La Caída De Luzbel

Donde la Luz Permanece

El Gran Salón se fue quedando en silencio. No porque la luz se extinguiera, sino porque se aquietó, como si el propio Cielo comprendiera que aquel instante pertenecía solo a ellos. Miguel tomó la mano de Luzbel y lo condujo hacia un balcón abierto al firmamento. Más allá, las constelaciones aún sin nombre respiraban despacio. El aire era tibio, vivo. Luzbel lo miraba como quien contempla un milagro que estuvo a punto de perder.

—Ven —susurró Miguel— Aquí conmigo.

Luzbel se acercó. Sus alas arcoíris se plegaron lentamente y envolvieron a Miguel con cuidado reverente, no como una armadura, sino como un hogar. Miguel cerró los ojos al sentir ese abrazo luminoso que lo cubría por completo.

—Cuando me miras así —dijo Miguel, apoyando la frente en su pecho— siento que todo está bien. Como si nada pudiera rompernos.

Luzbel tembló, pero sonrió.

—Porque haré que sea así —respondió— Elegí quedarme. Elegí amar sin destruir.

Miguel alzó la vista y lo besó con una ternura profunda. No hubo prisa. No hubo urgencia. Solo un intercambio de respiraciones, de promesas silenciosas. Luzbel respondió con un beso lento, devoto, como si cada gesto fuera una forma de agradecimiento. Se sentaron juntos, hombro con hombro, mirando el cielo intacto. Miguel entrelazó sus dedos con los de Luzbel.

—No necesito saber el futuro —dijo Miguel— Me basta con este ahora. Con saber que estás aquí conmigo.

Luzbel apoyó la cabeza en el hombro de Miguel. Cerró los ojos. Por primera vez, el peso de la visión se convirtió en determinación serena.

—Te amo —dijo—.Y ese amor será mi guía.

Miguel sonrió, feliz.

—Entonces no hay nada que temer.

El Cielo que no cae

Lejos de allí, en los distintos coros celestiales, los ángeles seguían su canto. No había grietas en la bóveda. No había susurros de rebelión..No había semillas de odio. Uriel alzaba su voz clara.
Rafael caminaba entre luces de sanación.
Gabriel, sereno, observaba desde lo alto, sintiendo sin comprender del todo que algo había sido salvado. Los ángeles no caían.

No caerían..Porque el primero entre ellos había elegido permanecer. Porque el más poderoso había preferido amar sin romper. Y así, el equilibrio se sostuvo.

Promesa

Miguel se volvió hacia Luzbel y lo miró con una sonrisa tranquila.

—Quédate esta noche —dijo— Cantemos juntos. Dejemos que el Cielo nos escuche.

Luzbel asintió, con una paz nueva en el pecho.

—Me quedaré —respondió— Hoy y siempre.

Y mientras sus voces se unían en un canto suave, el Cielo entendió algo que jamás olvidaría: Que el amor, cuando se elige con humildad, no provoca caídas. Sostiene mundos.




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