La Bruja Roja

23. Historias escondidas en los laureles

Debían ser las diez de la mañana. Las ventanas filtraban poca luz, y el cielo se encontraba lleno de nubes grises que juraban una lluvia torrencial sobre la enorme ciudad de Montesacro. Veía todo desde la comodidad de mi cama en la residencia Andreux mientras abrazaba a Katy Kat, pero ni esas horas de sueño habían sido suficientes para calmar mis nervios crecientes; sí, había pasado cosas peores, pero la aparición de esos recuerdos solo me daba mala espina y aún más preguntas en mi cabeza que, desgraciadamente, no tendrían respuestas.

Sin embargo, pocas cosas podía hacer al respecto de esos sueños extraños, así que me debatía entre aventurarme por la casa o rezar para que, con la luz del día, fuera más difícil para mi mente jugar conmigo mientras dormía en mi habitación. Un par de golpes en la puerta terminaron de despertarme, y apenas me dio tiempo suficiente a sentarme sobre el suave colchón cuando el señor Louge entró a la habitación junto a un carrito con varios platos de comida. El olor me revivió, y vi fijamente como lo estacionaba a un lado de mi cama.

—Señorita Anderson, muy buenos días.— a pasos alargados abrió las cortinas, dejando entrar algo de luz opaca en la estancia. Tenía puestos unos pantalones claros y una camisa simple de algodón, dejando atrás la apariencia de un mayordomo típico del siglo pasado por algo más cómodo y moderno ¿tendría que parecer un pingüino cada vez que saliera de la residencia, o solo lo hacía por costumbre? No sabía la edad exacta de ningún miembro de la casa Andreux, y dudaba mucho en mi capacidad para hacer una aproximación cuando mi abuela había vivido poco más de trescientos años con solo un par de arrugas en su tez morena.

—Buenos días.—intente suavizar las arrugas de la cama con mis manos torpemente sin lograr un cambio significativo. El can a mi lado se levantó y de un salto salió de la cama después de que un plato lleno de comida fuera depositado en el suelo.

—Espero que haya dormido bien, el día de hoy espero que este en cama hasta por lo menos las tres de la tarde.— se movía con rapidez y ligereza alrededor de la habitación arreglando el poco desorden que había hecho con mi llegada, acomodo la silla de mi escritorio y allí depositó dos platos brillantes con el desayuno y una taza de café con leche.

—¿No le parece demasiado tiempo?

—Ha tenido una semana...difícil.—dudo antes de hablar solo un segundo, pero no dejo de moverse alrededor de la habitación. Dejó un cambio de ropa de colores pálidos en el escritorio junto a los platos con el desayuno, y me hizo señas para que fuera a sentarme.

Hice a un lado las sábanas y plantee los pies sobre el piso frío de madera antes de levantarme, sentí la habitación dar vueltas un momento y el señor Louge se dio cuenta enseguida tomándome de mis ante brazos con una expresión alarmada.

—Son los efectos secundarios del veneno de las sirenas.—explicó mientras me pasaba un vaso de agua.— Las marcas desaparecerán en un par de semanas, pero no considero recomendable que pruebe su resistencia a la magia durante estos días.— su comentario salía con ironía, pero no pude evitar ver el trasfondo peligroso en sus palabras; la última prueba en el bosque dorado, como había decidido bautizarlo, sería dentro de dos lunas y la sola idea de volver a entrar a ese lugar tan desolado y lleno de espíritus me ponía los pelos de punta, pero no era algo que pudiera evitar solo deseándolo.

Con cuidado el señor Louge me guió hasta el escritorio hasta que pude sentarme en la silla, y sin necesidad de pedirlo en diez minutos el plato estaba medio vacío. La habitación entonces se sumió en silencio, apenas siendo interrumpido por el sonido de Katy al masticar y los movimientos del mayordomo, que se mantenía de pie frente al ventanal con una expresión de completa seriedad. La curiosidad pudo más que el hambre, y terminé pasando una tostada con ayuda del jugo para preguntar.

—Señor Louge.—llamé, y el susodicho respondió con un monosílabo sin despegar la mirada de la ventana.—¿Usted...qué está haciendo?

— Oh, no pensaba empezar las lecturas de magia teórica tan pronto, pero aprovechare esta oportunidad para explicarle algo básico.— hablo rápido, y se quitó un collar de plata del que colgaba un anillo brillante que puso sobre el escritorio la mesa; era completamente diferente al anillo de Ander, con una superficie rugosa y una incrustación de tres esmeraldas pequeñas— ¿sabes qué simboliza esto, no?

—...Su ingreso en el clan Dranun?

—Mi ingreso en el clan Drankur, correcto.— corrigió el mayordomo colocando el anillo en su dedo anular—Pero si ese fuera su único propósito no valdría más que como una mera decoración. No, las reliquias tienen un propósito más importante.— alzó su brazo e hizo de su mano un puño, apuntó a la puerta del ventanal; una bola de energía impactó contra la puerta y la sacudió con violencia, sin embargo, enfrente del ventanal un escudo de magia, de un intenso color violeta, apareció y recibió el golpe.

Solté una exclamación cuando la bola de energía rebotó y se disparó con velocidad hacia nosotros, pero antes de siquiera acercarse un metro a mi se disolvió en el aire. Observé la nada sorprendida antes de volver a ver al señor Louge.

—Eso, eso ha sido...

—Maravilloso, ¿no?— con una sonrisa se quitó el anillo y volvió a guardarlo en su bolsillo, yo seguía anonada por el hecho de que mientras las cortinas se habían desacomodado, yo apenas había sentido una brisa en la cara— Es la magia de seguridad en la casa, el joven Andreux junto a la señora Lily conjuraron el territorio entero de la residencia; ningún Andreux puede lastimarse dentro de la propiedad, y ningún Anderson tampoco.

Asentí con la cabeza, aun asombrada de lo que podría conjurarse con magia.

—Las reliquias familiares son objetos mágicos de alto valor, y solo pueden ser utilizados por herederos directos de la misma línea de sangre.—explico sentándose en la cama— La magia esta dentro de nuestros cuerpos y ¨sale¨ mediante ¨aberturas¨ que creamos con nuestras mentes. Las reliquias son herramientas que permiten crear aberturas más grandes, acelerando el flujo de la magia a este plano y permitiendo un mejor uso de la misma.— me quedé pensativa durante un segundo, analizando sus palabras, hasta que una grieta se formó en mi mente. Algo no estaba bien en todo el asunto, no todo podría ser de un tono tan claro de rosa.




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