La búsqueda del fénix dorado

15) Encuentro con los gnomos

La enorme figura de Llosty avanzaba lentamente hacia ellos. Max estaba temblando, o al menos pensaba que estaba temblando. De lo que sí estaba seguro es que estaba sudando, el mango de la espada estaba mojado, aquella situación no era para nada agradable. Miró a Jennifer, esta tenía perdida la mirada en la enorme figura de Llosty. En los ojos de éste se veía malicia y alegría, disfrutaba del momento. Quizá ya nada podía evitar que se diera un buen banquete.

—Llosty, t-t-tú no-no nos puedes hacer esto —tartamudeó Max—. Somos tus amigos ¿recuerdas?

—¡Amigos! —bufó el tigre, casi con asco—. Nunca fuimos amigos, simplemente hacíamos algo para beneficio mutuo, pero esa sociedad ya concluyó, esto es otro cuento.

Cuando aún se encontraba a unos cinco metros de Max, Llosty saltó sobre él.

Max, haciendo uso de sus reflejos se tiró a un lado y rodó, logrando quitarse del camino del tigre justo a tiempo. Cuando se puso de pie, Llosty acorralaba a Jennifer contra un árbol, la niña temblaba aterrorizada y sin el coraje de usar el arco. Max corrió sobre Llosty, y con la espada lanzó una estocada al vientre de la bestia, pero éste con un saltito la esquivó.

—¡Eres valiente, pequeño! —dijo con una sonrisa malévola.

—Tengo que serlo —replicó Max.

Max volvió la vista a Jennifer, la niña estaba temblando, la situación era demasiado para ella. Max sabía que no iba a usar su arco con alguien que había creído amigo, no lo haría. Pero él no iba a permitir que Llosty los usara como bocadillo, no porque temiera morir, sino porque no quería que a Jennifer le pasara algo y porque su abuelo dependía de él. Entonces estaba solo, Jennifer difícilmente lo ayudaría y no tenía a nadie más. Anteriormente siempre había tenido quien le ayudara, pero ahora, ahora estaba solo, tendría que ingeniárselas y rápido para salir de semejante situación.

Llosty rugió de forma ensordecedora y saltó sobre Max. Éste vio como la enorme figura iba hacia él e intentó apartarse de la trayectoria de la bestia, pero esta vez el tigre fue más rápido. Max cayó de espaldas por el impacto, quedando en medio de las garras del tigre. En su mano derecha aún sostenía la espada, intentó asestar un golpe al tigre pero éste inmediatamente puso una de sus enormes garras en su brazo, dejándolo sin movimiento. Acto seguido, con su otra garra, inmovilizó de igual forma el brazo izquierdo del chico. Intentó desesperadamente escapar pero fue inútil.

—Jennifer has algo —gritó.

Las garras del tigre se estaban clavando en sus brazos y un líquido caliente empezaba a recorrerle los codos. Max cerró los ojos y apretó los dientes soportando el dolor.

De repente, la presión de las patas de Llosty desapareció. Cuando abrió los ojos vio que el arco de Jennifer ya no tenía la flecha, después de todo, la niña había tenido el coraje para disparar, pero no había dado en el blanco porque éste se había movido. Max observó la expresión del rostro de Jennifer, estaba llorando, ya no había colocado otra flecha en la cuerda, probablemente había utilizado todo su valor y coraje en aquella última flecha.

Max escrutó sus brazos, hilillos de sangre manaban allí donde Llosty había clavado sus garras. Se puso de pie ayudado por los brazos que le dolían un montón. Por último, volvió a coger la espada. Llosty seguía de pie, a pocos metros de él. Max pensó que, por su expresión, disfrutaba verlo sufrir. Quizá ahora iba a clavar las garras en sus piernas, después en la cara o quizá en el corazón, no sabía lo que a continuación iba a suceder.

Llosty avanzó paso a paso hasta colocarse frente a Max, con la seguridad de que éste no podría usar la espada. Max, por su parte, no lo podía creer, cómo había llegado a estar en aquella situación. Ya ni recordaba cómo había empezado todo, sólo recordaba que no podía morir, su abuelo dependía de él y no lo iba a decepcionar.

El chico levantó la espada con las pocas fuerzas que le quedaban en sus brazos y lanzó una estocada a la cabeza del felino, éste solo retrocedió un paso y luego lanzó un zarpazo. Max sintió como las garras le arañaron el pecho, el escozor fue insoportable. Si los brazos le habían dolido, no se comparaban al dolor que ahora sentía. Ésta vez no cerró los ojos, había caído, pero trataba de mantener la vista fija en Llosty. Se llevó las manos al pecho, la sangre le emanaba de las heridas.

Quitó las manos de su pecho e intentó gatear para alejarse de Llosty. La desesperación se estaba apoderando de él. Mientras intentaba gatear para alejarse de la fiera algo lo detuvo, volvió la vista, Llosty había clavado sus garras en el pantalón impidiendo que pudiera seguir avanzando. Temió su fin. Pero entonces una flecha surcó el aire y se clavó en el vientre del monstruoso felino, éste soltó un bramido y cayó al suelo.




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