Viren observa desde el lateral del patio del Palacio como una pareja corre sobre la hierba en dirección a él. Los ha visto ir en dirección contrario hace 1 hora, se perdieron entre las rocas y ahora vuelven entre risitas y cogidos de la mano. Probablemente sea un par de sirvientes que se han escapado para darse un revolcón cerca del mar. El cazador lleva días buscando una forma para entrar en el edificio central, donde se encuentra el Alquimista, pero está demasiado bien vigilado y no ha pasado del patio central sin llamar la atención. Pero esta vez tiene un plan y esos dos van a ayudarle. La pareja cambia su rumbo antes de cruzar el patio, parecía que se dirigían a las cuadras pero la chica tira de la mano del mozo en dirección al Palacio Real. Si avanzan mucho más, Viren no podrá alcanzarles así que mira a cada lado asegurándose que ningún guarda anda cerca, esta noche el patio parece más vacío de lo habitual y se lanza en una carrera bordeando las columnas del enorme espacio. La pareja sigue a lo suyo, parece que el chico acorrala a la muchacha contra una de las columnas y Viren solo solo puede ver la espalda de él. El mozo reacciona cuando está muy cerca pero es demasiado tarde, Viren saca una daga de su cinto y con el otro brazo rodea el cuello del hombre. - No te muevas – le ordena Viren presionando su daga contra el cuello del hombre que intenta zafarse - ¡quédate quieto! - ¡suéltalo! – grita la muchacha y Viren la mira. Los ojos verdes de ella brillan como si de dos esmeraldas se tratasen y la indignación que expresa su rostro desconcentran momentáneamente al cazador que afloja su agarre el tiempo suficiente para que Regis lo empuje. Viren se tambalea mientras Cisi se coloca tras Regis que saca su espada interponiéndola entre Viren y él. - Creo que has cometido un grave error – dice Regis. El cazador mira la espada y reconoce la empuñadora, que claramente no es de un mozo ni un sirviente, parece tallada en oro y plata y eso solo puede significar… - ¡Atrapadlo! Los guardas reales aparecen por todos lados, detrás y a los lados de Viren que busca frenéticamente una vía de escapa pero el frío filo que siente en su cuello lo hacen desistir. - Me preguntaba que era lo que planeabas todos estos días merodeando cerca del palacio – la espada de Adalis se pasea por el cuello del cazador en un leve roce – pero ya sé que tratabas de atacar el príncipe. - El príncipe – murmura Viren sorprendido y cruza una mirada con este. - Llevadlo a los calabozos – ordena Regis -, y que nadie hable con él hasta que yo lo haga. Adalis y los guardias se encargan de escoltarlo, no sin antes lanzar una mirada acusadora a los dos, por estar de noche, solos y en el patio más solitario de los terrenos del palacio. Regis sabe que su padre se entererá de todo y eso le traerá problemas a Cisi, que ya se ha ganado la enemistad de su padre por méritos propios. - Vete a tu alcoba – le pide Regis – mi padre no tardará en aparecer. Cisi parece querer protestar pero finalmente recula cuando ve al Alquimista asomado a su balcón, para su mala suerte, la escena transcurre justo debajo de la habitación de él. Este niega con la cabeza cuando la mira y Cisi decide dar la noche por terminada. La puerta de la celda se abre y Viren es arrojado a su interior por los guardias. Cierran la puerta tras él y se queda solo, pensando en las posibilidades que había de confundir al príncipe con un sirviente. En su defensa, no sabía cómo era el aspecto del príncipe, se había centrado mucho más en seguir los pasos del Alquimista. Aunque por las palabras de su captor, no había sido tan discreto como pensaba. La celda es tan lúgubre y austera como se esperaba de este tipo de lugares, solo tiene una ventana en la parte superior y Viren comprueba que se encuentra en un sótano pues ve los pies de los guardas pasar por delante de los barrotes. Se sienta en el suelo y empieza a idear cómo salir de esta. Sabe que el delito por atacar al príncipe suele ser la muerte, al menos es así en el norte y no tiene motivos para pensar que en el sur sean más benevolentes. Pero esa no es la peor parte, tener que explicar sus motivos de su invasión a los terrenos de Palacio el parece aún peor, además de que el Alquimista descubra que lo está siguiendo. Eso sí que es un verdadero peligro para sus intereses. La celda se abre y el príncipe Regis entra de forma segura, respaldado por dos guardias. - Dejadnos – ordena el príncipe con un gesto de la mano. - Pero, Alteza… intenta decir uno de los guardias cuando Regis le lanza una mirada de advertencia -. Por supuesto, mi príncipe. Estaremos al otro lado. El príncipe no pierde contacto visual con el cazador mientras la puerta vuelve a cerrarse y saca la daga de Viren que llevaba guardada bajo la capa. - Una bonita daga, empuñadura de roca dura blanca. Finamente tallada y con hoja de plata del mar. No es la daga de un vulgar asesino, así que imagino que pagan muy bien… - Viren. - Viren – hace una pausa -. Como decía, deben pagarle muy bien por intentar matar a un príncipe. - No intentaba matarle – se ríe -. No sabía ni quien eráis. - ¿ah no? – enarca una ceja – entonces supongo que ha sido una desafortunada casualidad. - Una terrible – coincide Viren, que se pone en pie -. No soy un ladrón ni un asesino, no eráis mi objetivo, alteza. - ¿Y cuál era? Viren suspira. - No puedo decirlo. - Oh, entiendo. En ese caso, no nos quedará más remedio que dejarlo aquí hasta que nos lo diga. - Si esa es la ley de este lugar… Regis aprieta la mandíbula y coloca el filo de la daga sobre la nuez de adán de Viren, que se mueve ligeramente. - ¿De quién es la daga? - Es mía, de nacimiento. No soy un asesino. - ¿Y quién eres? - De donde vengo, no soy muy diferente a ti. - ¿Y de dónde vienes? - De Aeridis. El príncipe frunce el ceño ante la información pero vuelve a sonreír de forma sarcástica. - ¿Aeridis? ¿la misteriosa isla cuya costa es infranqueable? Qué oportuno. - Soy de allí, puedo demostrarlo. - ¿Y allí eres un príncipe? - No tenemos reyes ni príncipes en Aeridis, pero soy de la Primera Casa. Hijo del actual Gobernador. - No tienes pinta de ser hijo de nadie importante – lo mira de arriba abajo -. Tan solo de un charlatán. - En Iron Forge saben mi origen, podéis escribirle al Rey y os lo confirmará. - ¿Escribir a esos salvajes? Dudo que sepan leer. No, me conozco las artimañas de su Rey. ¿Fue él quien os envío para matarme? ¿o a mi padre? - Os repito que no sois mi objetivo. Ni vuestro padre. - Pero no me puedes decir los motivos de que estés aquí. - Así es. - Mientras reconsideras tu postura, permanecerás en esta celda, Viren de Aeridis, hijo del Gobernador – se despide en un claro tono de burla – avisa a los guardas cuando estes preparado para contarme quién te envió aquí. Cisi se siente como una niña pequeña que está a punto de ser regañada por sus padres por cometer una travesura. Se apresura por el pasillo que lleva a sus aposentos mirando por encima del hombro, vigilando que el Alquimista no la siga. No quiere explicar qué hacia con el príncipe recorriendo los terrenos del Palacio en mitad de la madrugada. Un par de guardias aparecen en su campo de visión pero ni rastro de su maestro, que debe seguir en su dormitorio pensando en cómo expresarle su decepción por su actitud en la mañana siguiente. La sanadora cierra la puerta de su dormitorio de un tirón, se queda observando la madera unos segundos, temiendo que alguien intente abrirla pero espera y no pasa nada, así que con un suspiro de alivio se gira hacia su cama. - Deme una razón para no mandarla de vuelta a Draconia en el próximo carruaje con sus padres, Cisi. La sanadora suelta un grito de sorpresa y el Alquimista sale de entre las sombras colocándose junto a la ventana donde la luz exterior alumbra su perfil. - Yo…le juro que no estábamos haciendo nada malo. Solo dimos un paseo. - No importa lo que hiciera, Cisi, ¿crees que acaso me importa lo que pase entre el príncipe y mi aprendiz? - ¿No? – pregunta confundida. - ¡claro que no! Eres libre de hacer lo que te plazca, pero pensé que serías más lista al respecto. Quizás además de magia debo enseñarte política porque sigues sin entender lo perjudicial que puede ser para ti y para tu familia ponerse en contra de un Rey – suelta a toda velocidad alterado y Cisi no puede evitar sorprenderse porque es la primera vez que lo ve así - ¿Qué tal si el Rey le da por escribirle a todas las cortes que la hija de un duque es la amante de su hijo? ¿qué pensaría tu familia, Cisi? ¿sabes que si el resto de cortes rechazan recibirte no podrás seguir trabajando conmigo? ¿Que tú nunca podrás dedicarte a esto? Necesitas el apoyo de las grandes casas: Reyes, Duques, Condes, Señores…ellos son los que nos pagan, Cisi. - Pero Regis… - ¡A Regis nada de esto le afecta! El Rey anunciará en los próximos días el compromiso de Regis con Nira, me lo comunicó esta noche. La noticia impacta en su cerebro, no es que le sorprenda ni cambie nada. Tiene muy claro lo que podría suponer esto pero que Regis lo supiera y no se lo dijera es algo que le duele. - Entiendo. Yo…lo siento, no lo pensé. Es solo…que echo de menos el afecto. Llevo meses viajando con usted, y agradezco todo lo que me está enseñando pero hay otras cosas… El Alquimista alza la mano para detenerla, ligeramente incómodo. - Sé que este es un camino solitario, Cisi. siempre puede volver a su casa, puede ser curandera en la corte de Draconia, yo le daría una carta de recomendación y le garantizará una vida digna, sin lujos, pero suficiente. Podrá formar una familia si lo desea, si surge la oportunidad más adelante. - Pero yo quiero seguir aprendiendo, aún me falta mucho – la idea de que el Alquimista no quiera seguir enseñándola la asusta más que todo lo anterior. A su manera, el Alquimista es la única persona de referencia que tiene ahora mismo en su vida y siente que sus vidas deben permanecer ligadas de alguna forma. - Ya sabe medicina básica. No necesita más para ocuparse de las tareas diarias. - No es suficiente. No quiero dejar de ser su aprendiz. El tono de sinceridad y algo de desesperación suaviza las facciones del Alquimista que asiente levemente. - Bien, en ese caso me hará caso respecto al príncipe. Nada de escapadas, mantenga las distancias y si le cuesta…la mandaré a una misión temporalmente, hasta que termine lo que tengo que hacer aquí. - ¿Una misión? - Una oportunidad más bien. En Silasvold han encontrado unos textos que podrían sernos de ayuda pero están en el idioma de los Antiguos. - Yo podría traducirlos. - Exacto. Si quiere, la mandaré en la próxima ruta comercial. Piénselo. - Gracias. El Alquimista la rebasa a paso ligero mientras que Cisi permanece quieta sopesando las palabras dichas entre ambos. - Cisi. - ¿Si? - No deje que esto le desanime, el interés de Regis parece sincero pero carga con el peso de una corona y un pueblo. Espero que lo recuerde, a veces tenemos que hacer lo que debemos y no lo que queremos. Cisi asiente y el Alquimista cierra la puerta suavemente mientras la sanadora se desploma sobre su cama decepcionada de sí misma. *** A la mañana siguiente la noticia del mercenario que casi mata al heredero se extiende rápidamente por el palacio. Está escoltado en su propia celda por la Guardia Real y Regis lo ha reclamado como su prisionero. El Rey deja que su hijo maneje el asunto, al fin y al cabo él ha sido el principal agraviado y además lo necesita de buen humor para lo que se avecina. Nira vendrá en unos días para anunciar el compromiso y el Alquimista le ha prometido sacar a Cisi de la ciudad a cambio de acceder a su biblioteca personal y obtener el dichoso libro, el Rey ha puesto como condición que no le entregará el libro hasta la boda de su hijo, garantizando así que la sanadora no esté de vuelta hasta entonces. Un trato justo a su parecer.
La biblioteca en Booknet es una lista útil de libros, donde puede:
guardar sus libros favoritos
ver fácilmente las actualizaciones de todos los libros de la biblioteca
estar al tanto de las nuevas reseñas en los libros
Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.