La Bruja Roja

14. Montesacro

Deberían enseñar oratoria en las escuelas para que, cuando estés en medio de dos personas que van a pelear para llevarte a rastras a donde se apaga el sol no digas frases estúpidas.

Ambos adultos se me quedaron viendo unos segundos, como analizando la situación, hasta que la chica hizo un movimiento raro con sus manos y libero una onda que mando a volar al señor no-duermo-desde-que-nací.

—Los astros sonríen a los solarianos, Andreux, es su destino liderarlos.— antes de que pudiera caminar hacia mí, las plantas cerca de ella crecieron rápidamente y la envolvieron como a un momia mientras Andreux se levantaba del suelo con una inmensa capa de polvo.

—Su destino no tiene nada que ver con los solarianos, loca.— camino por el pasillo esquivando a las criaturas congeladas hasta llegar a mi, otra criatura congelada por el miedo— Mary, es sumamente importante que salgamos de aquí.

Tomo mi brazo y me jalo de vuelta al depósito de archivos, la chica soltó un grito de batalla y se deshizo de las plantas en una bola de fuego que casi me hizo caer al suelo. Cerró la puerta y con un movimiento de manos todos los archivadores se movieron formando una barricada, ganando valiosos segundos para escapar del archivador.

Ya en las escaleras, el sujeto me llevo escaleras arriba casi a rastras. Katy iba detrás de mi, con su collar tintineando por el frenético ritmo que llevábamos.

—Señorita Anderson, un gusto volver a verla...— hablo tranquilamente el sujeto antes de ser interrumpido por una explosión.—...incluso en este tipo de situación.

Bajamos un par de pisos mas hasta casi llegar a la planta baja. A pesar de no tener un espejo a mano debía ser un desastre sudoso y con el cabello revuelto, pero mi corazón latía desembocado lo que me confirmaba que seguía viva.

Mire al tipo sin entender de que demonios estaba hablando, pero me abstuve de contestar teniendo en cuenta de que me estaba, supongo, salvando la vida.

Aunque tampoco es que tenga el aliento para hacerlo.

Entro en una sección del edificio que parecía un laberinto; escritorios y paredes creaban una especie de privacidad en forma de pequeñas oficinas, dificultando el paso apresurado que llevábamos hacia el ascensor al otro lado de la sala.

—¿No me recuerda? Hablamos hace tan solo unos pocos días. Bueno, no puedo culparla con todo este alboroto.— me guio a través del mar de paredes, escritorios y plantas decorativas. Yo sostenía la correa de Katy Kat, tan asustada que mis rodillas casi fallaban a cada paso que daba.

En un momento el extraño me jalo hacia una de las oficinas cercana al ascensor, escondiéndonos detrás de una de las tantas paredes, y casi me tiro al suelo antes de agacharse el también. Al principio quise llorar como un bebé, pero el inolvidable sonido de patas de lobo, con sus garras listas para hacerme picadillo, sobre el piso reluciente del edificio.

De un solo golpe abrieron la puerta de las escaleras, y escuche maldecir a mi acompañante cuando empezaron a inspeccionar el área. Uno de ellos subió en un escritorio, dejando caer todo lo que había sobre el, y se dedico a ver sobre las cabezas de sus compañeros.

Nuestra posición era una ventaja a la hora de ver donde estaban nuestros perseguidores, pero se convertía en un callejón sin salida a cada pisada dada por los mismos.

El personaje volteo a verme y quizás vio el pánico en mis ojos o las ganas de llorar por mí vida porque se tiro al suelo lentamente mientras susurraba.

—Lo hare lento, ¿vale? No grites, no intentes irte sin mí y, si puedes, no respires hasta que entremos en el ascensor.— hablo suavemente mientras se acercaba a un enchufe debajo del escritorio.— Todo será muy rápido, y necesito que agarres al perro para no dejarlo atrás.

Me agache y tome a Katy y lo sostuve sobre mi regazo, lista para correr en cualquier momento. Tomo mis acciones como una afirmación, y soltó un suspiro antes de poner su mano sobre el enchufe.

En instantes, la sala quedo en completa oscuridad. Me levante, con Katy Kat en brazos, intente correr hacia el ascensor como si mi vida no dependiera de ello pero un fuerte jalón a mi camiseta me detuvo.

Voltee y pude reconocer las facciones cansadas del tipo en pánico mientras tapaba mi boca, por instinto hice lo propio con el perro en mis brazos. Los lobos empezaron a lanzar aullidos y mi corazón casi sale por mi boca cuando uno de ellos impacto contra el cubículo donde estábamos y rodo hasta mis pies.

Me atrajo hacia su cuerpo y abrace con fuerza al dálmata.

La habitación seguía en penumbra cuando, uno a uno, los lobos cayeron al suelo con un ruido sordo hasta que lo único que se escuchaba en la sala era el ruido de mi propio corazón.

El extraño asomo su cabeza por la pared, aunque yo no podía ver nada mas allá de mis narices y se volvió hacia mi.

—...Me parece que ya fueron todos.— con un chasquido, las luces del lugar se encendieron una a una, revelando los cuerpos (inconscientes para mi salud mental) de los lobos sobre el piso de la sala.

Me levante rápidamente, aterrada y agradecida en partes iguales al señor, dispuesta a tener algunas preguntas ya sin peligro latente en un rango de veinte metros.

—¿Qué demonios acaba de suceder?

—Bueno, me parece un intento de secuestro, aunque no podemos dejar de lado las claras pretensiones de homicidio.— respondió tranquilamente mientras se levantaba de la esquina donde nos habíamos refugiado.

No es que ya no supiera que quieren matarme, pero de toda formas choca diferente cuando alguien mas te lo dice en la cara.

—¿Quién es usted?— pregunte haciendo distancia entre nosotros. No quería ser grosera, pero mis nervios eran parecidos a los de una señora de 50 años llamada Gladys que acaba de ver el fantasma de su gato muerto

—Esto se siente como un deja—vú, ¿no le parece?— su sonrisa era extrañamente familiar, aunque su rostro no parecía estar acostumbrado a esos gestos por la forma en la que la piel se tensaba alrededor de su boca— Aunque supongo que también es culpa mía, espero me disculpe por este disfraz; era la única forma de mover al director Castro para empezar su búsqueda lo antes posible.




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