La Caida de Urblux

2.- El hijo del Rey

Regis, el hijo del Rey de Urblux, regresa tras una batida de caza por los bosques del reino portando la cabeza de un lobo infectado con la maldición por deseo del Alquimista. La maldición que antes solo afectaba a las tierras de Ihara, ahora se ha extendido a la zona sur del continente y siendo Urblux la ciudad más grande e importante, parecía lógico que el resto de urbes sureñas se reunieran con su padre para solventar la situación.

Hasta ahora lo único que su padre ha ordenado es traer al extraño hombre apodado Alquimista y a su aprendiz, una chica rubia con el mentón siempre alto y que le sigue de aquí para allá. Aún no ha cruzado palabra más allá de la escueta bienvenida que se les dio hace unas semanas y viendo la actitud de ambos, no parece que deseen más contacto.

Regis y sus hombres se paran encima de una colina, donde la hierba verde se extienda hacia el sur viéndose serpenteada por árboles altos y delgados que poco a poco van formando un sendero hacia el Palacio. La imagen del mar de Urblux les reconforta, pues eso significan que están próximos a sus hogares. La marcha se reanuda con el sol de la mañana calentándoles los livianos ropajes y antes del atardecer las puertas de la ciudad se abren ante ellos.

Urblux cuenta con entrada por el norte, siendo recibidos por la Guardia Urbana que custodia las fronteras la ciudad y por los habitantes que se agolpan en la estrechas calles queriendo ver al príncipe Regis, heredero al trono y Segundo Capitán de la Guardia Real hasta obtener la corona. El príncipe goza de buena fama en su pueblo, es alto como su padre y ha heredero el pelo castaño de su madre, el cual lleva a la altura de la barbilla y al haber cumplido 21 años, muchas doncellas esperan ser elegidas para convertirse en la próxima reina.

A diferencia de otros reinos, la corona de Urblux nunca ha exigido un matrimonio basado en los títulos nobiliarios ni en los intereses económicos, la difunta reina era maestra y el rey la conoció en una de sus visitas a la ciudad. Era una reina querida y admirada, su imagen cálida contentaba al pueblo así que cuando falleció en el anterior invierno, el pueblo salió en masa a despedirla con verdadero pesar.

El recuerdo de su madre distrae al príncipe unos segundos pero pronto se ve eclipsado por las grandes puertas azules que franquean la entrada al recinto real. El Palacio es majestuoso, con tejados en forma de cúpulas azules que contrasta con la piedra casi blanca que forma la estructura. El Palacio cuenta con varios niveles, torres y torretas rematadas con grandes ventanales en forma de arcos que permiten disfrutar las vistas al mar que queda abajo. Un jardín colorido franquea el camino de piedra hasta llegar a las escaleras que conducen a la entrada principal, donde el príncipe y sus hombres desmontan sus caballos en tanto los mozos se apresuran a coger las riendas para llevarlo a las cuadras. Regis da ordenes de como deben cuidar de su caballo, Tormento, el cual no muestra señales de fatigas como los otros, pero aún así lleva días cabalgando sin descanso.

El maestro de armas, primer capitán y además su mentor, Adalis, se encuentra en la cima de las escaleras con el uniforme negro sin estandarte y las manos cruzadas en la espalda. Adalis tiene la edad del Rey y es primo lejano de este, aunque este hecho lo descubrieron mucho después de que el capitán llegase al reino, pues anteriormente había vivido su infancia en el norte. Aún así, Adalis nunca se ha comportado como un familiar, ni siquiera como un amigo, siempre ha mantenido su cargo por encima de cualquier otra y Regis no sabe si es algo que le guste de él.

  • Llega tarde, príncipe, su padre está preocupado. Debió estar para la fiesta de hace dos noches.
  • Se nos complicó el encargo – Regis alza la lona que contiene la cabeza del lobo infectado y el Capitán asiente conforme.
  • Entreguemlo, se lo haré llegar al Alquimista. El Rey está en una reunión con el Consejo, querrá verlo cuando termine.
  • Iré a verlo cuando descanse.

Adalis protesta pero Regis lo ignora dirigiéndose a su habitación donde toma un baño y se coloca una sencilla túnica oscura, unos pantalones y unas botas viejas que fueron de Adalis hace años. Colocándose una capa algo raída, se escabulle por las escaleras del servicio y sale sin ser visto por los túneles de palacio que conectan con la ciudad. Cuando va vestido como un ciudadano más, la gente lo ignora, no repara que están ante el príncipe cuando echa la capa sobre la cabeza a pesar de haber visto su rostro en infinidad de ocasiones; algo que lejos de molestarle, le gusta pues así puede disfrutar de la ciudad como uno más.

Tras comer un guiso de pato en una taberna, pasea por el mercado donde los puestos de venta de pescado, marisco, telas y especias, entre otros, inundan las calles. Los comerciantes hacen sus reclamos para atraer a los clientes y tras comprar un par de baratijas a los tenderos con peor aspecto, se prepara para volver al Palacio antes de que su padre lo mande a buscar, pero su intento queda a medias cuando ve a una mujer con un traje demasiado pesado y oscuro para ser de aquí. Las mujeres de Urblux optan por prendas ligeras y en tonos claros, mientras que la sanadora lleva un grueso vestido verde con el que seguro está sudando. Se para frente a una tienda que tiene vestidos ligeros pero tras unos segundos, sigue caminando a en dirección a un puesto de boticario y el príncipe se acerca para saludarla.

  • Buenos días, Cisi.

Los ojos claros de la muchacha se quedan en él y dos segundos después se da cuenta de quién la ha saludado.

  • ¿Príncipe Regis?




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