La Bruja de Witchwood

Capítulo 30 - Propuesta

Warren llegó a la alcoba de Gifford y enseguida golpeó con su puño la puerta. Esta se abrió de inmediato, como si estuvieran al otro lado esperando su llegada.

—¡Warren! —dijo Gifford—. Me alegro de que estés bien.

—No lo estaría si no fuera por Evoleth.

—No sabía que ella era sanadora —le hizo un ademán con la mano para que pasara—. Pensábamos que esa raza había desaparecido por completo, me alegro de que no sea así.

—Yo también me alegro de que no sea así, Milord —ingresó a la habitación.

—Ya hablaremos de ese tema en otro momento —cerró la puerta y caminaron hacia la sala—. Te he llamado porque quiero presentarte a una persona. Sé muy bien que querías conocerla y recién llegó de su viaje.

—¿Mi padre? —interrumpió Warren arqueando las cejas y abriendo sus ojos.

—Ve y compruébalo tú mismo —señaló con su dedo el comedor—. Lo encontrarás allí.

Warren ingresó en el espacio. Estaba ansioso por conocer a su padre, era algo que siempre había querido hacer y era el momento de cumplirlo.

En una silla se encontraba sentado un hombre de unos sesenta y ocho años, quien a pesar de su edad se veía bastante joven. Los magos no solían envejecer tan rápido como los humanos. Sus ojos eran de color negro brillante.

 Notó que estaba vestido de la misma manera que Gifford, cubría su boca con una parte del mismo traje. Warren se fue acercando despacio. No podía creer que ahí en frente de él estaba su padre. Una sonrisa comenzó a notarse en su rostro.

—¿Zayrus? —preguntó.

El hombre se destapó la boca para dejar ver su rostro completo. Tenía un bigote de color blanco bastante cuidado. Se puso de pie y dejó ver que era un hombre alto.

—Te has hecho todo un hombre, Warren —dijo sonriendo.

Warren se acercó aún más a él, quedó a unos pocos pasos de su ubicación.

—Siempre quise conocerte —le confesó.

—Diría lo mismo pero te conozco desde que eras un bebé —se encogió de hombros—. Siempre te vigilaba para cuidarte.

—Yo nunca noté tu presencia —dijo Warren.

—No quería que te asustaras al verme. No sabías en ese entonces que la magia existía. Habría sido raro para ti haberme visto y quise que descubrieras tus poderes por ti mismo, era lo mejor. Aunque estuviste una vez muy cerca de descubrirme.

—No me digas —se tapó su boca con ambas manos en señal de asombro—. Eras esa sombra que vi en la ventana cuando estaba en la casa de Bill.

—Bueno, no hablaba de ese día, aunque también fui yo —rió a carcajadas.

—¿Qué hacías ahí? —le preguntó Warren.

—Yo fui el que te dejó la palabra escrita con cenizas.

—¿Para qué harías eso?

—Sabía que si te dejaba esa señal te irías de ese lugar. Sé que sonará raro pero siempre me comuniqué con tu amigo Bill.

—¿Bill sabía acerca de todo esto?

—Sí, Warren. ¿En serio creíste que Bill sabía tanto de magia por leer libros? —preguntó Zayrus de forma sarcástica.

—La verdad es que sí, ¿cómo sabias que yo acudiría a Bill cuando descubriera mis poderes?

—Te conozco desde bebé, Warren. Sabía muy bien que pensarías en pedirle ayuda a él.

—Bueno. Aun así, no entiendo el mensaje de ayuda que dejaste ese día.

—Antes de que desaparecieran los sanadores de este planeta, al igual que tú varios bebés fueron enviados a la Tierra. Con el pasar del tiempo muchos no lograron adaptarse y murieron.

—¿Puedes ir al punto de este tema de una vez? —interrumpió Warren bromeando.

—Disculpa —dijo Zayrus riéndose—. Bien, mi mejor amigo era un sanador y murió en una de las guerras de este mundo. La raza Sanadora se extinguió, incluyendo a mi mejor amigo, y le prometí que me encargaría de cuidar a su hija —se rascó la barba y miró hacia arriba, pensativo—. Aunque viéndolo bien, la raza nunca se extinguió del todo. La bebé era la última de su especie.

—¿Estás hablando de Evoleth? —preguntó Warren arrugando el entrecejo.

—Cuando supe sobre el ataque de Meredith —prosiguió— me comuniqué con Bill. Ambos planeamos en que yo te dejaría el mensaje escrito con cenizas y él te llevaría en busca de Evoleth, así la conocerías y la ayudarías a sobrevivir en ese planeta hasta traerlos de regreso al Reino Firedolt.

—Y después enviaste a Leittor por nosotros, ¿cierto?

—Exacto.

—¿Por qué tardaron tanto en traernos de regreso?

—Ya te lo dije, Warren. Necesitaba que descubrieras tus poderes antes de traerte a casa.

—Pude haberlos descubierto aquí.

—Aquí no pueden entrar humanos de otros planetas, Warren, no va con las leyes.

—Pero yo no era un humano, solo no tenía aún mis poderes —lo miró con seriedad—. ¿Y qué me dices de Bill? Él se encuentra en este planeta en este momento. No me digas que es un mago también.




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