Una tormenta inesperada se desató sobre el Ávila, con ráfagas de viento y lluvia intensa. Antonio intentó descender, pero los caminos se volvieron traicioneros, y la bruja apareció en medio de la tormenta, guiándolo con su voz a través del rugido del viento.
—El conocimiento no se entrega sin esfuerzo —gritó sobre la tormenta—. Quien desee conservarlo debe demostrar que puede resistir incluso la furia de la naturaleza.
Cada paso era un desafío: piedras resbaladizas, ramas que caían y la lluvia que cegaba la vista. Sin embargo, Antonio avanzó, guiado por la confianza que el bosque había depositado en él. La bruja lo observaba en silencio, su figura desapareciendo y reapareciendo como un reflejo de la tormenta misma.
Al llegar a un refugio natural, la tormenta cedió. Antonio estaba empapado, exhausto, pero lleno de una sensación de triunfo. Sabía que la montaña lo había probado, y que ahora estaba más preparado para el último encuentro con los secretos de la bruja.
Editado: 01.09.2025