La caída de Nisrán

Ascensión - Parte 4

23 de abril de 1931 Capital de Garis, siete años para la caída de Nisrán…

Fue solo un pestañeo, solo un instante. Una diferencia de tiempo tan ínfima que resultaría inconmensurable bajo ningún método. Sin embargo, suficiente para que su imaginación le jugara una mala pasada. En un momento, Garbath se encontraba en su nueva oficina dentro de las instalaciones del gobierno de Nisrán. Al siguiente, su mente logró teletransportarlo devuelta a esa noche, años atrás.

El recuerdo resultó increíblemente vívido.

Podía sentir a su rodilla crujir con cada escalón que subía. Se encontraba en el teatro de Synia Lerod acompañado de toda la familia Shinn. Oía claramente los cuchicheos entre Airi y sus hijos a sus espaldas. Mientras tanto Narav, a su lado, mascullaba cosas sin importancia como que debía de dejar de ser tan serio todo el tiempo. Meerei continuaba avanzando sin prestar demasiada atención. No tenía el mejor de los humores en ese momento. Normalmente, nunca hubiera ido a un sitio como ese. Pero Narav le había insistido con tanta ímpetu que de alguna forma había terminado por ceder.

El lugar estaba repleto. Meerei observó con incomodidad como centenares de personas se movían de un lado al otro en busca de sus butacas. <<Este no es lugar para un soldado.>> Recordaba haberse dicho.

A pesar de ello, tuvo que admitir que el Synia Lerod era merecedor de su gran reputación. Tan solo al entrar, cualquier hombre se sentiría pequeño ante la semejante majestuosidad de la sala. Alzó la vista, observando detenidamente la pintura detallada en la cúpula del techo. Un cielo nocturno, casi tan perfecto que parecía real, decorado con varias arañas de cristal que reflejaban la luz en miles de destellos simulando el brillar de las estrellas. Las columnas de mármol estaban delicadamente talladas, cada una de ellas poseían dibujos que representaban las obras más famosas de la nación. Los pasamanos de bronce resplandecían bajo la luz tenue de las espiraladas bombillas que decoraban las paredes. Las alfombras persas amortiguaban cada sonido, y combinaban perfectamente con el inmenso telón, aquel pesado brocado con borlas de seda.

—¡Por aquí! —Alguien gritó con entusiasmo.

Reconoció al robusto hombre que, desde uno de los palcos, balanceaba sus manos en grandes arcos intentando llamar su atención. Darblar Kanst, acompañado de su esposa, los recibía con una enorme sonrisa.

—Creo que deberíamos apurarnos — dijo Narav a su lado, dándole una pequeña palmada en el hombro. —No quiero que Dar nos acuse de hacerlo esperar.

Meerei se encogió de hombros. Carecía de cualquier tipo de entusiasmo por aquello.

Entonces la escena cambió.

De repente se encontraba sentado en un cómodo sillón sobre el palco principal. El espectáculo llevaba ya un tiempo de haber empezado. Junto a él, Narav y Darblar charlaban por lo bajo entre comentarios y pequeñas risas. Meerei no sabía de qué hablaban, se había perdido completamente de sus alrededores. Todos sus sentidos se habían sumido completamente en la obra. Su visión había quedado atrapada en el escenario. No, mejor dicho, había quedado atrapado por ella.

Su cabello rojizo flotaba en el aire con cada movimiento de su danza. Cada paso, cada salto, cada pirueta que realizaba esa mujer resultaban simplemente magníficos. Su melodiosa voz entonaba las canciones de manera suave, endulzando sus oídos de una forma que jamás había sentido. Su figura tan inocente y femenina resaltaba de forma majestuosa entre todo el resto del elenco. No existía manera de ignorarla, el público entero seguía su interpretación. Ella no encarnaba al personaje principal, pero sin duda era la estrella del espectáculo. Lía Kanst, la única hija de la gran familia de empresas metalúrgicas, opacaba a todos los demás actores en el escenario.

Meerei se sorprendió a sí mismo, observando con la boca abierta. Rápidamente se sacudió, golpeó su frente intentando recuperar el control de su cuerpo. Sin embargo, se había quedado completamente embelesado con esa muchacha. Notaba su pulso acelerado, al igual que un extraño rubor en sus mejillas. Nunca antes se había sentido así. En todos sus años de vida, el amor y las mujeres nunca habían ocupado un espacio importante. Sus anteriores parejas e intentos de romance, había quedado reducidos a simples recuerdos de fracaso. Sin embargo, lo que sintió por aquella muchacha fue mucho más allá que un simple deseo.

La función terminó antes de que se diera cuenta. Las luces fueron encendidas nuevamente y los espectadores comenzaron a levantarse de sus asientos.

—Garbath, tierra llamando a Garbath. ¿Me escuchas? —Narav lo sacudió por los hombros. —Oye, ¿todo bien amigo?

Meerei volteó a verlo, con la conciencia todavía un poco perdida. Las imágenes del espectáculo aún seguían dando vueltas por su cabeza.

—Esa chica… —fue todo lo que pudo decir.

—¿Eh? ¿De quién hablas? ¿Te refieres a Lía? — Meerei no contestó, solamente pestañeó por accidente. Al parecer eso fue lo único que Narav necesitó para percatarse. Un estallido de carcajadas brotó de su garganta y comenzó a golpearlo en la espalda repetidamente como si le acabara de contar la mejor broma de su vida. —No lo puedo creer. ¿De todas las personas, tu…? Jajaja. —Sus ojos ya hasta lagrimeaban de la risa. —¡Oye Dar! ¡Creo que tendremos competencia después de todo!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.