La Caída De Luzbel

Donde la Luz y la Sombra se Encuentran

La última cadena se quebró con un estruendo metálico. Miguel cayó de rodillas, jadeando, mientras fragmentos de sombra se desintegraban a su alrededor. El Corazón del Abismo rugió con furia, oscureciendo el aire mismo.

INSENSATO. TU LUZ NO PUEDE SALIR DE AQUÍ.

Miguel se levantó lentamente. Sus alas doradas estaban sucias, rasgadas pero aún brillaban. Como el sol al amanecer tras la noche más cruel.

—No voy a pedir permiso —dijo Miguel, con la voz baja, firme, irrompible— Voy a salir porque él me espera afuera.

La prisión entera vibró.

Miguel enfrenta al Corazón del Abismo

Una figura gigantesca emergió del fondo del vacío un torso hecho de sombras, con miles de brazos y ojos brillando como carbones encendidos. El Corazón alzó uno de sus brazos para aplastarlo. Miguel no retrocedió.

Extendió una mano hacia adelante. Una esfera dorada surgió de su palma, temblorosa al principio pero pronto se volvió un sol en miniatura. La lanzó. El brazo del Corazón ardió. El Abismo rugió de dolor.

NO PUEDES VENCERME.

Miguel apretó los dientes.

—No necesito vencerte. Solo necesito alcanzarlo a él.

Sus alas se abrieron. Cada pluma dorada brilló con un fuego intenso, puro, feroz. El Corazón trató de cerrar su prisión sobre él.

Demasiado tarde. Miguel ascendió, rompiendo el techo del encierro, deshaciéndolo en miles de cristales negros que caían como ceniza. El Abismo tembló.

Miguel estaba libre.

Luzbel irrumpe en el Abismo

Al mismo tiempo, en otro punto del inframundo….La tierra se abrió en un estallido de energía negra e iridiscente. Luzbel emergió como una tormenta viviente.

Sus alas negras se desplegaron con violencia; cada pluma parecía un filo afilado.
Sus ojos ardían con un brillo dorado profundo, mezclado con rojos infernales.

—¿Dónde estás, Miguel? —gruñó.

Sus pasos dejaban marcas ardientes en el suelo. La oscuridad retrocedía a su paso. Un demonio de humo surgió frente a él, retorcido y hambriento. Luzbel no se detuvo.

Lo tomó del cuello. Lo elevó. Y lo redujo a polvo oscuro con un solo apretón. Nada podía detenerlo. Nada. No mientras Miguel estuviera en peligro. La luz en su interior, esa chispa escondida, ardía como un fuego descontrolado. El Abismo entero empezó a gritar.

EL CAÍDO HA ENTRADO. HA ROTO LAS LEYES. SU LUZ… SU LUZ

Luzbel rugió hacia las profundidades:

—¡¡¡MIGUEEEEEEELLLLLL!!!

El estruendo se expandió por todo el inframundo. Y Miguel lo oyó. Su corazón dio un vuelco.

C) El reencuentro desgarrador

Miguel voló a través de túneles de sombra, persiguiendo la voz de su amado. La luz de sus alas iluminaba el camino que el Abismo intentaba ocultar. Luzbel avanzaba destruyendo todo a su paso, atraído por un solo hilo un lazo que ni Dios ni el Abismo habían podido romper. En un corredor gigantesco, con paredes vivientes y un techo que parecía respirar. Se encontraron. Los ojos de Luzbel ardieron al verlo.

—Miguel…

Miguel aterrizó frente a él, jadeante, el pecho subiendo y bajando con esfuerzo.

—Pensé —su voz se quebró— que no lo lograría.

Luzbel dio un paso. Su voz era un susurro herido:

—Si hubieras muerto, yo habría destruido el universo entero.

Miguel soltó una risa ahogada, mezcla de dolor y alivio.

—Dios mío, Luzbel…

Pero no hubo tiempo. El Corazón del Abismo apareció detrás de ellos, atravesando las paredes, su cuerpo enorme, deforme, cubriendo todo el horizonte.

SI ESTÁN JUNTOS LOS ELIMINARÉ A LOS DOS.

Miguel tomó la mano de Luzbel sin pensarlo. Luzbel entrelazó los dedos con él, apretando con fuerza.

—Escúchame —dijo Miguel— Pase lo que pase no te sueltes.

—Jamás.

El Corazón extendió cientos de brazos de sombra para arrancarlos por separado. Pero en vez de separarse Miguel y Luzbel alzaron sus alas al mismo tiempo. Luz dorada y oscuridad iridiscente se fusionaron en un torbellino que el Abismo no comprendió.

No era luz. No era sombras. Era amor. Puro.
Salvaje. Prohibido. Una fuerza que ningún reino había contemplado. Miguel gritó:

—¡Luzbel, ahora!

Luzbel rugió:

—¡¡¡MIELLL!!!

La explosión sacudió todo el inframundo. El Corazón retrocedió con un alarido. Y en el centro de ese caos deslumbrante, Miguel y Luzbel se abrazaron por primera vez desde su caída.

Los dos temblaban.
Los dos sangraban.
Los dos estaban vivos.

El Abismo volvió a rugir.

SU UNIÓN, SU PODER, NO PUEDE EXISTIR.

Las paredes del inframundo comenzaron a derrumbarse. Miguel miró a Luzbel, aterrorizado. Luzbel lo sostuvo del rostro con ambas manos.

—Si vamos a morir —susurró— será juntos.

Pero antes de que pudieran decidir su destino, una voz resonó desde todas las direcciones.

Potente.
Antigua.
Dolorosa.

NO MORIRÁN. AÚN NO.

Miguel palideció. Luzbel abrió los ojos en shock..El Padre había hablado.




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