La Bruja Roja

16. Prueba de valor

Después de casi enfermarme de una neumonía, entre de nuevo a la habitación sólo para encontrar a mi perro durmiendo sobre mi cama y la habitación terriblemente fría. Cerré el balcón y entre en el closet. Eran dos hileras dispuestas para colgar ropa, bastantes cajones de diversos tamaños y una zona para zapatos, en el fondo también había un espejo que desee nunca haber notado por la imagen que me devolvía.

Mi cabello era un completo desastre, fruto de un día de locos, y varias partes de mi ropa estaban deshiladas y sucias. Todo en conjunto funcionaba para hacerme ver como una indigente, aunque el color blanco de las prendas da una imagen más de loca escapada de psiquiátrico.

De todas formas, después de rebuscar un poco encontré un par de cajones llenos de ropa muy básica como camisetas y shorts, dando paso al nacimiento de un pijama improvisado.

Armada con la ropa entre al baño, encontrando una bañera que no iba a desperdiciar en el futuro. Había un pequeño mueble frente al inodoro con papel higiénico y productos de limpieza como jabón y acondicionador con los que rápidamente me di una ducha y limpie mi cabello, terminando después de veinte minutos frente del espejo limpiando mis dientes al encontrar un cepillo dental detrás del espejo.

Ya con el estómago lleno, vestida y segura de que si alguien viene a matarme será un poco más difícil, asegure la puerta del balcón con la silla del escritorio y fui a la cama. Las sábanas suaves y tibias me dieron la bienvenida a la somnolencia, en la que caí perdidamente con la esperanza de dormir ocho horas seguidas.

Esta es una que todos conocen.

Al abrir los ojos, las primeras estrellas estaban desapareciendo del cielo naranja. La brisa fresca jugaba con las copas doradas de los árboles, y a la distancia se escuchaban los últimos cantos de las aves.

No era un bosque encantado, pero era mejor que el aterrador escenario de un thriller.

La ropa que llevaba nunca me protegería del frío, pero no sentía más que leves escalofríos cuando estábamos a punto de llegar al bajo cero. Me levanté del montón de hojas donde estaba recostada después de darle una mirada a mí alrededor, encontrando árboles y más árboles a la redonda.

Aunque no pudiera verla, sentí la presencia del espíritu a mi lado.

—Bienvenida de vuelta.— su voz sonó cantarina con el viento, pero sabía por qué me había traído de vuelta al bosque— Es un alivio volver a verte.

—Igualmente, espíritu.— di vueltas alrededor de mi eje intentando adivinar de donde provenía su voz, pero sólo encontré eco y más árboles.—¿Qué hacemos aquí?

—Aquí será la primer prueba de nuestro acuerdo. Estamos esperando a los demás participantes.

—¿Participantes? No recuerdo nada de eso.— escuche una pequeña risa, y voltee, buscándola, con el mismo panorama.

—A veces, con el pasar de los siglos, las cosas se vuelven terriblemente tediosas en el bosque. Por eso, los árboles elegimos un campeón para que compita contra otros campeones; sólo una pequeña fracción de los que entran tienen el privilegio de competir.— el viento se llevó sus palabras, y yo me maree por un segundo.

¿En qué me había metido?

—No dijiste absolutamente nada de eso, me mentiste.— susurre con rabia y miedo, ambos haciendo un revoltijo mi estómago.

—¿Haría eso alguna diferencia? Esta es la forma en la que sales del bosque; gana y recibirás un regalo, pierde y te quedarás para la eternidad.

—¡Tú...!—mi voz perdió fuerza cuando caí en que, por mucho que gritara o pataleara, quien tenía el control del juego era ella.

Apreté mis puños a cada lado de mi cuerpo, y me enfrente a la figura que se materializó frente a mi; la niña dulce del bosque había desparecido y, en cambio, una mujer ya adulta con rizos de oro me miraba divertida desde la rama de un árbol.

—Entonces...¿Por las buenas?— la suficiencia en su mirada hizo hervir mi sangre, pero debía ser más inteligente que aquel montón de madera.

—...Esta bien, participaré.

—No es como si tuvieras opción, ¿cierto?— quería borrar aquella sonrisa de su cara, pero debía darle tiempo al tiempo primero.

Apareció en un torbellino de hojas, ahora frente a mí, y guío el camino sin decir otra palabra.

Debía ganar sin importar que, pero hacer una estrategia sin conocer el más mínimo detalle del juego era casi imposible. Di unos cuantos pasos largos hasta llegar a su lado, notando la diferencia de tamaño más de cerca entre ella y yo.

—Entonces... ¿De qué trata el concurso?— su mirada siguió fija en el frente, extrañamente concentrada a pesar de que es un árbol.

—Tendrás que ser superior en todos los sentidos, tus contrincantes son personas que llevan aquí mucho más tiempo que tu. Estas en desventaja.— la mire sorprendida, aunque mi expresión cambio pronto con el sonido de su risa.

Vale, no me diría nada.

Esa era información obvia de todo el asunto, ¿cuánto habita estado en el bosque, una o dos horas? Estas personas quizás llevaban siglos esperando una oportunidad para salir de aquí, y yo solo soy una mocosa que viene de la nada sin ningún conocimiento útil de este lugar.

Un escalofrío corrió por mi espina dorsal cuando llegamos a un claro del bosque. Ella se detuvo junto al árbol más cercano al claro, y me hizo señas para que siguiera mi camino.

Con temor, avance.

No había nadie en este lugar además de mí y un lago de orillas calmadas pero centro turbulento por una cascada. No se veían más espíritus, pero sabía que la calma no tardaría en terminar cuando el rugir del agua al caer se volvió más fuerte

Poco a poco, más espíritus fueron apareciendo alrededor del círculo que era el claro; encima de ramas, sentados al lado de árboles, uno a uno como los espectros que eran. Cada uno era diferente, pero todos compartían la misma piel lechosa y cabellera dorada.

Pronto estuve rodeada del público expectante, pero aún no había señales de los demás participantes.




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