La bruja loca

El sementerio de los susurros

El pueblo del Topacio había recuperado su calma, pero una inquietud persistía en el aire. Aquel día, decidí visitar el viejo cementerio que se encontraba al borde del bosque, un lugar envuelto en leyendas y misterios. Las mariposas, siempre a mi lado, danzaban alrededor, como guardianes de los secretos que el lugar albergaba.

Mientras caminaba entre las lápidas cubiertas de musgo, sentí una presencia familiar. Allí estaba Neve, el gato blanco que me había guiado en la aventura contra la bruja de la nieve. Sus ojos brillaban con un fulgor inusual.

“¿Por qué has venido aquí?” pregunté, sintiendo una mezcla de curiosidad y temor.

“El cementerio es un lugar de conexión,” respondió Neve, su voz suave resonando en el silencio. “Aquí, los vivos y los muertos se entrelazan. He sentido que algo antiguo se agita en las sombras.”

Me acerqué a una lápida en particular, su inscripcción desgastada por el tiempo. “¿Quién era?” inquirí, con la esperanza de que Neve pudiera desvelar el misterio.

“Es la tumba de una anciana sabia, conocida por sus conocimientos sobre la magia de la vida y la muerte. Se dice que sus espíritus guardianes aún vagan por aquí, guiando a aquellos que buscan respuestas.”

De repente, un suave susurro se escuchó, como el murmullo de hojas al viento. Las mariposas se agruparon alrededor de mí, sus alas creando un remolino de color. Neve se mantuvo alerta, sus orejas enhiestas.

“¿Escuchas eso?” pregunté, sintiendo que el aire se cargaba de energía. “¿Qué significa?”

“Es un eco del pasado,” dijo Neve, con su mirada fija en la distancia. “Quizás el espíritu de la anciana desea comunicarse.”

Siguiendo su intuición, avancé hacia el centro del cementerio, donde un viejo roble se alzaba majestuoso. Sus ramas parecían abrazar el cielo. Allí, las mariposas comenzaron a revolotear en un patrón rítmico, como si danzaran al compás de una melodía olvidada.

“Debes concentrarte,” aconsejó Neve. “Permite que la energía fluya a través de ti.”

Cerré los ojos y respiré hondo, sintiendo cómo el viento acariciaba mi piel. Visualicé el vínculo con la anciana, con cada mariposa y con Neve. “¿Qué deseas que sepa?” murmuré.

Las mariposas emitieron un suave resplandor, y el viento llevó consigo palabras suaves, casi imperceptibles. “La unión de los corazones es la verdadera magia,” resonaron las voces. “Recuerda siempre el poder que reside en la comunidad.”

Abrí los ojos y miré a Neve. “¿Escuchaste eso? La anciana nos está diciendo que debemos mantenernos unidos.”

“Es un mensaje importante,” asintió Neve. “A veces, el pasado regresa para recordarnos lo que hemos aprendido.”

A medida que el sol comenzaba a ocultarse, las sombras se alargaban, y el aire se tornaba fresco. Decidí que era momento de irme, pero antes de dar un paso, un brillo captó mi atención. Un pequeño cristal, medio enterrado en la tierra, emanaba un suave resplandor.

“¿Qué es eso?” pregunté, agachándome para recogerlo.

“Es un fragmento de la energía de la anciana,” explicó Neve. “Un regalo para aquellos que buscan la sabiduría y la conexión.”

Lo sostuve en mis manos, sintiendo su calor. “Lo llevaré conmigo. Es un recordatorio de que siempre debemos luchar juntos.”

Con el cristal en el bolsillo y Neve a mi lado, salimos del cementerio. Las mariposas nos acompañaron, llenando el aire de vida y color. Sabía que, aunque los retos nunca cesarían, la magia de la comunidad y el recuerdo de los que vinieron antes nos darían la fuerza necesaria para enfrentar cualquier amenaza.

La noche se cernía sobre el pueblo, y con ella, la promesa de nuevas aventuras.

La Noche de las Sombras

El aire se sentía diferente en el pueblo del Topacio, como si una energía desconocida vibrara bajo la superficie. A medida que se acercaba Halloween, una inquietud crecía en mí. Sabía que la bruja de la nieve, con su risa helada y sus planes oscuros, no se rendiría tan fácilmente.

Aquella noche, mientras las mariposas danzaban alrededor, el pequeño cristal que había encontrado en el cementerio brillaba suavemente en mi bolsillo. Sentí que su calor me conectaba con la anciana sabia y su legado de unión. Pero el momento de tranquilidad pronto se vio interrumpido.

Un viento gélido barrió el pueblo, haciendo que las mariposas se agitaran inquietas. Neve, mi fiel compañero, se erguía en alerta. “Algo se acerca,” susurró, sus ojos verdes brillando con una intensidad casi sobrenatural.

No pasaron muchos minutos antes de que la bruja apareciera, su figura envuelta en sombras, como un espectro que desafiaba la luz. “Evangeli,” llamó, su voz resonando como el crujir del hielo. “He venido por el cristal. Esa piedra es el vínculo entre los mundos y me pertenece.”

Sentí un escalofrío recorrerme. “Nunca te lo daré,” respondí, con más valentía de la que realmente sentía. “Ese cristal representa la fuerza de nuestra comunidad.”

La bruja rió, un sonido helado que hizo que las mariposas se dispersaran por un momento. “Crees que tus mariposas pueden protegerte de mí. Pero no sabes el poder que poseo.”

“Puede que subestimes el poder de la unión,” le respondí, aferrando el cristal con fuerza. En ese instante, las mariposas comenzaron a congregarse a mi alrededor, creando un torbellino de color y luz. Sus alas brillaban con un resplandor casi mágico, formando un escudo a mi alrededor.

La bruja extendió su mano, intentando atrapar la luz que emanaba de ellas. Pero algo en su expresión cambió cuando las mariposas comenzaron a danzar de manera más frenética, como si estuvieran protegiéndome. “¡No!” gritó, y la sombra que la rodeaba comenzó a temblar.

“Tu magia es débil frente a la verdadera conexión,” afirmé, sintiendo cómo el poder de las mariposas resonaba en mí. Ellas eran el reflejo de nuestra comunidad, unidas en una lucha contra la oscuridad.

La bruja se detuvo, frustrada. “¡No puedo permitir que esto suceda! ¡Necesito esa piedra!”




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