-¡Anne, Anne! ¡Te encontramos! - Gritaron Mary y John mientras entraban corriendo al gallinero y se abrazaban a sus piernas. Teniendo que apoyarse en la pared para no perder el equilibrio y tirar los huevos tibios de la canasta.
-No sabia que estábamos jugando a las escondidas - le respondió a los mellizos con una sonrisa.
-No lo estamos - Contesto Mary -Perro má lleva rato buscándote y nos dará un premio si te encontramos.
-Espero que sea dulce de leche- comento ilusionado John.
-¡No! va a ser pan con miel - contradijo Mary. Para dar inicio a una pelea por el premio que se las había prometido.
-Bueno, ya me encontraron, así que suéltenme para poder caminar por favor.
-¡Nunca! - respondieron al unisono - si te soltamos escaparas y no podremos reclamar el postre.
-¿Por que no me toman de la falda y el brazo libre, así podre caminar y llevarme directamente con nuestra madre.
Después de tomarse un momento para meditar la idea, los mellizos decidieron que era un buen plan, así que procedieron a tomarla de su mano libre y su falda para conducirla a la cocina, donde sabían que su madre se encontraba haciendo la cena.
-¡Má! ¡La encontramos! -Gritaron los mellizos nada mas entrar.
-Buenos tardes madre. Me comentaron que me buscabas. - Saludo Anne.
-Ya lo veo - Respondió la mujer, sin voltear y continuando con el trabajo de destripar al pollo que se encontraba en sus manos.
-¿Donde esta nuestro premio? - preguntaban ansiosos los mellizos temiendo que su madre se arrepintiera, después de verla molesta a causa de Anne.
La mujer se lavo las manos, y después de sacarles en su mandil, se dirigió al estante donde saco un tarro y lo dejo sobre la mesa.
-Aquí esta. Pueden acabárselo, pero recuerden dejar espacio para la cena.
Los mellizos se acercaron rápidamente para abrir la tapa y al verlo repleto de galletas, lo tomaron y salieron corriendo mientras gritaban llenos de jubilo.
Después de que se marcharan la mujer se decidió a mirar a Anne por primera vez desde que entro, su rostro salpicado de arrugas por el paso del tiempo y las dificultades de la vida, tenia la típica severidad que siempre usaba cuando se dirigía a ella. A ninguno de sus hermanos, ni a los mayores o a los menores le dirigía tanta desaprobación como a ella.
-¿Donde estabas?
-Solamente...
-Debías estar cumpliendo tus tareas de la casa - le interrumpió - no jugando en el bosque, lo tienes prohibido, te le he repetido incontables veces.
-Termine mis tareas después del desayuno, solamente quería conseguir un poco de menta para el té, no me interne mucho.
-Aldous vino hoy. Deseaba hablar contigo, por eso te buscaba. ¿Sabes lo que significa verdad?
-Madre... yo no creo estar lista aun... Aldous es un poco...
-¡¿Lista?! ¡Tienes 17 años! ya es hora que dejes de ser una carga, ¿sabes cuanto nos cuesta tener que alimentarte? ¿No es suficiente con que salieras defectuosa, también nos harás cargar contigo siempre?! Deberías estar contenta que por lo menos Aldous quiera casarse contigo, nadie mas en el pueblo esta dispuesto a hacerlo después del escándalo que ocasionaste hace unos años.
Anne solo se limito a bajar la mirada, sin poder soportar el reproche que veia en los ojos de su madre por traerles la desgracia.
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Era dia de mercado, y una joven Anne de 11 años se encontraba caminando tras su madre con una canasta para cargar las compras. Esos días siempre eran divertidos porque podía observar los cachivaches extraños que algunos de los puestos ofrecían, y conversar con mas niñas de su edad. Pero este era especial, pues una pequeña Driada, a la cual llamaba Ibb había decidido acompañarla para poder ver el mundo de los humanos con su propios ojos.
En un descuido de su madre se separo junto con Ibb para acercarse a la carroza de los gitanos y ver los extraños artilugios que habían conseguido, en eso un alboroto se hace por toda la calle, un hombre arrastraba a un niño gritando que las autoridades debían encargarse del ladrón, cortandole la mano, mientras el niño lloraba y suplicaba que no había sido el.
-Esta mintiendo, no le creo - dijo Anne al guardia que se acercaba al alboroto.
-La niña tiene razón, no le creo a esta mocoso, es obvio que esta mintiendo para salvar el pellejo. Lo vi robar unas joyas de mi carro, para cuando lo alcance, ya no las tenia con él, exijo que le saquen la verdad, de donde dejo mis mercancías.
-El hombre esta mintiendo. Nadie la ha robado.
La multitud que se había juntado con el alboroto comenzó a susurrar mirando a la niña que se metía en un asunto que no le correspondía.
-¿Como osas insinuar que miento? Solo eres una chiquilla que no sabe lo que dice.
-¿Y su esposa si sabe que finge robos de mercancía para poder gastarlo en las mujeres de la taberna?
El hombre rojo de cólera, zarandeo al niño que traía sujeto y lo arrojo al suelo.