La Caída De Luzbel

Un Posible Futuro

Los gritos de Miguel desgarraban la oscuridad. No eran ecos lejanos.
Eran reales. Eran carne, dolor y amor suplicando auxilio.

—¡Luzbel por favor…! —sollozaba Miguel— ¡No puedo… duele… no me dejes!

Luzbel avanzaba, desesperado, golpeando la prisión de cristal negro hasta que sus manos sangraban luz. Cada alarido de Miguel era una herida abierta en su alma.

—¡MÍRAME! ¡ESTOY AQUÍ! —gritaba Luzbel— ¡RESISTE, TE LO SUPLICO!

El cristal respondía con más dolor. Miguel gritaba su nombre. Lloraba. Rogaba. Y entonces todo se detuvo. El Abismo se apagó como una llama sofocada. El grito quedó suspendido en el aire y se deshizo.

Luzbel abrió los ojos. Estaba en el Gran Salón. La bóveda infinita del Cielo lo cubría con su luz pura. Columnas de oro vivo ascendían sin fin. El suelo de cristal celeste reflejaba estrellas que aún no habían nacido.

Y frente a él....el Padre. Luzbel llevó las manos a su cabeza, temblando.

—No —susurró — No… Miguel…

Cayó de rodillas, golpeando el suelo con un sollozo roto.

—¡Lo escuché! ¡Lo vi! ¡Sufría… por mi culpa!

La Voz del Padre descendió como un manto cálido, lleno de un amor infinito.

Luzbel, hijo mío. Arrepiéntete. Tu destino aún no está escrito. Todavía puede cambiar.

Las palabras resonaron en su mente como un bálsamo, apagando los alaridos que aún vibraban en su corazón. Luzbel lloraba sin vergüenza.

—Pensé… pensé que estaba decidido… —dijo con la voz rota— Que no había retorno.

El Padre descendió un paso. Su luz no quemaba: abrazaba.

Lo que viste fue una visión del futuro. Un camino posible. Uno que nace del orgullo y de la rebeldía.

Luzbel levantó el rostro, los ojos inundados.

—Miguel —susurró— Yo lo amo. Nunca permitiría.....

Y sin embargo, ese amor fue lo que más lo torturará interrumpió el Padre con una tristeza serena. Porque el amor, cuando se mezcla con el orgullo, se vuelve condena.

Luzbel se estremeció. El Padre continuó, con infinita paciencia:

Tu rebeldía arrastraría a la mitad del Cielo.
Ángeles que te admiran. Que te siguen..Y exterminarías a Belial, uno de los ángeles que más te reverencia, que por ti iría a cualquier lugar.

Luzbel negó con la cabeza, horrorizado.

—Yo no… yo no quería destruirlos…

Lo sé respondió el Padre con ternura Por eso te lo muestro ahora.

La Voz se volvió más íntima.

Luzbel los ángeles te aman y te respetan.
Eres el más poderoso entre mis hijos celestiales. El primero en ser creado. Mi favorito.

Luzbel sollozó.

Posees dones que ningún otro ser celestial tiene. ¿Por qué no es suficiente?

El silencio cayó como un océano. Luzbel miró sus manos. Recordó la luz de Miguel, su sonrisa, su fe absoluta.

—Porque.... —susurró— Lo amo Padre, más de lo que amo mi propio orgullo.

El Padre no respondió de inmediato. Dejó que esa verdad floreciera.

Exactamente, — dijo al fin. Tu amor por Miguel es más fuerte que tu orgullo. Y eso es lo que te salva.

Luzbel levantó la mirada, desesperado.

—Padre —dijo, arrastrándose un paso hacia Él....—Me arrepiento. Perdóname. No quiero ser la causa de su destrucción, ni de la caída de nadie.

El Padre extendió su luz.

Mi misericordia no te ha abandonado nunca.

Luzbel sintió cómo algo oscuro, pequeño pero venenoso, se agitaba en su interior. La semilla de la oscuridad.

El orgullo herido. La necesidad de ser adorado. La rebeldía naciente. Con un grito ahogado, Luzbel la arrancó de sí mismo. La sombra se desintegró en el aire. Y entonces Luzbel brilló. No como antes. Más. Su luz se volvió más pura, más profunda, más consciente. Sus alas resplandecieron con matices imposibles. Su belleza dejó de ser solo perfección y se volvió verdad. El Padre lo contempló con orgullo silencioso.

Tu amor por Miguel aún es puro..Aún lo eleva. Aún lo dignifica.

La Voz se volvió firme.

Protégelo de ese futuro. Porque si eliges rebelarte ese dolor sería irreversible.

Luzbel asintió, temblando, pero firme.

—Lo protegeré. Siempre.

El Padre sonrió, apenas.

Recuerda, hijo mío, El verdadero poder no está en la adoración sino en elegir amar sin destruir.

La luz envolvió el Gran Salón. Y por primera vez el destino cambió.




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