Siguiendo un sendero oculto por la neblina, Antonio llegó a un río que parecía absorber la luz de la luna. Las aguas eran oscuras, reflejando no el cielo, sino sombras en movimiento. El libro advertía sobre el “Río de Sombras”, un lugar donde los miedos se manifestaban y podían atrapar a quienes no tenían suficiente control sobre su espíritu.
Cada paso sobre las piedras resbaladizas hacía que sombras surgieran de las aguas, adoptando formas monstruosas: bestias que rugían y manos que emergían del río intentando arrastrarlo. Recordando el libro, Antonio recitó un encantamiento de protección y avanzó, sintiendo que la corriente intentaba desviarlo.
Al otro lado, una plataforma de piedra sostenía un cofre antiguo. Antonio lo abrió y encontró un medallón con símbolos idénticos a los del libro. Era un amuleto de protección y poder, que permitiría invocar la ayuda de los espíritus del Ávila en momentos de peligro.
La bruja apareció nuevamente, esta vez al borde del río, y con una voz que sonaba como el murmullo del agua le advirtió:
—El poder no es gratuito. Lo que obtienes también puede convertirse en tu carga. Solo los que comprenden este equilibrio sobrevivirán.
Antonio colocó el medallón sobre su pecho y sintió una conexión inmediata con el bosque: como si ahora parte de él compartiera los secretos y fuerzas de aquel lugar sagrado.
Editado: 01.09.2025