Le resultaba extraño despertar por las mañanas en el palacio sin hacerlo en su habitación. Cada mañana esperaba abrir sus ojos y encontrarse con los tonos rosas y lilas de su cuarto, cuando en realidad lo único que veía al despertar eran tonos otoñales como naranja y rojo. Su hermana a partir de la muerte de su madre había remplazado los fríos colores azulinos por otros de mayor calidez con la esperanza de poder olvidar aquel invierno.
Se levantó y fue en busca de uno de los vestidos de Sibilia que le había preparado una de las criadas. Mientras recogía su cabello en un rodete y se colocaba una diadema pensó en Thaiel, en cómo estaría, si había tenido suerte la noche anterior, si podría verlo durante el desayuno dado que la noche anterior no había tenido oportunidad para hablar a solas. Además, también le preocupaba el hecho de que Zarek la hubiese descubierto. No sabía como reaccionaría su hermano ante la imprudencia de Sibilia y de ella misma al haberla dejado ir. Se había metido en un problema que ella no había buscado, pero no podía darle la espalda a su hermana.
El nerviosismo de la noche previa no la había dejado casi comer haciendo que saboreara alguna que otra pequeñez, por lo que el hambre la condujo directamente hacia la cocina, donde ya se encontraba la querida Gretel trabajando.
- Buenos días, Gretel.
-Buenos días, señorita. ¿Desea algo para desayunar?
-Sólo lo de siempre- dijo sin saber bien que contestar. No tenía idea de qué desayunaba Sibilia por las mañanas. Nunca le había prestado atención.
- Está un poco... diferente hoy.
-Debe parecerte.
-Señorita, sé que usted no es Sibilia. Las conozco muy bien desde que nacieron. No pueden engañarme.
¿Tan mala era imitando a su gemela como para que dos personas se hubieran dado cuenta? ¿Tenía algún caso seguir fingiendo?
- Me temo que estás en lo correcto, pero te ruego que no digas nada. De este palacio solo tu y mi hermano lo saben.
-No hace falta que yo diga algo para darse cuenta. Si no quiere que la descubran, señorita Clarisse, deberá actuar más como su hermana que como usted misma.
Clarisse estaba profundamente agradecida por los consejos que le había dado Gretel, desde las actividades que realizaba su hermana y lo que prefería comer, hasta la forma en que molestaba a Zarek, solo esperaba que fuese la última persona en descubrirla.
*****
De no haber sido el baile en parte en honor al ejercito por la expedición y su gran trabajo contra la invasión de los bárbaros, Danae jamás hubiese podido pisar el palacio. Jamás habría podido bailar con el príncipe de Lithiaj, aunque si se las había arreglado bien para pelear con él.
Las tazas de té estaban humeantes y listas para ser tomadas por ella y su padre.
- Tiene menta, como a ti te gusta- se apresuró a decir mientras él le daba un sorbo.
-Danae, se lo que has hecho, y que me hayas preparado una taza de té con menta no lo hace menos leve.
Sabía que su padre iba a descubrirla y también sabía que el motivo del que quería hablar era ese.
- Has traicionado mi confianza, te has hecho pasar por su Majestad al enviarme esa carta y has ocupado mi lugar en el entrenamiento del príncipe. ¿Qué es lo que pretendes, Danae?
-Quiero ser quien entrene al príncipe Zarek. Padre, sabes que tu ya no puedes y yo se pelear. He aprendido de ti.
- Mi retiro solo lo decide el Rey, no nosotros. No puedes entrenar a Zarek, sabes pelear pero jamás has estado en una batalla, y tampoco lo estarás. Ninguna mujer ha participado de una guerra ni en Lithiaj ni en ninguno de los reinos féericos.
No iba a discutir con él. Si algo había sido capaz de aprender de su padre además de pelear era que el mismo no cambiaría de opinión, por más que le ofrecieran todo el oro de Lithiaj. Y ella tampoco lo haría, seguiría intentando hasta poder conseguir lo que quería.
*****
Clarisse le había dicho que se encontraran en las catacumbas de palacio para poder hablar. Había estado en otras ocasiones en otros palacios pero jamás en uno con tantos recovecos como ese, por lo que más de una vez había tenido que pararse a preguntarle a alguna de las criadas. Cuando finalmente llegó a las catacumbas se encontró con algo totalmente diferente a lo que había esperado. No había estado nunca antes en una de ellas pero por su función había imaginado que eran pasadizos de tierra con huecos en los muros para sepultar los muertos. Algo totalmente distinto a lo que había encontrado. En lugar los pasadizos estaban adornados con mosaicos de colores y antorchas que los iluminaban, y donde yacían los difuntos una placa del mismo material que les daba una identidad. Al final de uno de ellos encontró a Clarisse, parada ante una de ellas donde se leía "Emeliza Craft".
Editado: 05.09.2018