Las luces del escenario iban dirigidas a mi rostro iluminando mi cabello anaranjado y parte de mi vestido color plata, detrás mío estaban Reed y Leslie tocando sus instrumentos. Los amantes se tomaban de las manos y daban vueltas por la pista. Sus miradas cómplices y sonrisas traviesas auguraban un buen evento del cual no formaria parte.
El violín de Reed comenzó su solo comenzando el final de la canción, la última nota fue tocada y un aplauso recorrió la sala.
La noche era maravillosa, habíamos tocado para buena parte de los nobles del reino y el dinero que nos pagaran seria mas del que podríamos gastar en un mes.
Nuestro momento había acabado y debiamos despejar el escenario, fue entonces que lo anunciaron.
-Con ustedes, su majestad el Príncipe real Caileon III de Glencoe.- anunció una voz estridente desde el otro extremo de la pista de baile. El príncipe llegó con su opulencia y una sonrisa de suficiencia en su rostro perfectamente cincelado por los artistas. Su cabello rubio casi platinado y rizado encajaba perfectamente con esos ojos azules de niño bueno y nariz recta, todo él era perfecto. Hasta podría asegurar que sus ronquidos eran perfectos.
Todos nos reverenciamos ante él, quien caminaba con aires de grandeza por el gran salón a paso firme hasta llegar a su objetivo: Celeste Casanteirs.
Esa joven había conquistado el corazón del príncipe y se casarian en poco tiempo, o eso es lo que los rumores decían sobre el futuro monarca.
Los rostros de enamorados y sus sonrisas bobaliconas fueron lo que motivó al anfitrión de la fiesta a pedirnos que continuáramos. Con un asentimiento Leslie marcó el ritmo de la balada con el piano de cola a la cual se unió Reed y por último yo. Entoné una preciosa canción que fue compuesta especialmente para el rey. Cuando deje salir mi voz me dejé llevar por la música que me envolvía, mis poros se abrían y mis ojos se cerraban. El éxtasis me elevó por completo haciéndome olvidar donde estaba y frente a quienes. Un estremecimiento me llenó de pies a cabeza haciendo que mis ojos se abran para observar lo que habíamos causado, una sonrisa se posó en mis labios al ver como habían detenido su danza para vernos interpretar la clásica canción del reino.
Mis manos se posaron en mi vientre a medida que el aire hacia vibrar mis cuerdas vocales, cuando el momento del estribillo y la parte que más amaba comenzó elevé mis brazos en un movimiento hipnótico, mis ojos se cerraron sintiendo cada vello de mi cuerpo erizarse hasta que la nota final dejó mis labios.
Un silencio sepulcral fue lo que siguió haciendo que mi rostro se contrajera de preocupación al creer que no les había gustado y que lo había creído fue mi mejor interpretación fue en realidad un asco. El sudor frío me recorrió la espalda haciéndome tragar grueso y buscar la ayuda de mis compañeros que lucían igual o peor que yo.
Dirigí mis ojos hacia el frente y una tímida reverencia fue lo que hice. Mi cabeza estaba baja, no me atrevia a verlos despues del bochorno. Sin embargo, unas manos aplaudiendo fue lo que me hizo levantar la mirada. Una cabellera rubia se acercaba a paso lento desde el centro de la pista.
-Bravo- fue lo único que dijo y su palabra pareció despertar a todos porque comenzaron a aplaudir.- Nunca había tenido el placer de oír una interpretación de tal magnitud de la Canción del Rey, por favor sigan. Me gustaria oir que es lo que tienen en su repertorio.
Pude respirar de nuevo al igual que Leslie y Reed quienes me indicaron que haríamos una última canción a pedido del príncipe.
-Será un placer, mi Señor.- dije con calma sin atreverme a establecer contacto visual.- Déjenos complacerlo Majestad, ¿qué canción le gustaría que toquemos para usted esta noche?- hice una leve reverencia al verlo mirarme fijamente.
-Sorpréndeme.
Había una canción que recordaba haber ensayado hace muchos años cuando aún éramos niños. La iglesia donde nos criamos no gozaba de muchos instrumentos, apenas teníamos una vieja guitarra y un viejo piano con teclas ya gastadas y cuerdas rotas. La melodía era sencilla pero me pareció perfecta para una noche como esta debido a la alegría que expresaba y el sentimiento que le pondremos al ser conscientes de para quien lo hacíamos.
Con un par de indicaciones y gestos de aprobación por parte de todos, nuestra última canción comenzó. Los dedos de Leslie bailaban sobre las teclas del piano de una forma profesional al igual que Reed lo hacía con sus cuerdas, sin embargo sabía que se divertían de hacerlo. Esta canción era divertida e invitaba a los invitados a moverse por la pista de baile de una forma alegre. El monarca se veía feliz danzando con la señorita Casanteirs aunque varias veces lo encontré observando en la lejanía.
El tono de mi voz variaba a medida que la melodía avanzaba y el ritmo aumentaba. Me permití jugar con mi vestido imitando la forma de bailar de los niños. Estaba feliz y mi rostro lo reflejaba. Cuando canté mi última parte Reed siguió tocando haciendo un solo magnífico. Lo vi tan ensimismado en su trabajo que me quedé pasmada. Su ceño fruncido y sus ojos entrecerrados no me dejaban ver sus ojos chocolate que siempre brillaban al tocar, el cabello ya largo se sacudía violentamente gracias al movimiento de su brazo al mover el arco contra las cuerdas. La última nota fue tocada y los aplausos comenzaron a resonar.
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Editado: 03.01.2022