La caída de los vivos

3• |Reencuentro

Los nervios nos estaban matando sabíamos que conseguir las armas sería un trabajo algo difícil, pero ya estábamos muy cerca. 
Al llegar a la casa nos dimos cuenta que el auto que nos había salvado estaba adentro de la casa, y usando razonamiento común caímos en cuenta de que la casa estaba habitada.

—Entra vos primero —dijo Ariel mientras me empujaba para la casa—. Da la vida por el equipo.

—Eres el hombre del equipo da la cara —devolviendo el empujón.

—Eres más hombre que yo, ve —comenzamos una discusión en la puerta de la casa.

—Ya —me solté y trate de abrir la puerta que daba al patio—. Si me vuelan la cabeza será tu culpa, tenlo en cuenta.

Al abrir la puerta del patio entramos con algo de duda, resultaba raro que no saliera nadie de la casa, entre primera y luego entró Ariel. 
En el momento en el que entramos un chico un tanto alto nos apunto con una arma en la cabeza. El chico no era mucho más grandes que nosotros, de seguro tenía 20 o 21 años, eso sí nunca lo había visto por nuestras casas.

—Ca-ga-mos —dijo Ariel en voz baja.

—Efectivamente —contesté y levanté las manos.

—Cierren la puerta —dijo aquel chico—. ¿Por qué entraron aquí? 

Ariel se dio vuelta y cerró la puerta que estaba atrás nuestro.

—Necesitamos armas —respondí.

—Caminen para acá —continuó el chico.

—¿Qué te hace pensar que te vamos a hacer caso? —baje las manos.

—¿Qué te hace pensar que tu en mi casa vas a cuestionar lo que yo digo? —le sacó el seguro al arma.

—Bueno bueno, ya vamos —Ariel me hizo unas señas para que avanzara.

Asentí y deje que el fuera adelante, caminamos con las manos para abajo, pasamos por el patio y estábamos llegando a la puerta de la casa.

—Ah casi lo olvido, si tienen alguna clase de arma déjenla en el piso —comentó el chico.

—No tenemos nada —respondí.

—Si entran y tienen armas que no se encuentren en la mochila les aseguro que no saldrán vivos —acotó con un sonrisa.

Por un momento dude seriamente si dejar la navaja en el suelo o entrarla conmigo pero me puse a pensar de que lo más probable es que la encuentren y nos lastimen a mí o a Ariel. Rodee los ojos, me agache y la deje en el suelo.

—Veo que si tenías una —rio—. Acércate —miró a Ariel.

Ariel dio unos pasos para adelante.

—Levanta los brazos —le dijo el chico.

Levanto los brazos y comenzó a revisarlo, reviso sus zapatillas, sus pantalones y su abrigo, iba tanteando la ropa de Ariel.

—Pasa pero no te quites la mochila —se movió para que Ariel entrara.

Camine junto con el hasta que el chico tomó mi remera para que no pasara.

—Ahora tu —dijo para que levante los brazos y así el pudiera revisarme.

—No voy a dejar que me toques —levanté una ceja.

—Ni que te fuera a manosear —me miraba fijamente.

—Te di lo único que tenía —mire a la navaja—. Daa— seguía con la ropa con la cual había ido a la feria, sólo me levanté un poco la remera sacudiéndola para viera que no tenía nada.

—Pasa —levanto la navaja y dejó un lugar para que entrara—. Linda navaja.

—La quiero devuelta cuando salga —entre a la casa.

Al entrar a la casa sentí que ya había estado ahí, no se porque pero estaba algo confundida, claro que todo en la casa era normal, no es que la casa estaba llena de armas, era casa de familia. Al entrar fui con Ariel el cual estaba a unos pasos de mi, el chico cerró la puerta se nos quedó viendo.

—Vengan —dijo y camino para una habitación.

Ariel y yo lo seguimos, entró a la habitación y nosotros atrás de el.

—Esperen aquí —dijo el chico y fue a la sala.

Nos quedamos pensando porque razón habíamos entrado a la casa, porque él nos dijo que entremos. Paso un poco menos de un minuto y el chico volvió con un adulto.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó el mayor.

—Nos trajo el —mire al chico.

—Estaban en el patio, no entiendo como hicieron para entrar a la casa —explicó el chico.

—Tal vez porque tú seguridad es horrible —agregó Ariel.

Nos quedamos mirando como si fuera que nos conocíamos de alguna parte, al ver al adulto sentí como si fuera que lo conocía pero no estaba del todo segura.

—¿El auto de afuera es tuyo? —preguntó Ariel mientras miraba al mayor.

—Si es mío —contestó de forma seca.

—¿Por qué nos ayudo? —pregunte mirándolo.

—¿Los ayudaste? —pregunto el chico.

—Tu cállate, por cierto ¿Quién eres? —le pregunto Ariel al chico ya que nunca lo habíamos visto.

—Es mi hermano, Leonel, mejor dicho medio hermano —aclaro el mayor—. Los ayude porque los conozco a ambos.

Nuestras miradas se cruzaron, todo comenzaba a tener algo de sentido.

—Por un largo tiempo fui amigo de sus familias, es por eso que los conozco.

—¿Matías? —preguntamos con Ariel.

—Si —contestó—. Han crecido mucho, recuerdo que antes eran muy pequeños ¿siguen siendo amigos?

Nuestra amistad comenzó desde que teníamos 4 años, casi todos sabían que éramos amigos.

—Eh si —contesté.

—Bueno Matías, ya verás todo lo que está ocurriendo aquí, te queríamos pedir algo —dijo Ariel.

—Digan —hablo el mayor.

—Necesitamos armas —confesó Ariel.

—Acompáñenme —se dio la vuelta y nos llevó a otra habitación.

La habitación estaba llena de armas, la verdad estábamos asombrados de todo lo que había, nos dio a escoger una arma a cada uno. Nos dio varias municiones y nos enseñó a usarlas, estuvimos un par de horas en su casa viendo todo sobre las armas, el único que no participo mucho fue su hermano, nos miraba con cara de odio vaya a saber el porqué.

—Ya es tarde será mejor que se vayan —comentó Leonel, ya harto de nuestra presencia.

—Vámonos —respondió Ariel.

Nos despedimos de Matías y salimos al patio junto con Leonel.

—Primero dame la navaja —extendí la mano.

—Mmm no, me gustó mucho —acotó Leonel.

—Dame la navaja —lo mire con detención.



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Editado: 14.07.2022

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