La bruja tendrá su final feliz

El rugido del enemigo

Apenas estaba recuperando el aliento cuando un estruendo cortó el cielo.
No fue magia. Fue algo más… urgente. Humano.

Un caballo cubierto de sangre irrumpió en el campo de entrenamiento.
Sobre él, un caballero con el estandarte del duque William Archie, la armadura abollada y una herida abierta en el costado.

—¡Ataque en el paso norte! ¡El enemigo superó la tercera línea de defensa!
—¿Qué enemigo? —preguntó el instructor.

El caballero escupió sangre y apenas pudo decir:

—Sombras… oscuras… brujería desconocida…

Arlen se tensó.
Yo apreté los dientes.
¿Sombras? ¿Magia que ni los magos reconocen?

Me adelanté sin pensarlo.

—¡Hechiceros del círculo nueve al once, agrupación defensiva de abanico! ¡Círculo doce, conmigo!
—¿Tú das órdenes ahora? —gruñó un capitán.

—¿Quieres discutir jerarquía mientras mueren soldados?
—…

El silencio le dio mi victoria.

Me giré hacia Arlen.

—Tú controlarás la línea de fuego. Que los del círculo once formen una doble hilera detrás de los arqueros.
—¿Y tú?
—Yo iré al frente.

—¿Estás loca?
—No. Estoy cansada de perder.

En minutos, salimos en formación.
El campo de entrenamiento quedó atrás, y el galope mágico de las monturas encantadas nos llevó por el sendero nublado que olía a muerte.

Desde atrás, Lyana me alcanzó.

—¿Desde cuándo sabes de estrategias?
—Estudié el juego de guerra como Sora. No pensaban que me sería útil… hasta ahora.

—No eres la Morgan que conocí.
—No. Y espero nunca volver a serlo.

Al llegar al paso norte, vimos la devastación.

Hombres cubiertos de sombra atacaban sin rostro ni nombre. Magia oscura danzaba como niebla púrpura entre los árboles. Los caballeros retrocedían, y los cuerpos cubrían el suelo.

—¡Formación en L invertida! —grité—. ¡Que la luz de fuego corte la línea central!

Arlen conjuró un anillo de llamas que separó a los enemigos.
Lyana comenzó a conjurar escudos protectores.
Los hechiceros obedecían sin dudar.

Y yo, en el centro, activé el brazalete.

Las serpientes se alzaron, brillaron, y de mis manos salió un haz blanco de magia pura que desgarró la niebla.
Las sombras gritaron. No era fuego. No era luz.
Era algo más antiguo.

—¿Qué fue eso? —preguntó Arlen, jadeando.
—No lo sé. Pero funcionó.

El ataque fue contenido.
Los cuerpos se deshicieron como humo.
Solo quedó el eco… y las dudas.

Cuando el silencio volvió, William Archie llegó cabalgando con su escolta. Su mirada recorrió el campo… y luego se fijó en mí.

—Tú…
—Llegamos antes de que fuera peor.
—Dirigiste a los tuyos.
—Los nuestros.

Nuestros ojos se cruzaron.
Había respeto, sorpresa… y algo más. Algo que todavía no quería nombrar.

Pero ya no me veía como “la bruja temida”.

Y eso… era un comienzo.




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