La Bruja Roja

12. Las hadas madrinas no son solo señoras cubiertas de brillantina

Salí del bosque minutos después acompañada de mi perro, parecía que apenas habían pasado unos minutos pues al volver encontré al par de trabajadores del ministerio como los deje; peleando y discutiendo sobre mi falta de aptitud mágica. Supongo que tienen razones para estar preocupados por el asunto, pero decidí tomar el asunto con calma y orientar mi mente a un asunto más primordial; las pruebas del espíritu del bosque.

Aún no sabía sobre que serian ¿valor, inteligencia, nobleza? Estaba intrigada, pero debía ser paciente.

Me senté sobre el césped y los observe por un rato más, jugué con Katy Kat e intente ¨conectarme¨ con algún elemento de nuevo obteniendo la misma respuesta; no sirvo para esto.

Quizás estuvieron peleando por media hora más, y en ese momento decidí que ya no quería estar allí. Me levante, tome a mi perro y salí rumbo a la entrada del ministerio con ganas de buscarme un problema. Al cruzar las puertas las instalaciones fantásticas las dudas de lo mal que puede ser esta idea se esfumaron y fueron reemplazadas por una creciente curiosidad.

¿Cómo funcionan los poderes, están estas criaturas alrededor del mundo o solo en ciertos lugares, es una clase de dimensión alterna a la realidad? No lo sabía, pero era hora de terminar con mi ignorancia si quería desvelar el posible complot contra mi familia.

Al entrar al edificio encontré una especie de cafetería con apenas unas pocas personas sentadas en mesas; todos estaban vestidos con ropa cómoda y estaban pendientes de papeles o enterrando sus narices en computadoras, así que solo pase de largo y salí a la siguiente sala, que resultó ser un área recreativa llena de niños de todas las edades. Aquí había un par de encargados, mas no vieron en mí algo inusual y no hicieron preguntas.

Casi me tire sobre el primer librero que vi. Estaba lleno de cuentos infantiles del mundo de donde vengo con algunas alteraciones.

Por ejemplo, no recordaba que la cenicienta se convirtiera en mujer lobo a la medianoche.

Seguí leyendo algunos más hasta darme cuenta del por qué estaban alterados; la mayoría de los niños aquí no son mayores que yo y al verlos detalladamente vi sus verdaderas formas. Una niña con escamas en su cuello, un par de gemelos con orejas puntiagudas y dos niños en una esquina con la piel verde.

Eran criaturas mágicas provenientes del mundo humano.

Los cuentos, las casitas en parques abandonados; todo es un sistema de recuperación de niños perdidos. Me senté en una esquina algo apartada de los demás para no jugar con el destino y que los encargados se dieran cuenta de que, en teoría, no debería estar allí.

—¿Es tu perrito?— voltee tan rápido que sentí mi cuello crujir. Una niña, quizás de cinco años, estaba mirando a Katy Kat desde detrás de una mesa.

A simple vista, su overol rosa y su camisa blanca me recordaron a una serie vieja, pero ya había agarrado el truco de las ilusiones. Solo entrecerraba un poco los ojos y listo; la niña tenía un anormal crecimiento de pelo en sus brazos y algunas zonas de su rostro, y sus colmillos brillaban cada vez que hablaba.

—Sí, se llama Katy Kat.— respondí sintiendo algo de empatía, ella parecía mucho más calmada que yo a pesar de estar aquí sola.

Se quedó callada unos minutos, sosteniendo una versión alterada de ¨Alicia en el país de las maravillas¨ entre sus manos.

—¿Por qué lo traes acá? Yo tenía un gatito, pero no lo pude traer...— no despego la mirada del can, y casi pude escuchar su silenciosa petición.

—Me acompaño hasta aquí.— sonreí y le acaricie la cabeza llena de manchas rubias,— ¿Quieres acariciarlo? No muerde.

Se le iluminaron los ojos y casi dejo caer la silla donde se encontraba sentada. Al llegar frente al perro, guíe su mano hasta el cuello del animal para que le repartiera caricias.

No se hizo de rogar y pronto estuvo abrazando al dálmata con cariño. Me entristeció la escena, pues mientras yo estuve bien acompañada y guiada, no quería imaginar como esa dulce niña había llegado hasta aquí. ¿Habrían sido las sombras quienes la guiaron hasta un parque, o alguien se disfrazo para sacarla de una casa problemática? No lo sabía, y no pensaba preguntar, así que permití que la niña jugara todo lo que quisiera con Katy hasta que uno de los encargados empezó a llamar a los niños.

Le dio un último abrazo a Katy y, por fin, me dirigió la mirada. Abrió los ojos y su boca formo una O cuando me detallo el rostro.

—Tu... ¿eres mi hada madrina?

Espera un momentito, ¿parezco una señora vestida en una túnica azul que parece sudar brillantina? Solo pude sonreír nerviosamente cuando los encargados vieron que la niña no iba con ellos a hacer lo que debieran hacer.

¿Debía darle un consejo para la vida? Hay un programa de televisión para eso.

Vale, años de ver Cenicienta deben servir para algo.

—La vida...eh, la vida a veces trae sorpresas... ¡Como una caja de bombones, si!— sentía el sudor frío correr por mi frente y el corazón ir a mil por hora.

—Mi mama dice que soy alérgica al chocolate.

¿Este es mi castigo por meter las narices donde no debo, señor?

—Bueno, de todas formas.— balbucee y empecé a levantarme mientras planeaba como escapar a otra sala sin que me vieran esos encargados.— Yo...Yo no soy tu hada madrina, en realidad no sé si existen...

La decepción formó una sombra en sus ojos, y me sentí culpable inmediatamente de eso. Es solo una niña a la que no conozco y no sé por qué está aquí pero, por alguna razón, no quiero romper sus esperanzas.

Nunca sabemos quién está al borde del abismo, supongo.

—...Yo soy una bruja y, como le gustaste tanto a mi perro, te daré un regalo.— tome una de las hojas para dibujar y empecé a doblarlo rápidamente hasta formar, no sin esfuerzo, la figura de una flor.

La niña miro mis manos con atención, y mi corazón empezó a tranquilizarse lentamente. De repente se sintió natural, como si lo hubiera hecho toda la vida y estuviera acostumbrada a eso.




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