La Bruja Roja

08. La secta del mar

Me quedé estática, allí arrodillada frente al cajón de madera marrón sin saber qué hacer. No tenían motivos para esconderme esto, mucho menos para tomar una de mis posesiones que lo quieran o no me abría las puertas hacia el nuevo mundo del que no sabía formaba parte.

Me conocían desde hace años, yo los conocía. Se que son buenas personas a pesar de que el doctor Peterson sea un odioso de primera y que nunca los terminaría de entender.

Son lo único que creía conocer, lo único de lo que seguía segura a pesar de todo este desastre.

Ya no se en quien confiar, aunque tampoco es que me queden demasiadas opciones.

Pero siempre fui alguien con un buen sentido común, y basándome en todas las películas de asesinos seriales que pude, tome lo que me habían pedido buscar y deje todo como lo había encontrado. El camino hacia la habitación fue más largo de lo que espere y mucho más sombrío, pero eso no impidió que me alejara de mi plan.

Al llegar tanto el tío Marcus como el doctor Peterson estaban sentados sobre la cama, Katy Kat había desaparecido y todo estaba en un silencio sepulcral.

—Aquí está el alcohol, tío Marcus. — mi voz resonó en la estancia, y en ese momento ambos voltearon a verme.

Algo no estaba bien.

—Que bueno que lo encontraste, cielo, aunque tu tío Patrick ya se siente mucho mejor. — respondió mi tío tomando el hombro del mencionado, quien permaneció callado.

No respondí, pero me acerqué hacia ellos lentamente siendo seguida de cerca por dos pares de ojos que parecían chuparme el alma.

—Ya es bastante tarde, ¿no lo crees? Mañana iremos al lago, dicen que ir de paseo es excelente para la salud. — añadió al tiempo en el que ambos se levantaban de la cama y me abrían las sábanas.

Sin demasiadas opciones, me envolvió entre las sábanas al tiempo en que dejaba el botiquín en la mesa de noche. Me miraron fijamente durante un par de minutos, pero al ver que no me dejaba derrotar por el sueño el tío Marcus se acercó a mi.

—Debes seguir asustada, Mary, pero no te preocupes. Te daré un jarabe especial para dormir, ya verás que mañana estarás como nueva. — río dulcemente, pero eso sólo termino de encender mis alarmas. Con un movimiento de mano, el doctor Peterson salió de la habitación a paso apurado.

Marcus empezó a acariciar mi cabello al tiempo en que tarareaba una canción de cuna que me puso los pelos de punta. Intente calmarme, pues estaba segura que en cualquier momento el corazón se me saldría del pecho.

—Tío Marcus...¿Y Katy Kat? — el can parecía perdido en la estancia, y eso sólo me preocupo más. Se quedó viéndome en blanco durante unos segundos, pero rapidamnete recobró la compostura.

—Ese animal está afuera, por supuesto. Esos perros sólo saben tener pulgas y traer enfermedades. — respondió con antipatía impropia. Casi salte de la cama hacia la puerta si no fuera porque me tomo del brazo fuertemente. — ¿A dónde crees que vas? Debes tomar el jarabe y dormir, Mary, ahora que estas débil.

Su tono, su actitud, su agresividad. Todo callo sobre mis hombros y quise gritar cuando vi que, en la persecución anterior, la puerta del baño se había abierto y reflejado en el espejo estaba yo, pálida y ojerosa, y una mujer de brillantes ojos dorados donde se suponía estaba mi tío Marcus.

Antes de que pudiera decir palabra o gritar por auxilio, el doctor Peterson entró a la habitacion. Su piel seguía de un pálido enfermizo que no pude apreciar, y sus ojos empezaron a derretirse en oro líquido. No sabía que estaba pasando, pero era aterrador.

—Gracias, cielo. — sonrió la farsante y le arrebató el tarro que contenía un líquido verduzco que me mareo en el momento en que lo abrió — Ahora, Mary, a dormir.

Amiga, eso es ilegal.

Cerré la boca fuertemente y negué con la cabeza. La imagen de mi tío se deshilaba ahora que sabía la verdad, viendo más claramente los ojos dorados que no tenían iris y denotaban enojo. En cuanto apartó la mirada, volví a asomarme al espejo notando que mi padrino también había sido suplantado, sólo que este era un ¿pez? El chico no tendría más de veinte años, y un montón de escamas cubrían sus brazos y piernas, rodeando su cara que coronaba con dos bigotes que me recordaban a un aterrador abuelo de "Dragón Occidental"

Regrese la mirada y pude ver la mano de la farsante a centímetros de mi cara, lista para obligarme a beber lo que fuera ese líquido, pero logré apartarme en el momento justo.

—¡Tío Marcus! Necesito ir un momento al baño, no queremos accidentes está noche, ¿cierto? — comenté, y casi al instante su cara se contrajo en asco.

—Vale, pero tienes sólo 5 minutos. Después irás derechita a dormir. — se cruzó de brazos y me obligue a no correr hacia el baño.

Me encerré y me di un segundo para respirar con normalidad, pero el tiempo corría y no pensaba volver a esa habitación desarmada. Abrí el grifo y deje que el agua corriera para simular que había tomado 4 litros de agua.

El baño era de un tamaño normal, pero la ventana que había era demasiado pequeña para que yo saliera por ahí. De todas formas, me asomé sólo para confirmar mis sospechas: La ventana daba al jardín trasero de la casa, donde esperaba estuviera mi salvador.

Porque quizás yo nunca pasará por la ventana, pero un perro de tres años sí.

Entre en la ducha, me alce en las puntas de mis pies y empecé a silbar. Había un ligero problema: Katy Kat es medio sordo, así que incluso si perdiera las cuerdas vocales gritando quizás no me escuchara, pero por alguna razón desde que era bebé mi padre le silbaba y el muy traidor me dejaba e iba a su lado.

Intente replicar lo mejor que pude ese silbido característico, pero pasaban los minutos y no hubo rastros del can. Golpes fuertes se escucharon del otro lado de la puerta y supe que había perdido mi tiempo.

—¡Mary Grace, sal en este preciso instante! — hablo la farsante, se notaba desde lejos que estaba enojada por más que intento mantener un tono de voz dulce.




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