En el claro final, donde la luna iluminaba la hierba húmeda, la bruja reveló su verdadera forma: no una anciana siniestra, sino una mujer joven con ojos profundos y llenos de sabiduría.
—He protegido este bosque durante siglos —dijo—, y ahora has demostrado que mereces conocer la verdad. La bruja del Ávila no es un mito de terror, sino un guardián del equilibrio.
Antonio escuchó mientras ella le contaba cómo los humanos, ignorando la naturaleza, habían despertado fuerzas que podrían destruir la armonía del bosque. Cada hechizo, cada ritual, había sido un intento de enseñar respeto y comprensión.
—Ahora tú eres parte de esta historia —continuó—. Dependerá de ti proteger lo que yo he cuidado, y de transmitir a otros que la naturaleza es sabia, y que sus secretos no son para jugar, sino para honrar.
Antonio sintió que su vida cambiaba para siempre. No solo había enfrentado el miedo, sino que había aprendido la importancia del equilibrio entre el hombre y la naturaleza.
Editado: 01.09.2025