Desde el momento en que abrí los ojos en este cuerpo, supe que su historia había sido distorsionada. Nadie se vuelve malvada porque sí. Nadie quema reinos por placer…
Cuando desperté esa mañana, el aire estaba denso con magia.
Había pasado días dentro de este cuerpo, fingiendo que todo estaba bien. Que yo seguía siendo Sora. Que tarde o temprano volvería a casa.
Pero Morgan... no se había ido.
Vivía en lo profundo de mí, como un eco que nunca callaba. Y esa mañana, habló con claridad.
—¿Qué quieres de mí? —le pregunté, cansada.
—Que entiendas.
—¿Entender qué?
—Por qué me convertí en el monstruo del cuento.
La voz de Morgan era suave, casi maternal. Pero cada palabra tenía el peso de un pasado que me empezaba a ahogar.
—La traición duele más cuando viene de alguien a quien juraste lealtad. —¿La princesa?
—Ella me usó. Me hizo creer que era importante, amada… incluso por él. Me robó todo.
—¿Y el caballero… te amó?
—No lo sé. Pero eso no importó cuando me acusaron de intentar asesinar a la princesa en la noche de su boda.
Mi corazón se detuvo.
—¿Te culparon...?
—Y nadie me defendió. Ni él. Ni siquiera él.
Fue entonces cuando lo entendí.
No fue el poder lo que la volvió peligrosa.
Fue el dolor.
La soledad.
La injusticia.
—¿Y tú lo hiciste? —susurré.
—No. Pero ya no importaba.
Y justo cuando pensé que lo había escuchado todo, Morgan añadió algo más.
—Sora... hay algo que aún no sabes.
—¿Qué cosa?
—Yo no fui solo traicionada. Fui... elegida.
—¿Elegida para qué?
—Para cumplir una profecía. Una que destruiría todo si alguien trataba de cambiar su destino.
……