La Bruja Roja

07. Entrevista con un mayordomo

Después de una divertidísima tarde entre comida para llevar y casi una visita al veterinario, mis padrinos me enviaron a la cama. No es que fueran unos dictadores o algo así, si no que cuando nos dimos cuenta eran más de las diez de la noche y yo había sido enviada a casa bajo el más estricto de los seguimientos médicos, así  que después de una ducha rápida y las “buenas noches” me quedé acostada mirando el techo por más de 30 minutos.

Quizás había desarrollado una dependencia al suero ese raro o dormite en el  auto, pero el sueño había abandonado mi sistema y no parecía querer irse así que, como toda adolescente necia y con inestabilidad mental, me puse a registrar todos los regalos.

Encontré chocolates, peluches, globos desinflados e incluso un par de lentes de sol, pero en lo más profundo de mi sabía que buscaba la caja. Seguía en mi mente como un recordatorio de que todo había sido real, pero por más que buscará la caja simplemente no aparecía.

Derrotada, volví a tirarme en la cama gimiendo.

¿Pudieron mis padrinos esconderla? No lo creía, pues el doctor Peterson había entrado cuando la tenía en manos y no dijo una palabra. Aunque ahora que lo pienso, ¿no debería verla?

No entiendo la privacidad en el mundo mágico, fin de la historia.

Quizás si había sido un sueño…uno demasiado real.

En serio quería creerlo, pero no podía. Algo dentro de mi (mi estómago, por ejemplo) me decía que todo había sido cierto, desde Drake hasta la abuela Lily, todo lo recordaba con nitidez. No pudo ser un sueño o un efecto de las drogas que me dieron en el hospital. Aunque siempre hay una posibilidad de que perdí la cabeza o algún cable se desconecto después de un golpe…

Mi cabeza empezó a divagar, y cuando menos lo espere estaba dormitando en la cama. La cabeza empezó a darme vueltas y mis párpados pesaban, así que casi rendida ante los brazos de Morfeo, que siempre me esperaba con un bate de béisbol listo para lanzarme fuera del sueño a otro escenario loco.

Esta vez, fue una sala de estar común.

En tanto abrí los ojos, mis sentidos volvieron a mi. Había un olor agradable a limón en el aire, un fuego calentaba la habitación dentro de la chimenea y el ambiente era acogedoramente oscuro. Además de mi, había un hombre de unos cincuenta años sentado en el sillón en frente del mío individual. Sus rasgos delataban su origen asiático y su cabello grisáceo me hizo recordar a Jackie Chan por alguna razón.

Quizás fue el traje de pingüino. 
Me miro unos segundos, analizando mi cara demasiado para no considerarlo acoso, hasta que estuvo satisfecho y me regaló una sonrisa

—Se que tiene una agenda apretada , pero no creí que incluso en sueños fuera tan solicitada, señorita Anderson. — una sonrisa acompaño a su comentario, pero más que helarme la sangre sólo consiguió que se me revolviera el estómago al notar mi pijama de ositos cariñositos.

Esto no es un meme.

— Fue una semana difícil, supongo…¿Sigo dormida?

— Teóricamente, sí. Su cuerpo sigue sobre su cama, pero su consciencia está aquí, así que no tiene de que preocuparse. —  mire a mi alrededor, notando las antigüedades y las gruesas cortinas que impedían ver el exterior.

— ¿Dónde estamos?

— En la sala de estar de la residencia del señor Andreux, en Princetown. — quizás noto como mi cara se descompuso, pues añadió rápidamente — Estamos en un sueño, una simulación donde ambos podemos hablar sin estar en el mismo lugar.

— ¿Como una llamada?

— Como una video —llamada, mas bien. —repitió mientras me regalaba una sonrisa tranquilizadora. — Pero ya tendremos más que tiempo suficiente para despejar sus dudas, así que me gustaría prepararla para nuestra reunión este próximo miércoles.

—Espere un segundo, ¿Quién es usted, en primer lugar? — reté algo agobiada por la situación. El señor cambio su postura rápidamente y me miro perplejo.

—¿No lo sabe? Tendré que recordarle a su padrino los protocolos … —se levantó de su asiento y me ofreció su mano para estrecharla, aunque la tomo por si mismo y le dio una alegre sacudida —Soy Harry Louge, el mayordomo de la casa y su próximo cuidador cuando no  se encuentre el joven Andreux.

Lo vi perpleja unos segundos mientras soltaba mi mano y volvía a sentarse. Las preguntas iban a mil por hora, pero tuve que regalarme un poco.

—¿Entonces usted sabe sobre Andreux? —pregunté asombrada. Estaba a punto de darme por vencida con la caja, ¡y ahora estaba junto a una persona que no sólo me confirmaba su existencia, si no que de seguro también entendía la situación!

—¡Por supuesto! Cuando el joven Andreux nació tendría apenas 60 años Y fue puesto bajo mi cuidado. Tendría que haberlo visto, un niño muy unido con la magia desde la cuna, pero eso sólo lo hacía más revoltoso.

Quería reírme en su cara, pero antes de que pudiera preguntar algo más me silencio con la mano.

Deberían enseñarme a hacer eso.

— ¡Pero ahora no hay tiempo, pues la noche no es eterna! Debe saber, señorita Anderson, que el joven Andreux no podrá estar en nuestra reunión por algunos asuntos en la capital. En su ausencia, la responsabilidad de su cuidado cae en mis hombros por lo que seré yo quien la lleve hacia la residencia Andreux en Montesacro

»Estando ahí, empezará su entrenamiento (para el cual no contamos con demasiado tiempo) y si logra llegar al nivel requerido en menos de tres meses, podrá empezar el primer año en la Nixmonde. En la reunión, por otro lado, hablaremos con un encargado de la SDO para que valide la adopción por parte de la casa Andreux como su tutor y después la validaremos en el mundo humano, y cuando los asuntos legales estén listos partiremos inmediatamente. ¿Preguntas?

Intente replicar, pero mi boca estaba fuertemente callada.

—Oh, lo siento. — con un movimiento de su mano, la fuerza invisible desapareció y pude hablar nuevamente.




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