La sala del rey de Urblux está a rebosar en la noche de la víspera de los difuntos, después de una semana de ofrendas a los dioses en los que el pueblo y la realeza veneran, el Rey siempre da un banquete para sus familiares, amigos y gente importante de las distintas ciudades cercanas al reino.
Este año, el Alquimista está presente dado que ha sido invitado a pasar un año en la ciudad costera. Todo aquel medio importante ha conocido a el Alquimista, o al menos, ha oído hablar de él. No se le conoce familia, amigos o pareja, únicamente se hospeda de reino en reino a cambio de sus amplios conocimientos en magia sanadora, aunque algunos dicen que el Alquimista es mucho más que un sanador, que es uno de aquellos que ya no existen, de aquellos que solo viven en la imaginación y en los libros. Pero cada vez que alguien tuvo la osadía de preguntarle sobre su origen, él siempre contesta de la misma forma:
Esta frase, la había repetido a lo largo de los años, pero el Rey de Urblux sabía que había algo más, lo conocía desde hacía más de 30 años y apenas había envejecido y no creía eso de que su eterna juventud se debía a sus poderes sanadores, era el único tipo de magia que no podía proyectar en los demás.
El Alquimista se pasea entre la multitud con una copa en la mano, con aspecto serio, mientras su ayudante prácticamente corre tras él enfundada en un pomposo traje color morado que le da aspecto de tarta.
Cisi es buena aprendiz, hija del Duque de Ireban, aunque no la escogió por su origen sino por su potencial. El único defecto que la ha encontrado es que se empeña en expresar en voz alta todo aquello que pasa por su cabeza y para disgusto de el Alquimista, por su cabeza pasan muchas cosas.
El Rey de Urblux le hace un gesto con la cabeza para que se acerque pero el Alquimista lo ignora y se encamina hacia un lateral de la sala donde el Duque Isak lo espera con aspecto preocupado.
El Alquimista niega con la cabeza, tiene títulos de sobra y mucho más poderosos de que el de un conde con un título que le permite poseer poco más que el palacete y los pastos de alrededor.
El Duque Isak suspira aliviado y tras despedirse del Rey que no oculta su disgusto con que abandone la fiesta, se marcha junto a el Alquimista y la aprendiz.
El palacete se encuentra a más de una hora en carruaje, dentro de la ciudad de Urblux y muy cerca de la frontera norte, en la zona alta de la ciudad, donde el calor es más ligero y las vistas son impresionantes. Cisi silba en señal de admiración sacando la cabeza por la ventana del coche de caballos mientras que el Duque Isak habla con el Alquimista.
El palacete se abre dándoles paso al interior de un gran recibidor. El frío de la noche se cuela entre las paredes y Cisi tiembla mientras sus ojos vagan por los espacios estropeados por el paso de los años. No se parece en nada su hogar y empieza a preguntar si realmente Isak puede pagar los servicios del Alquimista.
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Editado: 30.08.2025