La Caida de Urblux

10-. El prisionero: parte 2

El almuerzo de ese día se tornó tenso desde el primer minuto, pues aunque el Rey no hubiera mencionado nada al respecto, la incursión en mitad de la noche de Regis y Cisi no había pasado desapercibido para nadie. Sin embargo, el príncipe estaba serio por la actitud de Cisi, que le había estado ignorando desde que se despidieron en la noche anterior y por alguna razón parecía molesta con él. Por mucho que intentara explicar su actitud, no encontraba razón detrás de su enfado salvo que la mano del Alquimista estuviera detrás de todo esto. No era tonto, notaba la mirada condescendiente que le dedicaba cada vez que lo veía, lo consideraba inferior a él y en consecuencia, inferior a su aprendiz. Como un cachorrillo tonto que perseguía la pelota de otro perro.

El Alquimista, por el contrario, estaba tranquilo. Cisi parecía haber entrado en razón respecto al heredero de Urblux y Viren, el molesto espía, estaba preso en los calabozos inferiores. Tenía cierta curiosidad por saber los motivos de tanta persecución, pero por otro lado, reconocía el peligro que podía suponer una confrontación entre ambos. dejaría que el príncipe tomara la decisión de llevarlo a la horca o entregarlo a Iron Forge pues el Rey de aquel reino tenía bajo su protección a Viren. En cualquier caso, eso le mantenía fuera de juego unas semanas.

Adalis entró en el comedor portando una carta, se acercó al Rey y le dijo algo al oído que le hizo sonreír débilmente, a continuación miró a Cisi y su sonrisa pareció tomar confianza.

  • Puede retirarse, Adalis - el Rey abrió el sobre lentamente mientras la mirada de los comensales se centró en él. El Alquimista tomó una sorbo de vino mientras se acomodaba en la silla, listo para el espectáculo - sí, sí, qué buena noticia - expresó el Rey mientras leía la carta para luego volver a guardarla con la misma tranquilidad.

Le pasó el sobre a su hijo que dudó hasta finalmente cogerlo y abrirlo a mucha más velocidad que lo había hecho su padre. Sin embargo, Regis no parecía tan contento mientras leía la carta, releyendo el mismo párrafo una y otra vez hasta entender su significado. Finalmente levantó la cabeza y miró a su padre que había vuelto a su chuletón.

  • Me dijiste que podría elegir.
  • Y tú me dijiste que elegirías.
  • ¡No puedes decidir por mí! - Regis se pone en pie en un gesto rápido provocando que la robusta silla caiga hacia atrás creando un sonido sordo.
  • Decido por la corona, por el bien de la ciudad. Y ahora, siéntate.

El príncipe ignorando a su padre, sale del comedor a grandes zancadas. El Rey toma una bocanada de aire y pone su sonrisa más cortés.

  • Continúen - les ordena - no comerán otro chuletón como este en el sur.
  • Si me disculpan, me gustaría retirarme a mi habitación. No me encuentro bien.
  • ¿Se siente enferma, Lady Cisiana? – pregunta el Rey sin mirarla – Quizás haya cogido frío, en esta época hay mucha humedad. No es buena para los pulmones.
  • Puede ser – concede Cisi –, si no les importa, pasaré la tarde descansando.

El Rey asiente y se queda con la única compañía del Alquimista que no ha tocado la carne y bebe pequeños sorbos de vino.

  • Imagino que la heredera de Terassen está en camino. He intentado que Cisi se marche en estos días, aún no me ha dado una respuesta clara.
  • ¿Una respuesta clara? – el monarca suelta los cubiertos provocando un repiqueteo contra la loza y mira indignado al brujo – el trato era que se marchara de la ciudad, si permanece aquí, no estará cumpliendo lo que prometió, Alquimista.
  • Cisi no volverá a acercarse a Regis, me he encargado personalmente de eso.
  • Ah, ¿sí? ¿y cómo lo ha hecho exactamente?
  • Con la verdad – se encoge de hombros – Cisi es una mujer inteligente, le he explicado las consecuencias de sus actos y ha entendido que no merece la pena arriesgar su reputación y futura por ser la amante de un príncipe.

El Rey mastica lentamente la carne mirando a su plato hasta finalmente mirar al Alquimista que sigue bebiendo su vino.

  • Bueno, ser la amante de Regis es un puesto codiciado, Alquimista – espeta en tono seco.
  • Cisi aspira a algo más.
  • ¿A algo más que a mi hijo? ¿A un príncipe? – inquiere en un tono de indignación y perplejidad.
  • No hay quien lo entienda, majestad, parece ofendido por la idea de que Cisi no considere suficiente a su hijo cuando ha pataleado hasta la saciedad por su relación.
  • Porque ella no es suficiente para él, no al revés.
  • ¿En qué sentido no lo es? - El Alquimista se endereza en su silla cuadrando los hombros-. Cisi proviene de la nobleza, no es una campesina. Posee magia en su interior, ¿sabe cuantos humanos poseen magia hoy en día? Muy pocos, y aunque en el sur no se hable de magia, lo cierto es que su don proviene de los dioses. Es capaz de sanar heridas y su poder crece cada día, además de ser culta y si su hijo aun conserva su pierna es gracias a ella. No me acompaña por casualidad, si la he elegido como mi aprendiz es porque sé lo que hay en su interior, y es algo que ningún título o corona puede conseguir. Así que no, Regis será el heredero de Urblux y se casará con Nira, pero no porque Cisi no sea suficiente sino porque sus destinos no deben entrelazarse. Si accedo a sacarla de la ciudad y mandarla lejos durante semanas es porque así debe ser, si considerara que el porvenir desea otra cosa, así lo haría.




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