El segundo día amaneció con un clima más hostil. Una neblina espesa cubría todo, y la caminata planificada se volvió un reto. El frío calaba los huesos y algunos comenzaron a sentir que las mochilas pesaban más de lo normal. Tony trataba de animar al grupo, recordándoles que la naturaleza también ponía pruebas, pero en el fondo, él también sentía que algo estaba mal.
Durante el día hicieron juegos, exploraron y hasta se atrevieron a bañarse en la laguna helada, pero el ambiente nunca dejó de ser extraño. Cuando llegó la noche, organizaron una caminata nocturna. El sendero parecía interminable, y por momentos juraron haber visto las luces del campamento. Sin embargo, cuando llegaron, algo estaba diferente: las carpas estaban abiertas, revueltas, pero nada había sido robado. Solo parecían… manipuladas.
El miedo fue inevitable. Nadie quería dormir, y algunos comenzaron a decir que no era seguro quedarse. Sin embargo, no había forma de bajar en plena noche. Entre susurros, todos coincidieron en que alguien —o algo— había estado dentro del campamento mientras ellos no estaban.
Editado: 01.09.2025