La Bruja de Witchwood

Capítulo 20 - Espectros

El sol estaba llegando a su punto máximo en el cielo, alumbrando con su hermoso color naranja el exterior del refugio. A pesar de que las personas tenían prohibido ir a las afueras de este, la estructura tenía en el techo aberturas que dejaban pasar la luz, haciendo que las personas sintieran el calor que el sol brindaba.

Eveline se encontraba caminando por los pasillos del refugio. Venía saliendo de la biblioteca, en la cual estuvo leyendo varios libros. Interrumpió su lectura porque necesitaba hablar con Warren, así que fue a buscarlo.

Al pasar por el frente de una habitación, escuchó que una voz salió del lugar. Se trataba de un anciano. Estaba sentado en el sillón de su dormitorio. Era un hombre con una edad bastante avanzada, su pelo era blanco en su totalidad y su piel estaba llena de arrugas.

—¡Joven! —la llamó el anciano con voz carrasposa—. ¿Me podrías ayudar?

Eveline asintió y se adentró en la alcoba del hombre, para descubrir qué necesitaba.

—¿No sabes si ha llegado a este refugio una mujer llamada Karell Meins? —preguntó.

—¿Karell? —negó con la cabeza—. No, no he escuchado que nadie se llame así.

—Es mi hija —añadió el viejo—. Dijo que iría a buscar a su madre, que la traería al igual que a mí a este albergue.

—Lo siento, no sé si ella ya ha vuelto. Hasta el momento no ha ingresado ninguna persona al refugio.

El viejo dio un largo y fuerte suspiro de decepción. Miró a Eveline con ojos llorosos y comenzó a contarle.

—Verás, andábamos merodeando por varios pueblos, en busca de un sitio seguro. Encontramos una casa en buen estado. Nos instalamos en ese lugar por un tiempo. Todo iba bien, teníamos comida, agua, donde dormir; pero comenzaron las desgracias —alzó una de sus manos explicándose—. Una gran cantidad de esas criaturas pasaron por donde estábamos escondidos. Muchos de ellos se quedaron cerca, y de vez en cuando registraban las estructuras por lo que teníamos que ocultarnos aún más —sacó del bolsillo de su camisa un papel con los rostros de su esposa y su hija—. Ella un día salió en busca de comida, porque nos habíamos quedado sin provisiones y cuando regresó, nos trajo la noticia de que cerca existía un albergue. Dijo que era grande y resistente —señaló con su dedo a la anciana del papel—. Mi esposa estaba enferma, así que tuvo que esperar un poco más. Karell me traería primero a mí, y luego iría en busca de su madre y por lo que me dices, no ha vuelto y lo más seguro es que le haya pasado algo —la preocupación hizo presencia en el rostro del anciano y una lágrima bajó por su mejilla—. ¿Puedes ir al exterior y encontrarla? Por favor, te lo suplico.

—Trataré de hacer algo —miró al anciano y le dedicó una sonrisa apagada—. No te puedo prometer nada. En este momento es muy peligroso salir de aquí.

Cuando Eveline terminó de decir estas palabras, se escuchó una explosión que provenía de la entrada principal. Las personas del lugar corrían de un lado para otro, atónitas. Eveline asomó su cabeza por el marco de la puerta para ver qué era lo que había sucedido. Se percató de que la pared de fuego que creó Warren fue destruida y que los espectros estaban invadiendo la estructura.

Se volvió hacia el anciano y susurrando le dijo:

—Escóndete y no salgas.

Él asintió y se escondió debajo de la cama. Eveline salió corriendo en busca de sus amigos.

«¿Por qué Warren no aparece? Lo necesitamos» 

Llegó al dormitorio donde se encontraba Evoleth y abrió la puerta de golpe.

—¿Dónde está Warren?

—Anda en el exterior —respondió Evoleth—. ¿Por qué?

—¿No oíste la explosión? —su tono fue alto y poco amistoso—. Los espectros han logrado filtrarse en el refugio.

Evoleth se asomó por la puerta y miró todo el desastre que estaba ocurriendo. Cerró la puerta y se acercó de nuevo a donde estaba Eveline—. Lo envié a buscar unas cosas, no ha vuelto.

—¿Cosas? —gruñó—. ¿Qué cosas?

—Bill me entregó esta libreta que contiene recetas para crear pócimas —le explicó—. Sentí que era buena idea prepararlas para cuando pasaran cosas como esta.

Eveline caminó dentro del espacio hacia el dormitorio y notó que no había nadie. Se volvió hacia Evoleth y preguntó.

—Por cierto, ¿dónde está Bill?

—Ya él no está aquí —le explicó—. Está en su propia habitación. Se la otorgaron hace dos días.

—Bien. Entonces ve con él y ocúltense. Esperemos que no los encuentren.

Evoleth asintió y se dirigió hacia Bill.




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