La Bruja Roja

04. La camara Anderson

El sorprendente hallazgo dejó mudos a ambos, pero yo solo me límite a retirar mi mano. El señor Axel me miraba incrédulo, mientras que el duende se posicionó a mi lado para verme mejor.

—Bueno...¿Y ahora que?— pregunte incomoda, el folleto debía ser menos que una servilleta por tanto que lo arrugue.

—Pues...Pues lo que generalmente se hace cuando descubres tu linaje...Ir a verlo, ¿no?— comento el duende mirando al adulto.

—Me parece correcto.— dijo volviendo a su expresión seria, para después ofrecerme la llave que se "alimento" de mi sangre.

Terrible elección de palabras

—Señorita Anderson.— casi podía sentir la dificultad de pronunciar aquel apellido— Esta llave la llevará a su árbol genealógico, y le mostrará todo lo que usted quiera saber sobre su familia. Tenga una buena noche.

Soltó la llave en mi palma abierta y se despidió, abriendo una puerta de luz (de donde seguramente habían salido la primera vez) pero antes de entrar miro al duende y dijo:

—Drake, guía a la niña Anderson en lo que debas.— atravesó la puerta y está se deshizo en pequeños destellos blancos.

El duende, que ahora sé se llama Drake, se queda inmóvil en su lugar sin decir palabra. Aún no entendía demasiado la situación, así que como toda persona cuerda empecé a soltar preguntas a lo loco.

—¿Qué tiene de malo que sea una Anderson? ¿Cómo conocen a mi madre? ¿Qué es una gran bruja?— antes de que pudiera llenarlo de más preguntas, la llave en mi mano empezó a moverse haciendo que la soltara, está voló por los aires hasta llegar a una de las tantas puerta y se introdujo en la herradura.

—¿Qué demonios...?—voltee a ver a Drake, quien al parecer despertó de su viaje por el universo, y este se limitó a caminar hacia la puerta. Como la llave y la giró, abriendo la puerta.

Yo lo seguí rápidamente, encontrando un pasillo larguísimo con aún más puertas. Todas tenían una placa de metal con lo que yo suponía eran apellidos de otras familia a mágicas.

—Esta es la sección de las familias ancestrales. No es tan difícil encontrar a los Anderson.— dijo sin voltear a mirarme y siguió caminando— Vienes de una familia muy importante ,niña...y por eso debes tener cuidado.

Trague el nudo que se estaba formando en mi garganta, mi situación había cambiado de una simple niña buscando su árbol a... Bueno, no sabía a que había cambiado, pero el rumbo de esta conversación parecía sombrío.

—¿Y eso por qué?— pregunté, y el se detuvo frente a una puerta. Esta, a diferencia de las otras verdes, era de color rojo oscuro con pequeños detalles plateados como la manija y la propia placa, que brillaba con letras negras talladas con sumo detalle.

Anderson

 

—Debe aprender su lema familiar.—me ignoro, y abrió está puerta también con la llave.— repite después de mi: La ignorancia nos hará débiles, y la magia nos mantendrá vivos.

—¿Para qué necesito saber eso? ¿me está escuchando acaso?— lo mire enojada, logrando al fin que me viera. En sus ojos negros estaba reflejado el temor.

—Corre un gran peligro, niña Anderson. El mundo mágico...no es un lugar seguro para los altruis, ni para nadie que sea incapaz de defenderse.—dijo seriamente sin despegar la mirada de mis ojos— Su lema familiar, su apellido, su propio nombre...Debe tener cuidado con cada una de esas cosas, pues en cuanto el mundo entero sepa que existes se armara una grande.

—¿Un gran peligro? Apenas estoy asimilando todo esto, es simplemente imposible...¡Ni siquiera yo entiendo que soy ahora!

—¡Por eso mismo está en los archivos!— exclamó, volviendo a su ánimo casi despreocupado— Aquí todos conocen quienes son realmente, a donde pertenecen y que les depara el futuro...Los legados, niña, son lo más importante que alguien puede tener.

Abrió finalmente la puerta, y quedé maravillada.

Era una sala redonda con piso de madera oscura, en el que había una fuente de plata en el medio con una serpiente de tres cabezas en el medio que disparaba agua por una. El techo era altísimo y estaba pintado como si fuera el cielo amaneciendo , y del medio de este colgaba una telaraña de cristales en tonalidades rosadas. Pero no era la decoración del lugar lo que más me impresionó, si no la cantidad de esculturas de mármol que había.

Estaban organizados en niveles, y apenas tengo aliento para contar cuantos había.

—Este es el salón de los Anderson, una de las primeras familias mágicas.— recitó el duende caminando alrededor de la fuente— Usted debe estar en el final del piso 1769, si no me equivoco.

—¿Es posible que este tan alto...?

—¡Por supuesto que sí! ¿Qué aún no entiende la magia?— se mofo Drake, alzando los brazos intentando hacerme ver el lugar— Si puede imaginárselo, por muy cliché que suene, puede hacerlo

—Es que es demasiado...impresionante— solté una risa nerviosa aún con la mirada fija al techo— ¿Cómo vamos a subir hasta allí?

—Pegasos, por supuesto.— soltó con simpleza y yo lo vi maravillada hasta que empezó a reír— ¡Los humanos son tan tontos, los pegasos primero muertos antes que llevar a cualquiera en sus lomos!

—¡Si eres odioso!— grite enfurecida, aunque eso no restaba el echo de que los ojos de dos de las tres serpientes brillaban con un resplandor naranja que me erizo los vellos de los brazos.

—No, niña, soy consiente ¿Qué aun existe el maltrato animal en el mundo humano?

—Pues no...tanto.— añadí rápidamente, el duende se alejó de la estatua y dio tres aplausos rápidas.— ¿Qué hace?

—Llamo a lo que nos llevará hasta tan arriba.— empezó a hacer movimientos raros con las manos

—¿Y eso que es?— me miro cansado deteniendo lo que sea que estuviera haciendo para apoyar sus manos en su cadera.

Es una diva, señor.

—¿Por que haces tantas preguntas?

—¿Por que te niegas a responderlas?— se quedó en silencio por un momento, y yo ya estaba cantando victoria cuando respondió.




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