La caída de Arlynne

Preámbulo

Despliego mis alas en cuanto escucho mi nombre siendo susurrado y viajando a través del viento. La voz la reconozco de inmediato y antes de que mi hermano pronuncie otra palabra, reposo mis pies en el suelo frente a él.

Como siempre, su cabello se encuentra perfectamente peinado. Su mirada es intensa y su cuerpo es fornido, digno de un guerrero. Por un momento me permito disfrutar del pequeño reencuentro que estamos experimentando. Hace décadas que no me encuentro en presencia de uno de los mejores guerreros que ha tenido papá en toda la existencia.

Su nombre era respetado por todas las creaciones celestiales de papá y los pocos humanos que lo conocían sabían que una visita de él significaba castigo hacia los malvados y pecadores.

Mi hermano camina con una sonrisa en el rostro en mi dirección, mientras me observa detenidamente, examinando cada detalle de mi cuerpo físico.

-         Arlynne.

No puedo evitar sonreír al sentirme extasiada por el reencuentro. Soy consciente de que no debería tener un hermano favorito o al menos eso solía decir papá el primer día de nuestra creación, sin embargo, ninguno de mis hermanos cumple esa regla y nos encariñamos o respetamos más a un hermano en específico, en mi caso, tengo dos hermanos a los cuales admiro más que al resto.

-         Hermano.

Me apresuro a llegar hacia él y abrazarlo con fuerza. Sus brazos envuelven mi cintura, mientras que los míos se acomodan alrededor de su cuello. Retraigo mis alas con la intención de que no estorben en el contacto físico que estamos teniendo.

-         ¿Cómo ha estado mi hermana favorita?

Sonrío orgullosamente al escuchar sus palabras. Si mi hermano no se hubiese enamorado de una humana, continuaría siendo parte de nuestro ejército y no habría perdido sus alas, no obstante, jamás me atrevería a objetar su decisión de elegir a su amada por encima de nuestra familia.

-         Extrañándote desde hace décadas.

El abrazo termina y empezamos una conversación amena.

-         Me disculpo por eso. Sabes que no he dejado de luchar para defender la humanidad.

-         Lo sé. Gabriel no me permitió participar en la guerra que ocurrió hace unos años en aquella casa de la bruja, pero estaba segura de que serías el vencedor.

Mi hermano agacha su cabeza y descifro que empieza a sentir tristeza, aunque desconozco el motivo.

-         Deberías enorgullecerte por tu victoria, hermano.

-         Perdí muchas cosas ese día, Arlynne.

Recuerdo las palabras de Ananiel y me arrepiento por haber mencionada aquella guerra. Sé que mi hermano se había encariñado con la bruja propietaria de aquella casa, por lo que deduzco que mi hermano habla sobre ella.

-         Supe que también ganaste algo.

Al parecer mi hermano recuerda algo en especial y sonríe nostálgicamente.

-         Quién lo diría… no cuidé jamás de mi propio hijo, ni de mi nieto, y ahora tengo que cuidar a mi bisnieto.

La imagen de mi hermano sosteniendo a un pequeño bebé en sus brazos me causa felicidad y entusiasmo que él haya encontrado un nuevo amor, aunque en esta ocasión sea fraternal.

-         He ido a visitarte un par de veces y te he visto alimentando al niño, Baraquiel.  

Parece que mis palabras traen un mal recuerdo por su parte y me arrepiento por ser tan descuidada con mis frases y oraciones.

-         ¿Dije algo malo?

Baraquiel libera un gran suspiro y por un momento su mirada se pierde en la distancia.

-         Estoy criando al hombre que nos guiará en la guerra.

Mi mirada cae en el suelo bajo mis pies y por un segundo, el recuerdo de aquella guerra atormenta mi mente. No estoy de acuerdo en participar en una guerra de la cual solamente papá y Gabriel están conscientes por completo. El resto, simplemente sabemos que en unos años habrá una guerra contra mi hermano Luzbell, en la cual cientos de miles de humanos morirán y la tierra tendrá que ser limpiada de todo mal, incluido nuestro propio hermano.

-         Todos hablan de lo mismo desde que aquel bebé nació.

-         Es el niño de la profecía, era obvio que todos hablarían de él.

-         ¿Estás seguro de que se trata del bebé de la profecía que menciona Gabriel?

-         Un hijo de una bruja y un guerrero con sangre celestial será quien lidere las tropas que liberen del mal a la humanidad.

He escuchado miles de veces la misma frase y sigo sin creer que toda nuestra esperanza caiga en hombros de un pequeño niño.

-         Es un bebé, no podemos obligarlo a pelear de nuestro bando.

-         Crecerá y nos guiará a la victoria, hermana. Eso es lo que todos suponen. No será un bebé cuando tenga que pelear en el frente.

En toda mi existencia me han enseñado que debo cumplir con las órdenes de papá y confiar en el todopoderoso, sin embargo, jamás en toda mi vida había sentido la necesidad de desobedecer.




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