La tierra estaba inquieta. Miguel lo sintió apenas cruzó el velo entre su mundo y el mundo humano: un pulso oscuro, rítmico, como si alguien estuviera golpeando el corazón de la creación desde adentro.
Umbra, que viajaba sobre el hombro de Luzbel, erizó todo su pelaje. Luzbel frunció el ceño.
—Algo no está bien —dijo, mirando el cielo gris urbano que se abría ante ellos.
Miguel llevaba apenas unos segundos caminando entre los humanos cuando un escalofrío helado le subió por la columna. Un olor metálico..Un murmullo antiguo..Un eco familiar.
—Luzbel —susurró— Escucho algo. Algo. tuyo. Algo del Abismo.
Fue entonces cuando los sintió. Una energía oscura, afilada y venenosa, como garras desgarrando su mente. Miguel se detuvo. Demasiado tarde.
La emboscadaSeis círculos de invocación se encendieron bajo sus pies. Símbolos tallados en una mezcla de sangre humana y esencia demoníaca brillaron como brasas. Luzbel giró bruscamente.
—¡Miguel, atrás!
Pero cadenas negras surgieron del suelo como serpientes vivas y se enroscaron alrededor de las muñecas y tobillos del arcángel. Las cadenas ardían. Penetraban la piel. Irradiaban un dolor inimaginable. Miguel gritó.
—¡¡Luzbel!!
Luzbel corrió hacia él, pero un muro de cristal negro emergió entre ambos, separándolo como si el universo mismo se hubiera partido en dos.
Humanos encapuchados entonaban un ritual aprendido directamente de los ángeles caídos que traicionaron a Luzbel..Cada palabra era un veneno. Cada gesto, un arma contra lo sagrado. Al centro del círculo, el cristal negro creció como una flor siniestra y atrapó a Miguel dentro.
Miguel golpeó el interior desesperadamente, pero el cristal reaccionó inyectándole descargas de dolor.
—¡¡Ahh!! ¡Luzbel! ¡Me duele! ¡Sácame de aquí!
Luzbel golpeó el exterior con su puño, pero la barrera lo rechazó con violencia. Su amado gritaba dentro de aquella prisión. Miguel se retorcía, incapaz de moverse. Umbra gruñó, sus ojos cambiando de color rápidamente, del oro al rojo sangre.
La revelación de BelialUna figura emergió del humo oscuro del ritual. Belial. Más poderoso que antes. Más deformado por el odio. Más hambriento de venganza.
—Luzbel— dijo con una sonrisa cruel —
Finalmente descubres lo que es perder algo que amas.
Luzbel mostró los dientes.
—Belial si lo tocas, te juro que.....
—¿Qué harás? —interrumpió él—.¿Aniquilarás el Abismo? ¿Desafiarás al Padre? Oh, cierto tú ya hiciste eso.
Belial tocó el cristal y Miguel lanzó un grito desgarrador.
—¡¡NO!! ¡Belial basta! ¡Por favor! ¡Luzbel! ¡Ayúdame! ¡Luzbel!!
Luzbel se tensó como una cuerda a punto de romperse. Belial habló con deleite:
—Los humanos los mismos que ustedes dos pretendían proteger son criaturas simples.
Basta con ofrecerles poder para que hagan cualquier cosa.
Señaló a los encapuchados.
—Ellos hicieron lo que yo no podía: capturar a un arcángel. Ahora me lo llevo.
El cristal se hundió en el suelo como si fuera absorbido por una boca gigante. Miguel gritó:
—¡¡Luzbel no me dejes!! ¡No me dejes! ¡No puedo… aguantarlo…! ¡¡¡LUZBEEEEL!!!
Luzbel golpeó el suelo donde había desaparecido. Todo quedó en silencio. Umbra comenzó a temblar de furia pura.
Luzbel en Modo IraLuzbel bajó la cabeza. Sus alas empezaron a vibrar..El aire alrededor se volvió pesado. El cielo entero se oscureció.
—Umbra —dijo con voz rota, cargada de rabia asesina.
El gato lo miró, el pelaje erizado, los ojos convertidos en dos brasas infernales. Luzbel levantó la cabeza. Sus ojos ya no tenían forma humana.
—Despedázalos a todos. A TODOS.
Umbra rugió y se transformó. Su cuerpo se expandió. Sus huesos se estiraron. Su sombra creció devorando la luz..Un monstruo de más de tres metros se erguía ahora ante Luzbel. Con garras del tamaño de espadas. Colmillos como dagas. Alas negras desgarradas. Y ojos que eran el reflejo absoluto de la furia de su dueño.
Las personas que formaban parte de la organización que había atrapado a Miguel, apenas tuvieron tiempo de gritar. Umbra cayó sobre ellos como una tormenta negra. No hubo piedad. No hubo rezos que los salvaran. No hubo escape. Umbra obedeció cada palabra, cada pensamiento, cada emoción de Luzbel. Cuando terminó, solo quedaban cenizas. Luzbel cayó de rodillas, golpeando la tierra con los puños.
—¡¡MIGUEEEEEEL!!!
Su voz atravesó la tierra. Atravesó el cielo. Atravesó dimensiones. Atravesó el Abismo entero. Y llegó a donde Miguel estaba atrapado.
Miguel en el Abismo SecretoMiguel despertó en una cámara oscura, tan profunda y aislada que ni los ángeles ni los demonios podían percibirla. Solo Belial tenía acceso a ese lugar. Las paredes de cristal negro parecían respirar, como si estuvieran vivas y hambrientas de luz.
Cada segundo que pasaba, la prisión emitía un dolor insoportable que quemaba su piel y su corazón. Miguel lloraba.nNo de miedo. De desesperación.
—Luzbel —susurró, apretando la frente contra el cristal— Por favor… por favor escúchame…
La prisión respondió con más dolor. Miguel gritó, arqueando la espalda.
—¡¡LUZBEL AYÚDAME!! ¡¡LUZBEL, TE LO SUPLICO!! ¡¡NO ME ABANDONES!!
Belial se acercó.
—Oh, Miguel tus gritos lo harán enloquecer.
Eso es precisamente lo que quiero.
Miguel levantó la mirada, con lágrimas doradas cayendo por su rostro.
—Luzbel vendrá a por mí. Él vendrá. ¡Vendrá por mí!
Belial sonrió.
—Sí. Y cuando llegue será él quien caiga.
La decisión de LuzbelEn la tierra destruida, Umbra, aún en su forma monstruosa, se acercó a Luzbel y tocó su hombro con la cabeza, como una bestia fiel que espera la orden final. Luzbel levantó la vista. Sus alas ardían..La luz en su pecho era más intensa que nunca.