El portal se cerró detrás de Luzbel como un latido final. No había luz. No había aire. Solo un abismo infinito hecho de sombras vivientes. Umbra, aún transformado en una bestia colosal, caminaba a su lado, su piel hecha de humo negro y su melena vibrante como llamas oscuras. Luzbel respiró hondo.
—Miguel está cerca — murmuró, su voz temblando entre furia y miedo.
Umbra gruñó en respuesta. Y entonces el Abismo despertó. Miles de ojos se abrieron en la oscuridad. Cientos de lenguas salieron desde grietas invisibles. Las sombras se unieron formando formas humanoides distorsionadas. El Abismo no era un lugar.
Era una criatura viva..Una criatura hambrienta. Y esta vez, su presa era Luzbel.
Hordas del Abismo — La guerra contra el Príncipe CaídoLos primeros demonios surgieron como torrentes de oscuridad líquida. Criaturas sin rostro. Huesos alargados..Garras afiladas como obsidiana. Y un único deseo:.detener a Luzbel. Luzbel extendió sus alas negras, que brillaban con destellos dorados desde su transformación.
—No tengo tiempo para ustedes —gruñó.
Un demonio saltó hacia él. Luzbel lo tomó del cuello con una mano y lo destrozó en dos. Otros diez se abalanzaron al mismo tiempo..Umbra rugió, abriendo sus fauces enormes. Un rayo oscuro salió disparado de su interior, evaporando a varios de ellos. Pero aún más seguían saliendo. Cientos.
Miles. Un océano de sombras vivientes. Luzbel gritó el nombre que llevaba latiendo en su alma:
—¡¡¡MIGUEEEEEL!!!
Las hordas se estremecieron. La luz negra que brotó de su pecho los quemó como fuego celestial. Pero por cada criatura que destruía tres nuevas surgían. Umbra desgarraba, mordía, trituraba..Su sombra estaba bañada en sangre oscura..Cada movimiento arrancaba trozos del Abismo mismo. Pero las criaturas no paraban.
El camino hacia Miguel era una guerra interminable. Y Luzbel la asumiría porque no existía fuerza capaz de alejarlo de él.
Belial torturando a MiguelMientras Luzbel abría su camino entre montañas de demonios Miguel estaba encerrado en la celda más profunda del inframundo..Suspenso en el aire..Crucificado por cadenas de cristal negro..Con heridas que brillaban en oro..Con lágrimas que caían silenciosas en el suelo..Belial caminaba alrededor de él, sonriendo.
—Mírate, Miguel el más amado, el más admirado, reducido a un juguete.
Miguel cerró los ojos, respirando con dificultad..Belial apoyó dos dedos en su pecho..Un rayo de oscuridad atravesó su alma..Miguel gritó.
—¡¡AHH!! ¡Basta por favor!
Belial sonrió con satisfacción.
—Suplica más. Dime ¿qué harás para salvar a Luzbel?
Miguel abrió los ojos, tembloroso La luz en ellos no estaba rota..Estaba más fuerte.
—Todo —susurró con voz débil—.Todo lo que sea necesario.
Belial perdió la sonrisa.
—Te destruiré antes de que él llegue..Quiero ver su alma quebrarse cuando encuentre tu cuerpo sin vida.
Miguel lo miró fijamente.
—No me matarás..Si lo haces él te arrancará del Abismo y te reducirá a ceniza.
Belial tembló un segundo. Luego golpeó el cristal. Miguel gritó otra vez.
—¡¡Luzbel… por favor… ven a mí!!
Y su voz atravesó todas las capas del Abismo. Llegó directo al corazón de Luzbel.
Umbra revela su forma más devastadoraUmbra se detuvo de pronto..Su cuerpo comenzó a temblar..Luzbel lo miró.
—Umbra ¿qué ocurre?
La criatura abrió sus fauces..Una luz oscura, profunda, antigua, casi divina, brotó de su interior. Umbra comenzó a crecer aún más.
Cinco metros. Diez. Quince. Su cuerpo tomó forma de dragón negro con alas iridiscentes, cuernos curvos y ojos rojos como soles sangrientos..Los demonios retrocedieron por primera vez..Umbra rugió con un sonido que hizo vibrar el Abismo entero.
—Hermoso —susurró Luzbel, con feroz orgullo.
Umbra bajó la cabeza, permitiéndole subir sobre su lomo. Luzbel saltó y se sostuvo de su melena oscura.
—¡Llévame a Miguel! ¡Ahora!
Umbra extendió sus alas..El vuelo rasgó la oscuridad. Abría túneles en el Abismo, destruyendo todo a su paso..Los demonios huían, gritando..Las paredes se desmoronaban. El rugido de Umbra era el anuncio del fin.
La desesperación de LuzbelDesde la distancia, Luzbel escuchó a Miguel.
—¡Luzbel sálvame, por favor! ¡No puedo más… duele… DUELE!
Luzbel sintió que su alma entera se desgarraba..Sus uñas se hundieron en la espalda de Umbra.
—¡Más rápido, Umbra!.¡Más rápido, maldito seas, MÁS RÁPIDO!
Umbra aulló y aceleró. A lo lejos, Luzbel vio algo..Una esfera negra..Oscura..Silenciosa.
Viva. Con un punto dorado dentro..Miguel. O lo que quedaba de él. Belial estaba parado frente a la esfera, esperándolo..Sonrió, su voz extendiéndose por el Abismo:
—Bienvenido, Luzbel. Llegaste justo a tiempo para ver la caída de tu amado.
Luzbel bajó de Umbra, temblando, furioso, devastado. Sus ojos ardían. Su piel brillaba en luz y sombra. Sus alas estaban a medio abrirse.
—Belial —susurró— Esta vez no voy a detenerme.
Umbra rugió detrás de él, enorme, monstruoso, listo para matar. El Abismo tembló. Miguel gimió dentro de la prisión. Luzbel dio un paso adelante. Y el universo contuvo el aliento.