía ni moverse. Al ser consciente de la gravedad de su impotencia, decidió acostarse sobre la cama y finalmente descansar un poco.
En la mañana del día siguiente, Eveline volvió a escuchar la voz. Le susurraba cosas al oído, le decía que no merecía estar encerrada, que los humanos no eran nada comparados con el poder que poseía. Al oírlo y recordar todo el daño provocado por aquellos hombres, nació un gran odio hacia las personas que la rodeaban. Su cuerpo empezó a brillar y las paredes del sitio comenzaron a derrumbarse, haciendo que cayeran grandes fragmentos de roca. Se escuchaban los gritos y lamentos de las personas bajo los escombros. El manicomio entero se vino abajo. ¿El enojo liberaba su poder? No lo sabía, pero sentir cómo invadía su cuerpo, hizo que esa puerta interior volviera abrirse. Creó destellos morados que destruían todo lo que tocaban.
Eveline se puso de pie y se dejó guiar por esta misteriosa voz, a pesar de no reconocerla, sentía que debía seguirla. Logró salir del manicomio antes de que se derrumbase por completo y enterrara a todas las personas en el interior.
La voz provenía de una arboleda ubicada en las afueras del manicomio. Decidió ponerse en marcha detrás de esta. Después de caminar un tanto, pasó cerca de un letrero que decía Witchwood y se encontró de frente con una casa pequeña. Recordó que una vez había soñado con la misma construcción. ¿Esto significaba algo bueno o algo malo? No lograba comprenderlo, pero se sentía físicamente muy mal como para pensar en ello, así que se acercó a la humilde choza.
De esta salió una mujer de tez blanca, con el pelo largo de color negro canoso y tenía puesto un vestido de cuero negro opaco bastante elegante. La recibió en la entrada de su morada. Una punzada se produjo en la cabeza de Eveline, un recuerdo pasó por su mente sin ser del todo claro. Sintió que esa mujer delante de ella no era una desconocida, pero estaba tan enferma y cansada que no lograba enfocarse.
—¿Qué haces en un sitio tan abandonado como este? —preguntó la mujer, sacándola de su ensimismamiento.