La Bruja Roja

02. Es hora de despertar, Mary Grace

Desperté una semana después de la cirugía.

La mayoría de las enfermeras apenas podían creer que estuviera siquiera respirando por mi propia cuenta, al parecer el accidente si fue peor de lo que recordaba pues al llegar al hospital era poco más que una pila de huesos rotos y carne quemada. A pesar de todo, los doctores me dijeron que había contando con mucha suerte pues, bueno, seguía con vida y consiente.

Las heridas fueron profundas, pero no tocaron ningún órgano ni vena importante.

El fuego me quemo la piel, si, pero no lo suficiente como para darme algún daño colateral más grave que piel algo sensible y un bronceado a la fuerza.

En resumen, mi destino pudo ser mil veces peor que la muerte. Con un estado vegetal a la vuelta de la esquina o la pérdida total y funcional del órgano más grande de mi cuerpo, los daños del accidente apenas y pasaban lo verdaderamente "grave".

El auto había rodado varias veces por lo que tenía algunas costillas rotas y moratones que tardarían semanas en desaparecer, pero eso no era lo que verdaderamente me preocupaba. Llevaba bastante tiempo consiente ese primer día, rodeaba de doctores y enfermeros tomando muestras de mi sangre y haciendo diferentes chequeos y pruebas para determinar mi estado físico, pero nadie había comentado una palabra acerca de mis padres o de mi hermana hasta que pude estar a solas con el doctor Peterson.

Este señor de cabellos pálidos y un doctorado en traumatología es el mejor amigo de mi mamá y mi padrino. Lo conozco desde hace una eternidad y puedo decir que es un tipo extraño, siempre tiene un tema con el cual puedo debatir y entiende mi sentido del humor tosco y negro como pocas personas lo hacen. Está casado con mi tío Marcus, quien no es mi tío, el cual es dueño de una pequeña compañía de publicidad, y ambos tienen un hijo llamado James, que estudia medicina, y un adorable dálmata bautizado por mí: Katy Kat, que es un maravilloso nombre a los cinco años. 
La situación fue está, después de un par más de chequeos decidieron que mi estómago estaba preparado para ingerir alimentos, por lo que una enfermera trajo un plato lleno de cosas que , estando en mis cinco sentidos, quizás no comería sin un certificado pero después de una semana subsistiendo a base de suero intravenosa parecía el paraíso.

Al llegar la enfermera y entregarme la comida llegó el doctor Peterson, quien al parecer pretendía ignorarme puesto que llegó directo a la cosa está donde cuelgan las diferentes bolsas con diferentes medicamentos, así que casi le tiro mi pudin después de gritar unas tres veces su nombre.

El se volteó, al fin, y me miro con el ceño fruncido.

—Mary Grace, si vuelves a hacer eso se te descocerán los puntos.—regaño, pero eso poco me importó.

—Ahora hablo yo, ¿dónde están mis padres? ¿Ellie está bien?— me apoye en el colchón intentando levantarme, estaba casi frenética por saber algo de ellos: era la única esperanza que me quedaba.

Soltó un suspiro, y se sentó a mi lado mientras sostenía mis brazos llenos de moratones. Me miro a los ojos y supe que estaba a punto de llorar.

—Mary...Creo que ambos sabemos que pasó.— su mirada se oscureció y bajo la cabeza. Lloré en silencio mientras me abrazaba, intentando crear un momento de seguridad que nunca llegó.

Era huérfana.

Las lágrimas calientes llenas de impotencia bajaron por mis mejillas a gran velocidad, quizás llore un año pero lo sentí como cinco minutos. Las personas más importantes de mi vida se habían esfumado en un segundo en frente de mis ojos y no pude hacer nada.

Me sentía tan mal que cuando el doctor Peterson palmeo mi cabeza y dijo algo ni siquiera lo escuché, la sensación de vacío seguía siendo tan fuerte que quizás perdí la consciencia, pero me levantaba enseguida para seguir llorando.

Sólo podía pensar en Gabrielle, con casi doce años, atrapada en las llamas de aquel auto. A mi cabeza llegó el rostro aterrado de mi padre, intentando sacar a mi madre con las pocas fuerzas que le quedaban, y ella, en shock, apenas y podía dejar de llorar.

En ningún momento se apartó de mi lado, y fue algo que le agradecí profundamente y en silencio. El no era una persona que aceptaba tanto el afecto físico, como mi madre, y quizás por eso eran tan buenos amigos. Ellos se conocieron en la escuela de medicina, y al principio apenas se soportaban. Peleaban todos los días y no había profesor que los parará en los debates, y no fue si no hasta que se encontraron durante sus residencias que se hicieron mejores amigos. No había un cumpleaños donde no estuviera con su mirada indiferente y comentarios sarcásticos, era un odioso de primera y se creía mejor que los demás por ser uno de los mejores doctores del país, y quizás por eso era mi modelo a seguir.

Cuando sentí que ya no podía llorar más, me separe del doctor Peterson y sorbí mi nariz. Vi como hizo una mueca de desagrado que me saco una risa floja y, viéndome más calmada decidió proseguir. Eso sí, primero me hizo terminar mi almuerzo.

—Entonces...¿qué voy a hacer ahora?—dijo con la boca llena de algo que parecía puré de papa, volvió la vista hacia mí, al parecer él también se había quitado la tristeza de los ojos para verme con su aire típicamente desagradable, como si hubiera dicho que la tierra es plana o alguna locura de esas.

—Pues, naturalmente, vendrás a vivir conmigo hasta que todos los trámites necesarios sean hechos.—fruncí un poco el ceño.

—¿No me quedaré con usted?— lo mire con extrañeza.

—Sí, lo harás ¿No estás escuchando?

—Si estoy escuchando, sólo que dijo que hasta que todos los trámites estén hechos ¿Eso qué significa? ¿Alguien más va a quedarse a cargo de mí?

—Pues tus padres, el cielo los tenga en su gloria, en su testamento dictaron otra cosa.

—¿Y eso es...?

—Las respuestas a tus preguntas vendrán en su momento, Mary.

—¿Tienes síndrome de Yoda o sigo drogada, Peterson?— logré que soltara una carcajada limpia, y yo sonreí de medio lado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.