La explosión de luz y oscuridad mezcladas se disipó lentamente, dejando a Miguel y Luzbel abrazados en el centro de un Abismo que temblaba de rabia viva. Entonces, el universo se detuvo. Un silencio tan absoluto que ni el viento oscuro se atrevió a moverse.
Y la Voz resonó. No en el aire. No en las paredes del Abismo. Sino dentro del alma de ambos.
MIGUEL.
El arcángel sintió sus rodillas temblar.
NO MORIRÁS. ESE JAMÁS SERÁ TU DESTINO.
Miguel bajó la mirada, respirando con dificultad.
—Padre…
La voz continuó, firme como mil montañas, triste como la primera noche del mundo.
PERO TE LO ADVIERTO UNA VEZ MÁS SI SIGUES JUNTO A ÉL, TU DESTINO SERÁ PEOR QUE LA MUERTE.
Miguel apretó la mano de Luzbel. Su amado dio un paso adelante, como para interponerse entre ellos, aunque sabía que era inútil. Miguel elevó el rostro, con lágrimas en los ojos.
—¿Por qué? —susurró con voz quebrada—
¿Por qué te empeñas en separarme de quien tanto amo? ¿Por qué no puedo permanecer con él?
La respuesta llegó afilada como un rayo.
NO SOY YO QUIEN TE ALEJA.
Miguel dio un paso atrás, sorprendido. La Voz prosiguió, cada palabra un trueno:
ES ÉL.
Luzbel tensó la mandíbula.
Luzbel, con su orgullo, con su rebeldía,
con su ambición de ser adorado, eligió su caída. Y con esa caída perdió todo. Incluso el derecho de ser amado.
Las palabras fueron cuchillas. Miguel sintió que algo dentro de él se rasgaba. Luzbel bajó la mirada. Su respiración se volvió irregular. Su pecho se contrajo como si un puñal invisible lo atravesara. Pero no habló. No podía. La Voz continuó, inexorable:
LUZBEL NO PUEDE SER EXTERMINADO POR NADIE MÁS QUE POR MÍ.
El Abismo enmudeció ante esa declaración.
PERO ÉL YA ESCOGIÓ SU DESTINO. LA MUERTE NO LO TOCARÁ. PERO SÍ EL CASTIGO QUE SE HA GANADO
POR LA OSADÍA DE SU ORGULLO.
Miguel dio un paso hacia adelante, desafiante, rompiendo por primera vez la postura perfecta que siempre lo caracterizaba ante su Creador.
—¡Él no está solo definido por su orgullo!
¡Padre, él....!
¡BASTA!
La Voz retumbó en todas direcciones y el Abismo entero se fracturó.
El Abismo despierta como un devoradorLas paredes del inframundo comenzaron a moverse. Grietas se abrieron en el suelo.
Energías antiguas, oscuras e infinitamente hambrientas ascendieron desde lo profundo. El Corazón del Abismo rugió satisfecho. El Padre continuó:
MI VOLUNTAD NO ALCANZA AQUÍ. ESTE LUGAR NO ME PERTENECE. SI PERMANECEN MUCHOS MÁS INSTANTES SERÁN DEVORADOS.
Las sombras se levantaron como olas gigantescas, listas para tragarlos. Miguel miró a Luzbel, aterrado.
—Luz… tenemos que salir de aquí.....
Pero Luzbel no lo escuchaba. No podía escucharlo. Porque algo estaba ocurriendo dentro de él.
La Luz Oculta de Luzbel despiertaSu pecho comenzó a arder. No con fuego oscuro. Ni con rabia. Ni con orgullo. Sino con algo que no había sentido desde antes de la Creación misma.
Amor.
El amor que Miguel le tenía. El amor que él sentía por Miguel. El amor negado. El amor prohibido. El amor por el que había caído, aunque nunca lo admitiera. Su luz interior, hundida, sepultada, olvidada empezó a expandirse. Primero un destello suave. Luego un pulso dorado mezclado con iridiscencia. Luego una llamarada que iluminó todo el Abismo. Miguel lo observó con los ojos muy abiertos.
—Luzbel… estás… ¡estás brillando!
El Padre habló por última vez, ahora con un tono grave, pesado, casi desafiante:
VEAMOS, LUZBEL HASTA DÓNDE ESTÁS DISPUESTO A LLEGAR POR AMOR A MIGUEL
Las sombras avanzaron para devorarlos. Pero entre ellas, entre toda esa oscuridad ancestral Luzbel se elevó, envuelto en luz dorada, negra e iridiscente. No como un caído. No como un demonio. No como un ángel rebelde. Sino como algo nuevo.
Algo que el Padre temía. Que el Abismo deseaba destruir. Que Miguel miró con adoración y terror. Por primera vez desde su caída Luzbel estaba renaciendo. Miguel extendió su mano hacia él. Luzbel la tomó. Y la luz estalló.