La Caida de Urblux

3.- La Sanadora

Cisi se había criado en el norte, en la ciudad Draconina y es que muchos atrás, era la ciudad de los dragones, vetada a los humanos hasta que las criaturas mágicas abandonaron el continente tras la última guerra entre dragones y Ancianos, que finalizó con la desaparición de estos últimos.

Draconina era un territorio basto, lleno de cuevas con tesoros incalculables que habían coleccionado a lo largo de los siglos los dragones. Las guerras por el territorio entre los hombres fueron realmente sangrientas y los antepasados de Cisi había sido una de esas familias que habían conquistado una parte de su territorio convirtiéndola así en una adinerada familia nobiliaria que habían sabido administrar su fortuna.

La sanadora era la quinta hija y toda esa riqueza le resultaba lejana, sin embargo, no sentía tristeza por ello, ya que le parecía que su destino era mucho más interesante que el de sus hermanos y hermanas.

  • Cisi, enciende otra vela – le pide el Alquimista mientras disecciona la cabeza del lobo infectado. La sanadora se encuentra en la parte más alejada de la habitación pues el hedor es insoportable – Cisi, acérquese, no puede aprender de tan lejos.
  • Veo bien desde aquí, señor – dice la joven apretándose contra la pared y conteniendo las ganas de vomitar la cena.
  • No se lo volveré a repetir.

Cisi suspira y se acerca con la vela encendida mientras que el Alquimista termina de extraer el cerebro del cráneo del animal. Llevan horas en la sala de trabajo, diseccionando y extrayendo muestras de pelo, fluidos, tejidos y cualquier parte de la cabeza que el Alquimista ha encontrado interesante.

  • ¿Con esto cree que encontrará la cura definitiva?
  • Más o menos – contesta él - ¿qué ve aquí, Cisi?
  • Un cerebro – responde ella rápido.
  • ¿Le ve algo especial? ¿Fuera de lo común?

La mujer se fija de nuevo y niega con la cabeza. Ha visto otros cerebros de animales antes y no nota diferencia.

  • Exacto, a pesar de que la maldición afecta notablemente al comportamiento de quien la padece, no hay cambios morfológicos en la masa gris, este cerebro no es distinto al de cualquier otro lobo, sin embargo el aspecto exterior sí difiere, ¿por qué cree que ocurre eso, Cisi?
  • Eh…
  • Déjelo, no lo va a adivinar. Esto, querida aprendiz, es un tipo de magia muy concreta. Es magia adaptativa, un tipo de hechizo que altera solo aquello que es necesario para que el sujeto cumpla su nueva función. Los malditos ven alterado su físico cuando necesitan alimentarse, sin embargo, la magia no necesita alterar su cerebro solo condicionarlo para que se comporte como el hechizo requiere. Una magia antigua, complicada y difícil de revertir.
  • ¿Por qué?
  • Porque se adapta al contrahechizo, anulándolo, es como intentar retener el agua entre las manos, siempre encuentra el camino para escapar.
  • Pero usted ha podido curar a personas que han contraído la maldición.
  • Es porque no se ha completado la transformación. Aunque está claro que es magia oscura lo que corre por sus venas – el Alquimista tapa con una cúpula de cristal la cabeza y se quita los guantes de tela que lanza al cubo -. La única forma de contrarrestar una magia es usando el mismo tipo de magia.
  • ¿Usted puede hacer eso?
  • Quizás algún día, por el momento, no puedo.
  • Los Antiguos podían, lo leí en uno de sus libros – recuerda Cisi – quizás haya algún manual escrito por ellos.
  • Los Antiguos fueron muy egoístas con los conocimientos que adquirieron – replica el Alquimista – destruyeron todos los libros escritos por ellos en la última guerra contra los dragones porque sabían que la perderían. Los Antiguos fueron creados directamente por los dioses y eso les hizo creer que su magia no era digna de los hombres, así que se negaron a compartir sus conocimientos.
  • Entiendo.
  • Bien, ya ha sido suficiente por hoy, Cisi. descanse y mañana continuamos a primera hora.
  • Está bien, por cierto, el príncipe nos ha invitado a un baile que se celebrará mañana.
  • Es un baile para elegir esposa – enarca una ceja -, no es que esté interesado por muy apuesto que sea el príncipe. Y usted tampoco debería ir.
  • ¿Por qué no?
  • El Rey no autorizará el matrimonio con una norteña.
  • No estoy interesada en el príncipe.
  • Eso espero. Y le aconsejo no pasearse con él por las calles de la ciudad, aunque lleve ropas de plebeyo, la Guardia sí lo reconoce y puede dar a lugar a habladurías que no le conviene, Cisi. Nos vemos mañana.

***

El Palacio de Urblux bullía de actividad al día siguiente con los preparativos para el baile de esa noche. Los sirvientes parecían haberse triplicado y las cocinas eran un verdadero infierno con la cantidad de fuegos encendidos.

Cisi desayunaba, como era habitual, en la terraza de su habitación, disfrutando de las vistas al mar y la brisa suave de la mañana que aliviaba el calor. Echaba de menos vivir en el norte, pero reconocía que este era un estilo de vida para nada desdeñable. Cuando una de las sirvientas estaba recogiendo el desayuno, apareció la doncella que le habían asignado con varios vestidos colgados en el brazo.

  • El príncipe me ha pedido que le traiga esto para que pueda usarlo en la noche.




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