La Bruja Roja

21. El anillo de Ander

Después de aquella entrada triunfal es difícil pensar lo que pasaría después, ¿no? Bueno, es aun más difícil imaginar que, después de todo el espectáculo con su dramatismo digno de una película, algo parecido a una rata blanca saltaría de los brazos del señor Andreux y escaparía a la cocina sin dejarnos tiempo para respirar. Eso rompió la tensión que me estaba matando poco a poco, pero solo por unos cuantos segundos antes de volver al nuevo escenario de esta ya muy larga noche.

El señor Andreux era, sin lugar a dudas, imponente. Tenía un aire de tener todas las respuestas, pero simplemente no quería decirlas por alguna razón mística o que se yo. La cuestión es que había poco más que pudiera decir sobre él desde mi habitación, lugar al que me habían enviado a los pocos minutos de la aparición de este porque ¨debería estar en la cama¨, por lo que sin siquiera saludarlo subí las escaleras y no mire atrás. Solo escuche tres pares de pasos perderse por los pasillos, la casa tenía infinidad de hechizos encima, así que era imposible escuchar algo por las paredes de la casa una vez llegabas al segundo piso.

Katy Kat despertó a mi regreso tirándose sobre mis piernas en cuanto escucho la puerta abrirse, pero ni eso calmo mi creciente ansiedad; ¿Estarían hablando de un asunto importante del ministerio, algo sobre las personas que atacaron a mi familia? Moría por algunas respuestas, pero ni loca saldría de mi habitación a la espera de otro suceso catastrófico que pusiera punto final a una decisión que, después de todo, ya estaría más que tomada.

Sin dormir, sin respuestas, sin entrevista con el señor Andreux. Todo estaba yendo de mal en peor y simplemente estaba tumbada boca arriba con la luz apagada. Alce mis manos y libere algunos hilos de luz que empezaron a flotar por su cuenta alrededor de la recamara, las marcas doradas aparecieron sobre mi piel y el calor familiar se hizo presente. Gilda, la sirena, había dicho que era imposible que pudiera hacer esto sin morir, pero yo me sentía bastante bien para un cadáver así que solo me quedaba la explicación del señor Louge; magia de sobrevivencia.

Incluso si tuviera teléfono sería imposible encontrar algo útil en internet, así que mi único recurso disponible debería estar en papel. Más y más hilos fueron apareciendo conforme mi cabeza maquinaba una forma de acceder a ese conocimiento, hasta llegar al punto de que la oscuridad de la habitación fue nula. En ese momento pare y vi mi creación; un manojo de hilos disparejos y cambiantes como mis pensamientos que tome con las manos.

No se deshicieron, así que intente trenzarlos en algo mas organizado.

Ni siquiera sé si mañana seguiré en este lugar, si volveré al ministerio o si aquellas personas lograran…hacerme lo que quieren hacerme. No sabía tantas cosas y eso me irritaba tanto que simplemente quería tirarme a llorar.

—¿Señorita Anderson, sigue despierta?- de un movimiento digno de las olimpiadas, tome al perro de casi veinte kilos y nos arrope con la sabana. Pero todo eso fue inútil cuando el señor Louge abrió la puerta y vio cientos de hilos dorados yendo de una esquina a la otra violentamente.-…Sé que sigue despierta.

Maldita sea.

Con lentitud fui asomando la cabeza por encima de la manta, solo para encontrarme con el señor Louge con una sonrisa amistosa que me heló la sangre.

—El señor Andreux quiere verla.

—¿Ahora?— asintió con la cabeza, y supe que no tendría salida de esta.

Sin más remedio, salí de la cama después de darle una caricia a un más que cansado Katy Kat. Cerré la puerta detrás de mí con cuidado y seguí al mayordomo a través de los pasillos del segundo piso hasta una zona con muchísimas más habitaciones que en la que me encontraba.

—Es la oficina de Andreux.— respondió a la pregunta que no llegue a formular y dio tres golpes suaves antes de entrar.

La habitación estaba bien iluminada y estaba demasiado ordenada como para que alguien pase aquí viendo papeles y otras cosas importantes, había una computadora, un librero empotrado a la pared, un ventanal y cientos de objetos que no puedo describir, pero la atracción principal era la figura sentada detrás del escritorio; tenía marcas negras debajo de los ojos y se veía mayor por el cansancio, pero eso no evito que sus ojos se agrandaran al verme entrar.

—Señorita Anderson.— se levanto de su sillón y me hizo señas hacia uno de los asientos en frente de el.— Por favor, tome asiento.

 La puerta se cerró y el señor Louge se quedo de pie junto a ella, asi que avance con cuidado hasta sentarme en uno de los sillones de cuero negro. El dueño de la casa hizo lo mismo y nos quedamos viendo por unos cinco minutos en tanto cada uno pensaba que decir.

—Siento no haber ido a buscarla personalmente. Muchas cosas se han…complicado estos días.

—Entiendo, señor Andreux.— otro silencio incomodo se hizo presente, y empecé a preguntarme porque me había llamado.

—Y, me comentaron que pasaron varias cosas en el Ministerio. Ya Gilda me entrego un informe completo, con ayuda del director Castro, sobre todo lo que sucedió.—apoyo sus manos en el escritorio y señalo con la mandíbula una carpeta marrón que estaba llena de notitas amarillas ente las paginas—  Sin embargo te llame para un asunto diferente a ese. Quisiera que me contaras sobre tus poderes, si no te molesta.

Bueno, no creo que aquella sea una propuesta que pueda negar. Me acomode en el sillón y le enseñe una de mis palmas.

—El espíritu del bosque dijo que me ayudaría a alcanzar mis objetivos si ganaba, así que me dio esto.

—¿Puedo?— acerco su mano a la mía, pero espero a que asintiera para tomarla. Con cuidado tomo mi muñeca e inmediatamente las marcas doradas aparecieron.

Después de un minuto o dos se separo, y volvió a apoyarse en su sillón, imperturbable, incluso tenía cierto parecido con la sirena.

—… ¿Cómo lo sientes? La magia, por supuesto.




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