La Caida de Urblux

1- El Alquimista

La sala del rey de Urblux está a rebosar en la noche de la víspera de los difuntos, después de una semana de ofrendas a los dioses en los que el pueblo y la realeza veneran, el Rey siempre da un banquete para sus familiares, amigos y gente importante de las distintas ciudades cercanas al reino.

Este año, el Alquimista está presente dado que ha sido invitado a pasar un año en la ciudad costera. Todo aquel medio importante ha conocido a el Alquimista, o al menos, ha oído hablar de él. No se le conoce familia, amigos o pareja, únicamente se hospeda de reino en reino a cambio de sus amplios conocimientos en magia sanadora, aunque algunos dicen que el Alquimista es mucho más que un sanador, que es uno de aquellos que ya no existen, de aquellos que solo viven en la imaginación y en los libros. Pero cada vez que alguien tuvo la osadía de preguntarle sobre su origen, él siempre contesta de la misma forma:

  • Nací y crecí, como los demás, no hay nada destacable en mi pasado que justifique su curiosidad.

Esta frase, la había repetido a lo largo de los años, pero el Rey de Urblux sabía que había algo más, lo conocía desde hacía más de 30 años y apenas había envejecido y no creía eso de que su eterna juventud se debía a sus poderes sanadores, era el único tipo de magia que no podía proyectar en los demás.

El Alquimista se pasea entre la multitud con una copa en la mano, con aspecto serio, mientras su ayudante prácticamente corre tras él enfundada en un pomposo traje color morado que le da aspecto de tarta.

  • Alquimista – jadea Cisi, la aprendiz – más despacio, se lo ruego, apenas puedo andar con este vestido.
  • ¿Y por qué lo llevas? – inquiere molesto – es francamente horrible.
  • Era de mi madre – responde ella apartándose un rizo empapado por el sudor – y es de alta costura.
  • Lo sería cuando tu madre era joven, ahora pareces una magdalena morada.
  • Qué falta de caballerosidad – gruñe entre dientes y avanza dejando atrás a el Alquimista que la sigue con la mirada unos segundos antes de enfocarse en la persona que viene a ver.

Cisi es buena aprendiz, hija del Duque de Ireban, aunque no la escogió por su origen sino por su potencial. El único defecto que la ha encontrado es que se empeña en expresar en voz alta todo aquello que pasa por su cabeza y para disgusto de el Alquimista, por su cabeza pasan muchas cosas.

El Rey de Urblux le hace un gesto con la cabeza para que se acerque pero el Alquimista lo ignora y se encamina hacia un lateral de la sala donde el Duque Isak lo espera con aspecto preocupado.

  • Alquimista – le saluda y se pasa un pañuelo por la frente – este palacio es una maldita caldera.
  • Mi aprendiz dijo que insistía en verme
  • Sí – se relame los labios con nerviosismo – se trata de mi hija, mi hija menor. Creo, señor, que ha…- baja el tono de voz tanto que el Alquimista debe inclinarse hacia él – contraído la maldición de sangre.
  • ¿Qué le hace pensar eso? ¿qué síntomas presenta?
  • Palidez extrema, no come ni bebe pero sin embargo, su fuerza no merma. Sus ojos…son extraños.
  • ¿es agresiva?
  • A veces, la tenemos atada a su cama.
  • ¿Cuántos días?
  • Empezó a presentar los síntomas hace 5 días. Ello no suele salir ni entrar del palacete y siempre le acompaña una doncella, ninguna de sus doncellas puede explicarme donde lo ha contraído.
  • Entiendo.
  • Necesito que la ayude, sé que ha podido evitar que otros se transformen complemente.
  • La reversión nunca es completa – le aclaro – y a veces es imposible.
  • No importa, pagaremos cuanto sea, le dejaré mi ducado en herencia si así lo desea.

El Alquimista niega con la cabeza, tiene títulos de sobra y mucho más poderosos de que el de un conde con un título que le permite poseer poco más que el palacete y los pastos de alrededor.

  • Cisi, ven – la llama y esta se gira mirándolo mal al interrumpir su conversación con un acaudalado terrateniente. Cisi es hija de un duque, pero de uno mucho más poderoso y rico, así que no está acostumbrada a recibir ordenes y no disimula su disgusto – dile que preparen mi carruaje, salimos en 10 minutos.

El Duque Isak suspira aliviado y tras despedirse del Rey que no oculta su disgusto con que abandone la fiesta, se marcha junto a el Alquimista y la aprendiz.

El palacete se encuentra a más de una hora en carruaje, dentro de la ciudad de Urblux y muy cerca de la frontera norte, en la zona alta de la ciudad, donde el calor es más ligero y las vistas son impresionantes. Cisi silba en señal de admiración sacando la cabeza por la ventana del coche de caballos mientras que el Duque Isak habla con el Alquimista.

  • Cisi, podrías hacerte daño con una rama – le advierte el Alquimista dejando a mitad de frase al Duque – y no pienso curarte.
  • Eso ya lo sé hacer, señor – responde ella sin obedecerle.
  • Por suerte, hemos llegado – anuncia el Duque

El palacete se abre dándoles paso al interior de un gran recibidor. El frío de la noche se cuela entre las paredes y Cisi tiembla mientras sus ojos vagan por los espacios estropeados por el paso de los años. No se parece en nada su hogar y empieza a preguntar si realmente Isak puede pagar los servicios del Alquimista.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.