La caída de Fermín

Capítulo 4

Por fin había llegado la madrugada. El día anterior había gastado todas sus fuerzas para mantener a su hermana y a Thaiel dentro de su habitación, y a toda la servidumbre alejada de ella. No podía permitir que nadie se enterara de que habían llegado. No podía permitir que su plan se disolviera. Durante la noche les explicó todo lo que debían hacer y lo que no, como actuar, que responder, entre otras cosas. Se había asegurado hasta del más mínimo detalle. Pero eso había sido la parte fácil. Tenía que encontrar la forma de salir del palacio sin llamar la atención, y en lo posible, sin que nadie la viera.

Sacó la cabeza para ver si veía movimiento en el pasillo. Nada. Se apresuró a caminar y se detuvo ante la puerta de su hermano. "No", pensó. Si iba a tomar algún arma para defenderse sería de la sala de entrenamiento, allí nadie se percataría de un faltante. Bajó y corrió intentando no hacer demasiado ruido hacia el lado este del castillo, donde se encontraba la gran sala. Empujó con suavidad la pesada puerta de madera e ingresó, no sin antes fijarse si alguien la había visto. La habitación estaba repleta de mesas con armas, desde diferentes tipos de espadas y puñales, hasta arcos y ballestas. Habían armaduras, yelmos, y algunos banderines de guerra. Ahora entendía por qué Zarek prefería entrenar en la arena y no ahí. Estaba atestado de cosas.

Caminó entre las mesas inspeccionando cada arma, y cada vez llegaba a la triste conclusión de que no sabía usar ninguna. Terminó tomando un par de puñales con mango de plata y un fino cinturón de cuero donde podría llevarlos.

Salió de la habitación y se dirigió a los establos, donde para su suerte no debería escabullirse, dado que a nadie le parecería raro que saliese a cabalgar. Era algo habitual en ella. Las puertas de éste se encontraban abiertas y el mozo de cuadra ya había comenzado a apilar los atados de heno hacia un costado.

Buenos días, su alteza. ¿Le preparo algún caballo?

-Desde luego.

Mientras el mozo preparaba a unos de los caballos con su montura y riendas, Sibilia se dedicó a inspeccionar si había tomado todo lo necesario, tanto como comida y alforjas con vino y agua, como el par de puñales y una capa. Al terminar, montó al animal y se puso en marcha lo más rápido que éste le permitió. Ama la sensación del viento en la cara, de su cabello revoloteando como las hojas en otoño. Amaba esa nueva forma de libertad. Y así se dirigió a los bosques, agradeciendo haberlos recorrido de memoria día tras día y esperando tener suerte en su viaje.

*****

Amaba a Clarisse y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, pero sin duda no había imaginado ser parte del plan de huída de su hermana. Fingir que había venido sólo no sería lo difícil, porque a pesar de todo, ella si estaría a su lado, fingiendo, pero a su lado. Lo que realmente le causaba nerviosismo era hablar con el Rey.

Había simulado su llegada y los sirvientes lo habían conducido hasta el salón de visitas del palacio. Desde que había entrado en aquella habitación no había podido dejar de caminar de un lado al otro mientras esperaba. La puerta se abrió haciendo que pegase un sobresalto. Un chico de aproximadamente su edad entró y se colocó a su lado observando una de las pinturas que colgaban en la pared. Estaba a punto de saludarlo cuando éste lo interrumpió.

Tu debes ser Thaiel Grimm. Mi padre no podrá venir, pero en su lugar puedes decirme por qué motivos has venido.

Tras esas palabras supo que se trataba de Zarek. Clarisse había mencionado a su hermano un par de veces. A diferencia de sus hermanas, éste era de mayor altura, con el cabello tonos más oscuros pero aún dorado y ojos color ámbar en vez de verdes.

Su alteza- dijo y a continuación tragó saliva- he venido a pedir a su Majestad la mano de su hermana, la princesa Clarisse.

-¿Y por qué ella no está contigo?

Recordó lo que debía responder en caso de que le preguntaran.

La princesa prefirió quedarse en Neliora. No se sentía en condiciones para viajar.

El principe lo miró como si pudiese meterse en su mente. Tal vez si podía. Tal vez ese era su don.

De acuerdo.- dijo finalmente- Te quedarás en el palacio el tiempo que sea conveniente. Mandaré a que preparen una de las habitación para invitados, y le comunicaré a su Majestad que has venido.

-Gracias, su alteza.

Una cosa más, no te preocupes tanto por agradarle a mi padre. Preocupate por agradarnos a ambos, porque yo seré el futuro rey.



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En el texto hay: criaturas magicas, romance, venganza

Editado: 05.09.2018

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