El muelle
Llegamos a la cabaña y Jonas cierra la puerta con llave. Deja el celular en la mesa y se queda parado en medio de la estancia pensativo.
—Venga, ayudame con algún mueble de la sala contigua para tapar la ventana rota—Asiento y ambos encontramos una especie de librero alto. Entre los dos lo cargamos y lo ponemos en donde están los vidrios esparcidos—Ten cuidado, no vayas a cortarte—Es él quien los hace a un lado con el pie y dejo escapar un suspiro cargado de preocupación.
El sujeto anda ahí afuera con no sé qué intenciones para con nosotros y tengo mucho mucho miedo.
¿Por qué razón nos quiere hacer daño? No le hemos hecho nada. Ni siquiera lo conocemos.
Me abrazo a mí misma cuando el frío se cuela por la ventana y Jonas lo nota al instante. Me toma de la cara y me da un suave beso en los labios.
—Vamos arriba
—No puedo siquiera pensar en dormir con un loco afuera de nuestra casa, Jonas. No puedo. ¿Y sí decide volver?
—Estaremos preparados por si eso pasa ¿Vale?—Asiento dudosa.
Jonas hace una parada en la cocina y agarra algo más que un simple batidor. Sostiene tijeras, un cuchillo y unas pinzas. Ni idea para qué utilizaría las pinzas. Pero no pregunto, solo lo dejo estar.
Al cruzar el pasillo mi piel se eriza y siento una mirada intensa a mis espaldas, sin embargo, ésta vez no volteo. Ingresamos en la habitación y Jonas cierra con seguro la puerta, al igual que las ventanas y posterior a eso las cortinas. Voy a prender la luz cuando él me detiene.
—No le des a ese bastardo la satisfacción de saber dónde estamos—Me acuesto en la cama y me pongo en posición fetal, derramando lágrimas sin poder detenerlas. Se suponía que este fin de semana era solo para los dos, sin interrupciones ni sucesos indeseados. Se supone que solo era para celebrar nuestros ocho años de noviazgo y ahora resulta que tenemos que cuidarnos las espaldas de un psicópata maníaco.
—Quiero irme a casa, Jonas. Por favor, vámonos a casa.
—Partiremos cuanto antes—Jonas se acuesta detrás de mí y sus musculosos brazos me abrazan, dándome una sensación enorme de protección. Besa mi cabeza y procede a hacerme el conocido piojillo. Me relajo de inmediato y mis párpados comienzan a pesarme cada vez más.
Algo molesta en mi cara y poco a poco abro los ojos adaptándome a la luz del sol que entra por la ventana. Las cortinas están abiertas de par en par y frunzo el ceño al recordar que las cerramos anoche. Me tallo con cuidado los ojos para no lastimarlos y me incorporo en mi lugar poco a poco. Giro la cabeza y encuentro a Jonas dormido, su brazo alrededor de mi cintura.
Paseo la mirada por todo el cuarto y parece que nada está fuera de lugar, excepto por el teléfono el cual prende y apaga.
¿Se habrá descompuesto?
Quito su brazo con cuidado y me paro de la cama para ir por el. Lo tomo y la pantalla se queda prendida. Intento reiniciarlo, pero éste no me deja.
"Que raro".
El teléfono se pone loco y un número desconocido ilumina la pantalla. Es una llamada que dura breves segundos y se pierde al no cogerla. Vuelven a llamar y el timbre es más fuerte. Abro la boca al ver un mensaje de texto que han mandado después de que nuevamente se perdiera la llamada.
"Contesta".
El teléfono vuelve a vibrar con la llamada extraña y me armo de valor para atenderla. Pego el teléfono a mi oído y dejo de respirar cuando del otro lado se escucha una especie de gruñido animal. Pareciera como si un gato se estuviera ahogando o aún peor, como si lo estuviesen matando. Mi pecho se encoge y mi pulso se paraliza cuando escucho una leve risa varonil.
"¿Qué demonios?"
—¿No te parece deleitante ese sonido, cariño?—Preguntan a la vez que yo trago saliva con dificultad.
—¿Quién eres? Porque parece que te has equivocado de persona para hacer tu broma de mal gusto.
—Eso pronto lo sabrás, pero creo que te vas dando una idea ¿No?
—Sí, eres un enfermo mental—Vuelve a reírse pero ésta vez lo hace de forma siniestra.
—No te conviene hacerme enojar, preciosa. Ella lo hizo y no terminó en buenas condiciones—Chasquea la lengua—Porque quiero divertirme con ustedes primero, en especial contigo.
—No sé ni quién eres, ni qué quieras, pero si no nos dejas en paz llamaré a la policía.
—¿Y ellos vendrían hasta acá? ¿A un lugar tan retirado y desolado? Si haces una llamada pensarán que es solo una broma y te dejarán aquí con tu agonía y miedo.
Me quedo callada.
—Dime ¿Qué estará dispuesto a hacer tu novio para mantenerte a salvo?
—Él sería capaz de todo por mí, así como yo por él.
—¿También estaría dispuesto a matar?—Lo que dice me congela y mis terminaciones nerviosas se disparan haciendo que mis dedos tiemblen—Tu silencio me lo dice todo. Nos vemos pronto, querida—Mis ojos se abren con sorpresa por el apodo que utiliza—Si quieres una pequeña pista para que sepas de lo que soy capaz de hacer debes dirigirte al muelle.