La Caída De Luzbel

Cuando Dos Luces Se Buscan en la Ruina

Gabriel apenas podía mantenerse en pie por la presión del poder desatado de Luzbel.
La tierra temblaba. Las sombras vibraban. El aire ardía. Y entonces ocurrió. El Cielo se quebró. Una grieta dorada se abrió sobre el pueblo devastado. Gabriel alzó la vista, incrédulo.

—No… no puede ser…

De la luz pura emergió una silueta. Unos pies tocaron la tierra con delicadeza..Unas alas doradas se abrieron como un amanecer.

Miguel.

El arcángel de la luz..El guerrero más grande del Cielo. El hijo favorito. El primero de todos. Había descendido sin permiso.

El descenso prohibido

La luz alrededor de Miguel era tan intensa que las sombras se retorcían, incapaces de acercarse. Pero no fue su poder lo que paralizó a Gabriel. Fue su expresión. Miguel lloraba. Su rostro estaba empapado, su pecho temblaba, sus manos temblaban todavía más..Era el llanto de alguien que había perdido demasiado y estaba dispuesto a perderlo TODO.

—Miguel — susurró Gabriel, aterrado — ¿Qué has hecho?

Miguel lo ignoró. Sus ojos solo tenían un destino. Luzbel.

El encuentro que rompe mundos

Luzbel estaba arrodillado, sosteniéndose la cabeza, tratando de contener la luz que renacía dentro de él. Cuando sintió la presencia detrás suyo, su cuerpo se estremeció.

—No — susurró con una mezcla de esperanza y horror— Miguel… no…

Lentamente, Luzbel levantó la mirada. Sus ojos negros se encontraron con los dorados. Fue como un choque de astros.

—¿Por qué? — preguntó Luzbel con voz rota— ¿Por qué has venido, Miguel?

Pegó un puño al suelo, desesperado.

—¡Debiste quedarte en el Cielo! ¡Debiste olvidarme! ¡Debiste vivir!

Miguel avanzó un paso.

—No puedo vivir sin ti.

Luzbel retrocedió de inmediato, como si esas palabras fueran fuego.

—¡NO DIGAS ESO!

—Es la verdad.

Luzbel tembló. Sus alas se agitaron violentamente.

—Miguel ¡me convertiré en tu ruina!

Miguel lloró aún más.

—Entonces caeré contigo — Su voz tembló de amor —Pero no voy a dejarte solo otra vez. Prefiero perder mis alas que perderte a ti.

Luzbel jadeó. Esa declaración abrió una grieta en la oscuridad de su pecho. Una luz dorada brotó. La misma luz que había tratado de ocultar. La luz que ardía solo por Miguel. Gabriel dio un paso atrás, aterrado.

—¡Miguel, detente! ¡Tus energías están colisionando con las de él! ¡Ambos se destruirán!

Pero Miguel no lo escuchó. Solo avanzó y tomó el rostro de Luzbel con ambas manos. Luzbel, llorando, susurró:

—¿Por qué haces esto?

Miguel bajó la frente hasta rozarlo.

—Porque te amo.

Y lo besó.

El beso que fractura la creación

El beso no fue tierno. Fue desesperado.
Doloroso. Hambriento. Una mezcla de luz y sombra chocando sin control. Luzbel lo sujetó por la cintura, tirándolo hacia sí, rompiéndose por dentro. Miguel se aferró a él como si su vida dependiera de ese contacto.

La tierra tembló. El aire se incendió..Las sombras gritaron. La luz se rasgó. El beso de dos seres que jamás debían tocarse. El beso que podía destruirlo todo..Gabriel se cubrió el rostro mientras el estallido de energía lo arrojaba contra una pared derrumbada.

—¡SE VAN A MATAR! —gritó, incapaz de acercarse.

Pero ellos no se soltaban. No podían. Era el primer beso desde la caída. Era el beso que había esperado siglos. Era el beso prohibido.
Era el beso que materializaba todo su amor, su furia, su dolor, su deseo. Y entonces…

El cielo gritó.

La ira del Padre

La voz del Padre atravesó el mundo entero.

MIGUEL.

Luzbel se separó abruptamente, jadeando, sosteniéndolo aún de los brazos.

—Miguel ¡vete! ¡VETE! ¡Vete antes de que te quiten las alas!

Miguel negó con la cabeza, llorando.

—No. Yo me quedo contigo.

El suelo se partió en enormes grietas. La luz del Cielo comenzó a desvanecerse. Gabriel gritó:

—¡¡MIGUEL, LO QUE HAS HECHO ES IMPERDONABLE!! ¡¡EL PADRE VA A CASTIGARTE!!

Miguel abrió las alas, protegiendo a Luzbel con su propio cuerpo.

—Que lo haga —susurró con una sonrisa destrozada— No temo a nada si estoy contigo.

Luzbel sintió su corazón romperse. No de dolor. No de furia. De amor. Pero ese amor tenía un precio.

El caos se desata

La Tierra comenzó a colapsar. No era destrucción demoníaca..No era corrupción de sombras. No era castigo humano.

Era algo peor.
Más profundo.
Más apocalíptico:

La reacción divina ante la desobediencia de Miguel.

Truenos sin nubes.
Lluvia sin agua.
Sombras sin luz.
Voces sin sonido.

Los humanos caían de rodillas, horrorizados.
Las montañas se hundían..Los mares retrocedían y rugían otra vez..Los demonios nacidos de Luzbel chillaron y se retorcieron. Gabriel, temblando, gritó:

—¡¡Miguel, debes regresar!! ¡La creación entera está entrando en estado de caos! ¡¡El Cielo no aceptará tu ausencia!!

Miguel tomó la mano de Luzbel..Luzbel tembló.

—No vuelvas al Cielo —susurró él, suplicante— ¡Miguel, NO LO HAGAS! ¡Si vuelves te destruirán!

Miguel entrelazó sus dedos con los suyos.

—Si vuelvo igual me destruiría sin ti.

Y Luzbel sintió que todo su mundo interno se quebraba. La Tierra ardía..El Cielo rugía. El Abismo vibraba. Y los dos, unidos de las manos, eran el epicentro de una catástrofe cósmica.




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