Miguel despertó en silencio. No había cielo.
No había estrellas. No había aire. Estaba suspendido en un espacio sin tiempo, sin horizonte, sin suelo. Un vacío absoluto. Sus alas doradas colgaban pesadas, empapadas en un aceite oscuro que ardía al contacto con su piel. Sus muñecas estaban atrapadas por cadenas hechas de sombra líquida que se enroscaban en espirales, como serpientes hambrientas. El Corazón del Abismo había creado una prisión especialmente para él.
Una celda hecha de desesperación.
Un santuario para quebrar ángeles.
Miguel abrió los ojos lentamente. Su mirada seguía siendo pura, pero había dolor en ella.
No por su encierro. Sino por Luzbel.
—¿Dónde estás? —susurró, con un hilo de voz.
El Abismo respondió. Una carcajada profunda, rasposa, reverberó en todas direcciones.
A TU AMADO NO LE QUEDA MUCHO.
Miguel apretó los dientes.
—No voy a escucharte.
La sombra se espesó alrededor, formando columnas negras. Las paredes vibraron como si tuvieran respiración propia. El Corazón habló otra vez:
NO HE TRAÍDO AQUÍ A MIGUEL, EL COMANDANTE DEL CIELO…
Un pausado latido retumbó.
…SINO A MIGUEL, EL ÁNGEL QUE AMA A UN CAÍDO.
Un puñal de sombra perforó el aire y rozó su mejilla. El dolor fue real. Pero Miguel no gritó.
La prisión se revelaLa oscuridad retrocedió un instante, revelando la verdadera forma del encierro: Una caverna infinita, cuyas paredes estaban hechas de almas humanas atrapadas, retorciéndose sin voz. Sus manos se golpeaban contra el vidrio oscuro. Sus ojos alargados por el terror. Sus bocas abiertas, mudas. Eran las víctimas del Abismo. El Corazón esperaba que esa visión destrozara su esperanza.
Miguel, en cambio cerró los ojos y oró por ellas. Incluso allí, su luz brilló, suave, tenue pero viva. Una brizna dorada escapó de su pecho, flotando como una mota solar. La sombra reaccionó con furia.
APAGA ESA LUZ.
Miguel levantó la cabeza.
—No puedes apagar lo que no te pertenece.
El intento de corrupciónLa oscuridad cambió de estrategia. Las sombras se separaron formando espejos flotantes alrededor de Miguel. Uno a uno, comenzaron a mostrar imágenes:
Luzbel cayendo del Cielo, envuelto en fuego negro.
Luego:
Luzbel llorando solo en el Abismo, su luz apagándose.
Luego:
Luzbel enfrentándose a Gabriel mientras gritaba su nombre.
Y finalmente…
Luzbel arrodillado en la tierra, gritando de desesperación cuando Miguel fue arrancado de su lado.
Miguel sintió como si algo se quebrara dentro de él. Cada imagen era un golpe directo a su alma. La sombra lo sabía.
TODO ES TU CULPA. SI LO HUBIERAS ABANDONADO, HABRÍA SOBREVIVIDO. SI HUBIERAS CERRADO TU CORAZÓN, EL ABISMO NO PODRÍA TOCARLO.
Miguel tembló. Las cadenas apretaron más, hundiéndose en su piel. La sangre dorada goteó lentamente. Pero levantó su rostro. Su mirada ardía.
—No… vuelvas… a pronunciar algo así —susurró con rabia contenida.
El Abismo rió.
TE ESTÁS QUEBRANDO.
Miguel negó con la cabeza.
—No. Nunca he sido tan fuerte como ahora.
La luz que no cedeUn brillo se elevó desde su pecho. Pequeño al principio. Luego más grande. Más cálido. Hasta que iluminó toda la prisión. Las almas atrapadas lloraron en silencio al sentir la brisa.
Las sombras retrocedieron como animales heridos. Miguel respiró hondo. Y por primera vez desde que fue atrapado sonrió con dolor.
—Mi luz no existe para vencerte —dijo, con voz firme— Existe para alcanzarlo a él. A Luzbel. Mi amado.
La prisión vibró como si estuviera siendo desgarrada desde adentro.
¡CALLA! NO PRONUNCIES SU NOMBRE.
Miguel elevó la mirada, desafiante.
—LUZBEL.
La caverna tembló.
—LUZBEL —repitió, más fuerte.
Un estruendo sacudió todo el Abismo. El Corazón rugió. Pero Miguel siguió:
—MI AMOR. MI LUZ. MI COMPAÑERO. A QUIEN NO PIENSO ABANDONAR.
Las cadenas empezaron a romperse. Una a una.
CRACK.
CRACK.
CRACK.
La oscuridad se agitó, desesperada.
¡DEJA DE RESISTIRTE!
Pero Miguel ya no escuchaba. Su corazón entero estaba conectado al de Luzbel. Y lo sentía. Débil. Herido. Perdido. Pero vivo.
—Voy a volver a ti —susurró Miguel, mientras el último anillo de sombra se fracturaba— Cueste lo que cueste.
A lo lejos, en algún punto del Abismo Luzbel abrió los ojos de golpe. Su pecho ardía. Su luz oculta estaba respondiendo a un llamado. Un susurro llegó a él, como cargado en el viento eterno del inframundo:
Miguel vuelve a mí…
Luzbel se incorporó lentamente. Y una sonrisa peligrosa, devastadora cruzó su rostro.
—Voy por ti, amor mío —susurró— Y destruiré el Abismo entero si es necesario.